Capítulo 26

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Escuchó como se partían unas ramas cerca de ellos. Se levantó como un rayo y sin alejarse del árbol donde estaba recargado llamó con un murmullo a Matías:

-¡Cht! ¡Cht!- llamó la atención de su amigo- ¿escuchaste? Algo se acerca- aseguró una vez que Matías estaba a su lado. El mayor frunció el ceño y miró a su alrededor, esperando encontrar algo fuera de lugar.

¡Crug! – el crujido se escuchó más cerca y ambos se paralizaron, Rafa fue el primero en moverse, colocándose a espadas de Matías.

-Parecen... voces- aseguró Matías mientras agudizaba su oído.

-¿Serán...?- preguntó Rafa sudando.

<<... El problema será buscar la salida porque es un muro enorme según entiendo...>>

Matías asintió suspirando- son ellos- aseguró y los buscó con la mirada, pero la noche era demasiado negra para dejarlo mirar más allá de dos metros.- ¡Ey! Muchachos- gritó- estamos por acá.

-¡Sigue hablando! ¡No podemos verte!- se quejó Alan. Los otros dos comenzaron a gritar, decían "por acá", "ya casi llegan" o algo similar. Querían que sus compañeros llegaran, no tanto para encender el fuego sino para estar aliviados de que hubieran regresado sanos y salvos.

Como si fuera magia, los nervios de Matías se desvanecieron al ver a los recién llegados con la madera entre sus manos. Rafa se ofreció para ayudar a Alan quien era el que más madera cargaba.

Una vez que llegaron junto al refugio Matías dejó que Alan, Abraham y Rafa encendiesen el fuego. Él entró al refugio y encontró a Karen aun despierta:

-¡Ey!... ¿Adivina quienes acaban de llegar?- susurró para no despertar a las otras. La chica agrandó los ojos.

-¿Están aquí? – preguntó.

-Sí, van a encender el fuego. Ya puedes estar tranquila.- dijo él, y antes de que saliera, Karen lo detuvo.

-Gracias... por haberme avisado- sostuvo. Matías sonrió y asintió con la cabeza. Salió del refugio y se acercó a los muchachos que ya estaban intentando prender la madera, Alan volvió a explicar lo que le había dicho a Abraham; sabiendo eso los cuatro comenzaron a sacar la madera interna de los trozos de madera; como Alan indicó: la madera estaba seca.

Después de varios intentos por fin lograron encender una fogata. Los cuatro se miraron y se sentaron alrededor de su creación. Nadie tuvo que hablar, todos sabían lo que les esperaba: perderían al menos 9 horas hasta el amanecer. Generalmente el alba comenzaba a eso de las 6 así que a esa hora partirían nuevamente. Haciendo los cálculos, Matías advirtió que a partir del amanecer solo contarían con 46 horas aproximadamente, y todavía no tenían ninguna pista para saber si estaban caminando en la dirección correcta.

-¿Creen que Fernando e Iván lo hayan logrado?- preguntó Rafa rompiendo el silencio.

-Bueno, el chico aseguró que podían hacerlo. No dudo de ellos.- dijo Abraham convencido de ello.

-Deberían dormir, todos.- sugirió el mayor- aún hay espacio en el refugio, por si quieren... yo me quedaré despierto un rato. Llamaré a alguien dentro de dos horas para que me supla.

Los tres jóvenes se levantaron y se fueron alejando de la fogata, donde el mayor se quedó sentado, Rafael se detuvo y regresó a donde Matías estaba:

-¿Quieres que me quede contigo?- propuso.

-No, quiero que todos duerman para que mañana tengan la energía necesaria.

Si tú vas, yo tambiénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora