No tengo idea de donde vengo.
Tampoco, a donde iba.
Solo sé que una tarde, recibiendo la ayuda de un desconocido de ojos y pelo extraño, que hablaba con el cielo.
En un estacionamiento y detrás de un contenedor de basura y bajo unas cajas.
Mi mamá h...
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RATA
- Ven perrito, perrito... - Fue lo que escuché, antes de la tremenda golpiza que me dieron tres niños, cuando me vieron entre unos arbustos al asomarme y por sentir que reían.
Yo, solo quería jugar.
Ellos también.
Pero, no el juego de ellos.
Porque me hacía doler con cada impacto de esa bola redonda que llaman pelota de fútbol como la ramita del árbol que tenían.
Ellos eran tres jugando.
Haciéndola rodar por el césped del pequeño parque donde los vi y también percibí, que la meta era llevarla hasta el final, cual uno y entre dos piedras esperaba por ella.
Pero lo supe tarde, porque soy chiquito y se enojaron mucho, cuando la tomé y corrí entre ellos con la pelota en mi boca.
Y se enojaron más.
Cuando sin querer y con mis dientitos la pinché.
Y ese juego, se convirtió en otro.
Uno, que sentía malo.
Feo.
Porque sus miradas entre sí, pese a llamarme con cariño para que me acerque cuando hui, al ver que me gritaron por romper su juguete y desde la distancia.
Me daba miedo.
Yo, solo quería jugar.
Estar con ellos un rato más.
Por más hambre que sentía y antes de volver a mi rondita de encontrar donde pasar esta noche.
Y moviendo mi colita, me volví acercar despacito bajando mis orejitas.
Pidiendo perdón con ellas.
Porque, yo quería que seamos amigos.
A lo mejor, tenían más pelotitas o más juguetes para mí, y por eso me llaman para que regrese.
Y me emociono con cada pasito que doy, cuando uno arranca entre los arbustos una rama de un viejo árbol.
Como una vara.
¡Y yo ese juego, sí, lo conozco!
Feliz y más confiado, aumento mi trote.
Porque vi como unos papás humanos lo hacen con otros perritos.
Genial.
Es solo traerla de vuelta cuando la lanzan.
¡Divertido!
Y confío.
Pero una vez llegando a ellos, el primer impacto me da en el lomo con esa rama y ríen.
