Era 5 de Diciembre, hacía frío. Tenía la nariz y las mejillas sonrojadas. Llevaba mi viejo gorro de lana gris, mi bufanda y mis guantes a juego. Mi gabardina no era muy gruesa así
que el aire fresco me llegó a los huesos. Me puse mis botas y salí por la puerta mientras me despedía de mi madre con un grito para que me oyera. Esperándome en un banco estaba Bianca, concentrada con su teléfono móvil. Se levantó de un salto al verme y yo le saludé con una sonrisa, arrugando la nariz, una manía estúpida que tenía. Me abrazaba ansiosa, más que de costumbre y de camino al instituto decidió torturarme hablándome sin parar de su novio y su supuesta relación perfecta.
Bianca es la típica niña perfecta que todos envidian, mide 1’80, tiene una melena perfecta, ondulada y rubia. Tiene una media de excelente y es súper simpática. Con los años aprendes a vivir con esos celos.
Ella entra, pero yo no. El profesor de primera hora no ha venido, así que me quedo sola,
sentada bajo un abeto, fumando un cigarrillo. Estuve mirando la hora. La única sensación
que tengo es la presión del humo en mis pulmones y el alivio de sentirlo salir.
Vuelvo a mirar la hora, apenas me quedan cinco minutos para entrar, ¿Como han pasado
tan rápido los minutos? Doy la última calada y me levanto. Me parece ver de reojo a alguien
que corre, pero cuando me giro para mirar, tan solo me encuentro a escasos metros
una pluma. No una normal, sino grande, delgada, suave y muy negra, de un negro puro y
brillante. La recojo y la pongo en el bolsillo de mi mochila. Continuo mi camino hacia la clase, distraída, despreocupada, dejando que la música entre mis oídos a través de los
auriculares.
Me siento sola y saco mis laminas para la clase de dibujo. Recuerdo la pluma, así que
empiezo a deslizar mi lápiz de carbón, despacio y suave, intento hacerla perfecta, detallada.
Juego con las sombras y las perspectivas.
-Lisa. - me llama la profesora -. Lisa. - repite, esta vez tocándome el hombro y sacándome completamente de mi concentración.
-¿Qué? - le preguntó quitándome un auricular para oír mejor.
- ¿Quieres participar en la decoración del baile? - Me dijo con indiferencia.
- ¿Que baile? - Pregunté confundida.
- El baile de máscaras.- Me contestó ofreciendo el papel para apuntar mi nombre.
- No lo se, debería consultarles a mis padres.- Me excusé antes de acabar la conversación. Espero en la salida del instituto mi reencuentro rutinario con Bianca, pero veo que se está
retrasando más de lo normal, así que después de 15 minutos de larga y pesada espera
decidido volver sola a casa.
A medio camino siento como se posa una mano en mi hombro. Doy un brinco y asustada
me doy la vuelta automáticamente, pero de nuevo, ahí no hay nadie. Sigo mi camino,
intentando despejar mi mente de las absurdas ideas que se me pasan por la cabeza, esta vez a paso más ligero.
Una vez llego al portal, introduzco mi llave en la cerradura, cierro la puerta rápido y echo el
cerrojo, cuando por fin me siento a salvo suelto una bocanada de aire, ya que sin darme
cuenta estaba conteniendo la respiración. Estoy sola en casa, como esperaba, pero me
llevo una gran sorpresa cuando Kira viene corriendo a saludarme. Entre sus besuqueos y
lamentos deduzco que quiere salir a estirar las patas, así que le pongo su correspondiente
collar nuevo, su correa y salimos. Al abrir me choca el viento en la cara y corro a buscar mi
abrigo. Salimos hacia el parque.
Después de pasar horas jugando con la perra, estoy cansada y agotada, así que decido
irme hacia casa. A medio camino siento a alguien detrás de mi. Empiezo a sentirme
incómoda y aterrada. Pienso que no será nadie , sigo andando en dirección a casa,
cuando de repente salta Hugo sobre mi espalda tapandome los ojos.
Hugo es mi mejor amigo. Solían meterse con él por ser homosexual en la primaria, pero es un chico
verdaderamente extraordinario, se le puede contar cualquier cosa y por pequeña que sea,
siempre lanzará un agudo chillido y un “¡ No me lo puedo creeeeeer!”
Hacía días que no le veía, así que se me dibuja una sonrisa en la cara mientras Kira se le
tira encima. Al parecer ella también le ha extrañado. Cuando por fin decide bajarse de mi
espalda empieza a acribillarme a preguntas sobre qué he hecho en su ausencia y el me
explica lo que ha estado haciendo con su familia en Canadá. Yo no estaba habladora pero
no pareció darse cuenta y lo agradecí.
