Los seis caminos de un sabio

Prefacio

Volvía a ser de noche en la localidad italiana de Otranto, la típica noche que llevaba haciendo tantos años, despejada y con un profundo olor a salitre mezclado con un misterioso aroma.
Si uno se fijase más en el olor, se daría cuenta de que proviene de un faro de extraña forma, al lado del mar.
Además, uno podría asomarse por la ventana de su casa y vería una misteriosa silueta al lado de la torre, una siluete que siempre está ahí.
Es la silueta de un hombre conocido por su extrañeza en todo el pueblo.

Durante el día se pasa las horas al lado del mar, mirando fijamente el horizonte, nunca nadie le vió hablar con alguien, o comer, todo esto era inquietante pues a pesar de ir vestido con andrajos, se trata de un hombre muy atractivo,de cabello rubio anaranjado, como una mezcla de fuego y rayos, piel bronceada y de importante muscultura,aunque de naturaleza esbelta.Los habitantes del pueblo se preguntan como logra mantenerse así sin que nadie lo haya visto comer.
En noches como esta siempre se pone a ver el cielo y pasa así toda la noche, sin moverse, como si esperase a que ocurriese algo, si uno se fijase aún más podría ver expectación en sus azules y sabios ojos y en su tensa quietud.

Pero,si alguien se pasase horas contemplando a ese hombre, podría llegar a apreciar el desespero que esconden sus levísimos cambios de postura, su pesado parpadeo, todo en él.
Hay algo de este misterioso hombre que nadie sabe y es que, en un momento muy avanzado de todas las noches, cuando ni si quiera los buhos se atreven a ulular y el batir de las olas contra la costa se hace apenas un murmullo, el hombre ríe.
Ríe hasta que se le salen las lágrimas.

Es la risa de un hombre que espera pacientemente la razón de su existencia.

Su nombre muchos lo supieron, pero pocos de ellos quedan.

Su nombre...

Naruto.