Cuando llegamos a mi casa de nuevo le invité a pasar y al cerrar la puerta nos encontramos una nota. Estaba en un sobre negro y mi nombre estaba escrito con purpurina plateada. Hugo se
lanzó sobre el y lo abrió ansioso.
-Hugo Ross, deberías pedir permiso antes de coger las cosas de los demás.- Le digo con
los brazos en jarras fingiendo estar enfadada, debe percibir que no es enserio, porque
suelta una carcajada y me echo a reír.
-¡Por el amor de Dios, Lisa! No puedes echarle a algo purpurina y esperar que no lo toque.-
Cuando por fin consigue regular su respiración empieza a leer la nota.
“Querida Lisa, aquí te dejo dos entradas para asistir al Baile de Máscaras y asegurar tu
asistencia. La segunda entrada es para un amigo, no un acompañante, nos vemos en la
primera canción lenta.”
- ¿Quien lo manda?- Preguntó con los ojos muy abiertos.
Mira detrás de la carta y en el sobre con el ceño fruncido.
-Que extraño, no lo pone.- De repente da un brinco.- ¡Ohhh un admirador
secretoooooooooooo!
- No digas tonterías.- Suelto un suspiro. - Esas cosas les pasan a chicas como…. Como
Bianca, en fin. Solo mirame.
- Yo te veo estupenda.- Dice encogiéndose de hombros.- ¡Eh! Quita esa cara larga. ¿Que te
parece si salimos esta noche?
La verdad era que no me apetecía nada, no había sido un buen día para mi y estaba
cansada, pero no pude decir que no, Hugo acababa de llegar y no me apetecía nada ser la
amiga sosa.
- Esta bien.- Contesté.
Después de dos horas discutiendo sobre qué tipo de ropa debía llevar, acabé con unas
deportivas, unos vaqueros desgastados y una camiseta de tirantes más escotada de lo que
me hubiera gustado, en cambio Hugo iba perfecto con las prendas que ya llevaba.
A las ocho de la tarde ya estábamos frente una discoteca. No me sonaba, pero no me
sorprendió, pues yo no estaba hecha para la noche, prefiero pasarlas leyendo con un café
en la mano o hablando con Bianca, que parecía no dormir jamás, y aun así no tenía rastrode ojeras nunca.
Cuando después de media hora de cola conseguimos entrar, el ambiente me animó bastante así que arrastre a Hugo a la pista de baile y este pareció sorprendido, pues sus
ojos parecian apunto de salir de sus órbitas. Se acercó a mi oreja mientras bailamos.
- Esta nueva Lisa me gusta.- Dijo chillando, aunque aún así me costó oírlo.
No conteste y seguí meneando mis caderas con una sonrisa en la cara. Por primera vez, en
semanas, me estaba divirtiendo. Puede que, al fin y al cabo, sí estuviera hecha para la
noche.
-¡Lisaaaa, voy a por una copaaaa. ¿Quieres algooo?!- Me preguntó ya a punto de salir
disparado hacia la barra.
- Lo mismo que tú.- Contesto.
Seguí bailando, y de repente, paré. ¿Qué estaba haciendo ahí sola, moviéndome como una
idiota? Miro a mi alrededor y veo un grupo de gente que me mira. Los tres chicos me miran
sonrientes y comentan entre ellos. Las dos chicas también me miran, pero sin sonrisa
alguna en su rostro. Me atrevería a decir, que si se pudiera asesinar con la mirada, ya
estaría hecha cenizas. Me di cuenta de que les estaba mirando fijamente así que les
devuelvo la sonrisa, aunque no conseguí que me saliera tan natural como a ellos, e incómoda
les salude con la mano. Aunque enseguida me arrepentí debido a que una de las chicas
se estaba acercando.
-Hola, soy Madison.- Me saludó con la sonrisa más forzada que había visto en la vida.
Madison era un palmo más bajita que yo, de pelo del mismo color que la arena de la playa y
ojos verdes. Me di cuenta de que nos pareciamos bastante, no nos tomarían por hermanas, pero estoy segura de que si le dijera a alguien que eramos primas, no lo pondría en duda.
-¿Ves ese chico moreno tan guapo? Pues éste es su número. Toma.- Me ofreció un papel.
-¿Cual de ellos?.- Le pregunté.
- El de la gabardina.- Le cogí el papel y se dio media vuelta.
Saqué mi teléfono y guardé su número, pero no tenía ni idea de qué nombre ponerle. Decidí
ponerle uno provisional hasta saber su nombre, me decidí por “ChicoDisco”.
Cuando me volví para buscar a Hugo lo vi frente a mi, con dos copas muy llenas.
Bailamos hasta el cierre de la discoteca.
Mientras caminamos de vuelta a casa a las altas horas de la noche, di gracias a que al día
siguiente no hubiera clase, no sería capaz de levantarme. Una vez llegamos a mi porche me
despedi de Hugo y entre en casa. Para mi sorpresa estaba mi padre, sentado en el sofá
mirando la televisión.
- Es tarde.- Me dice muy serio.
- Hola a ti también.- Le contesto con una sonrisa irónica.
- ¿Sueles llegar a la hora que te dé la gana?
- Espera, a ver si ahora te va a salir el amor paternal por las orejas.- Y esas fueron mis
últimas palabras antes de encerrarme en la habitación.
“Es tarde”. No me lo podía creer. Se pasa un mes de viaje de trabajo sin dar señales de vida
y se creía que podía venir dándome órdenes. Decido que no vale la pena enfadarse y llamo
al “ChicoDisco”, con esperanza que aún no esté en el local.
-¿Ho-ola?- Contesta, pero el ruido de fondo me confirma que aún está en la discoteca.
Hola, soy la chica que te ha saludado, ¿Te pillo en mal momento? Puedo llamar más tarde
o ya mañana a una hora normal.- Me fijo en que son las cuatro de la mañana.
-¡No, tranquila!, si yo ya me iba.- Escucho a través del teléfono como se despide de sus
amigos, y como se quejan.
Una vez dejo de escuchar la música a todo volumen, sé que ya está fuera.
-Ahora mejor.- Me dice después de un par de minutos sin dirigirme la palabra.
- Ya lo creo.- Suelto una risita y recuerdo a mi misma que no soy una chica rubia e idiota
como las del equipo de animadoras y me corrijo poniéndome recta.- Esto… ¿Puedo saber
tu nombre?
-Ethan. Mi nombre es Ethan.¿Y tú eres…?
-Lisa.- Se me oye más brusca de lo que quería sonar.
-Eso justo iba a decir. Tienes cara de llamarte Lisa.- Suelta una carcajada.- Es nombre de
chica guapa, ya sabes, como tu.
- Por favor, si vas a lanzarme indirectas, deberías aprender a disimular mejor..- Le suelto,
aunque me sigo riendo.
- Me gusta ir al grano, no me van las indirectas, ni mucho menos disimular. Así que … ¿Qué
tal si nos vemos algun dia? - Debato si debería o no varios segundos.- ¿Lisa?, ¿Sigues ahí?
-Si, si, sigo aquí. No creo que sea buena idea.
-Está bien Lisa, eres la primera en rechazar a este lumbreras, así que esto no acaba aquí.-
Me dice burlón antes de colgarme.
Abro los ojos, no recuerdo haberme dormido anoche, pero estaba agotada. Decido darme
una ducha. Ese día decido que lo pasaré en casa así que cojo un pantalón ancho y una camiseta tres
tallas más grandes de la que uso habitualmente. Una vez salgo y me visto me seco el pelo
con secador; pues no soporto tener el pelo mojado.
Después de pasarme un par de horas leyendo, veo que es hora de comer y que no me
apetece nada cocinar, aunque como aún no había hecho la compra este mes tenía para
elegir entre un yogur probablemente caducado o un tomate florecido. Acabo agarrando el
teléfono y pidiendo una pizza a domicilio.
A los veinte minutos llaman a la puerta. Voy más corriendo que andando y abro la puerta
ansiosa, estoy muerta de hambre. Una vez abro, cojo la pizza y le ofrezco el
correspondiente dinero. Cuando lo coje y veo que no se marcha dejo que por primera vez
mis ojos analicen su rostro. El chico de la discoteca, Ethan. Y me estaba mirando sonriente.
- Casualidades de la vida.- Dice rascándose la nuca.- Es de muy mala educación no dejar
propina.
- Esta bien.- Añado.- Si querías cinco pavos solo tienes que pedirlos.
-Oye… ¿Podrías rellenar esta hoja?- Me pregunta ofreciéndomela.
Leo por encima la hoja que me ha dado. He de evaluar su trabajo ya que está de pruebas.
- No sé qué poner, el servicio es un poco descarado.- Vacilo.
- Pon lo que quieras pero de prisa, debo hacer más encargos.
La relleno, estoy contenta con el servicio que me han ofrecido. Se la entrego y sigue
mirándome.
- ¿Qué?
- ¿No me invitas a pasar?- Me dice con una sonrisa burlona.
- Obvio que no.- Le digo mientras le cierro la puerta en las narices.
Detrás de la puerta me dice:
- Esta bien, pero aquí no se acaba la cosa, recuerda... Ahora sé donde vives.- Y suelta una
carcajada.
Después de comer, me doy cuenta de que no sé qué hacer. Por suerte suena el teléfono
fijo, reconozco el número, es Bianca.
-¡¡¡ Nenaaa!!!- Me grita, deseé haber estado un poquito más lejos del altavoz.
- Hola. ¿Dónde te metiste ayer?- Le pregunto recordando que no estuvo en la salida del
instituto el día anterior.
- Oh, si. Lo siento. Salí la primera y Jace me esperaba en la moto. No quería decirle que se fuera, sería un feo enorme.- Se explica.
- Me parece muy bien. ¿Y no me podías haber avisado? Creo que para eso se inventó el
aparato con el que estamos hablando.- Intento no ser muy brusca con ella, pues sé que es
sensible, pero sabe que me molesta que me dejen tirada.
De veras que lo siento. ¿No te habrás enfadado? No lo hice de mala fe.- Me dice con un
tono demasiado sincero para ser mentira.
- Claro no.- Le respondo soltando un suspiró.
- Perfecto por que estoy en tu puerta.-Después de eso me cuelga.
Me quedo un par de segundos sentada en el sofá mirando el teléfono, confundida. Pero
suena la puerta de nuevo. La abro sobresaltada. Y en un instante estaba en el suelo, con un
agudo dolor en la nuca.
Atada de pies y manos. Amordazada, siento que alguien me coje en brazos. No me resisto,
pues es inútil. Me meten en una furgoneta o alguna cosa por el estilo siento que meten a
alguien más, ésta llora y gime. Bianca...
- Oye, voy a quitarte la mordaza, pero deja de hacer ruido, ¿Vale?- Le digo intentando
calmarla.
Me acerco a ella, y con los dientes y mucho esfuerzo consigo bajarle eso, la miro y entiendeque ella debe hacer lo mismo.
- Esta bien. No llores. Ahora cuando abran las puertas nos llevaran a algún lado, Dios sabedónde. Cuando acabe de explicar te volveremos a ponernos los trapos en la boca. ¿Está
bien?- Asiente.- En cuanto tengamos la oportunidad nos quitaremos esto e intentaremos
escapar. ¿Vale?- Oigo un ruido y me acerco a ella y le coloco la mordaza torpemente y ella
a mi con prisas.
Un chico joven, muy hermoso, demasiado para que estuviera ahí delante nuestra,
molestandose por secuestrarnos y no en una revista o en alguna agencia de modelos importante.
Aparto ese pensamiento de mi mente, pues este chico como he dicho antes: NOS HA
SECUESTRADO, aunque es obvio que no está solo.
Entra en la furgoneta y nos analiza a ambas, como viendo cual le iba a costar más cargar ocual le apetecía más. Se decide por Bianca, la carga a su hombro y me sorprende lo poco
que parece pesarle, como si en vez de una chica de 1’80 cargará una toalla o una ligera
mochila.
Después viene el otro chico, muy joven, también muy hermoso, de tez morena y ojos color
verde, un verde tan intenso que resultaba casi agresivo. Aunque yo conozco a ese chico.
Ethan de nuevo. Me sonríe y me carga a su hombro exactamente como ha hecho el chico
anterior con Bianca. Cierra la puerta trasera de la furgoneta con una patada.
Entonces reparo de donde estoy; En medio de la nada. Solo veo arboles, arboles y mas
arboles. Entramos en una vieja casa de madera donde me pone en el suelo más delicadamente de lo que me esperaba. El otro chico; El rubio, nos quita los trapos de la
boca.
-Esta bien, ahora si os apetece chillar, adelante, nadie os oirá.- Dice este.
Me sorprende con la frialdad que lo dice, como sus ojos grises no muestran expresión o
empatía alguna.
Me giro hacia Bianca, y veo que está al borde de la desesperación, pero le digo que no con
la cabeza y entiende que no puede perder los estribos, y mira a los dos chicos que tenemos
delante.
Pero hablo, antes de que ella lo haga.
-¿Y ahora qué?.- Parece que no se esperaban mi pregunta, pues noto que se les abren
ligeramente los ojos a ambos.
-Esperemos órdenes del señor.- Me contesta Ethan.
-Pues aqui estoy. Aqui esta vuestro Señor.- Dice una voz que proviene de la puerta de
la entrada.
La voz me es realmente familiar. Y aunque aún no ha cruzado el pasillo, aunque aún no le he visto la cara, casi se me para el corazón pues; Sé exactamente quién es.
Papá.
No me lo puedo creer. ¿Qué demonios está ocurriendo aquí?,¿ Es una especie de broma,
quizá de juego?
Y aunque intentó convencer a mi mente de que esto debe de ser una broma o algo
semejante, no lo creo, ninguno reía. Solo había una sonrisa en la sala. Y era la de mi padre.
Pero no era una sonrisa de alegría, más bien de diversión, la sonrisa que imaginas que
pone un psicópata antes de hacer una catástrofe. Ese tipo de sonrisa. Y si no fuera porque
unas cuerdas muy bien atadas me lo impedían, se la hubiera quitado a golpes.
Tenía muchas preguntas por hacer, pero no se me ocurrió nada en aquel momento, me
quedé en blanco. La única palabra que consiguió salir de mi boca fue una:
-Traidor.