Desolación

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Ruido. Mucho ruido. Y, de repente, nada. Todo lo que veía, oía, olia; se quedó en nada. Todo dejó de tener importancia cuando vio esa imagen. Una imagen que se quedaría grabada para siempre en su mente. Una imagen que nadie debería ver. Una cara conocida, ya no conocida, sino querida. Una cara sufriendo. Una cara que se queda si  vida, una mirada que se queda fija en ella. Una mirada cuyos últimos destellos son dirigidos para ella. Y eso le causaría más sufrimiento a lo largo del tiempo que lo que vio en esos ojos. Se sumió en la más profunda tristeza, tanto que no podía llorar, ni hablar, ni hacer nada.
Lo primero que hizo, dos horas después, fue acercarse al cuerpo ya sin vida. Se agachó y se sentó sobre el frío suelo. Cogió la mano inerte y la apretó entre las suyas. Después se levantó, y se fue.
Se sentó en una esquina alejada de todo. Y se preguntó cómo había llegado hasta allí. ¿Qué había hecho para merecer eso?
Notó una figura humana sentarse a su lado.
-No quiero hablar.
-No voy a hacerlo.
Los dos se quedaron sentados sin decir nada, compartiendo en silencio su dolor.
Después de un rato (no sabía realmente cuánto tiempo) vieron salir del edificio a unos señores llevando una camilla, con una sábana cubriéndola. Entonces se dio cuenta de que todo había acabado.
-La vida es una mierda - dijo ella cuando pareció volver a la realidad.
La persona que estaba a su lado, que hasta ahora no había visto quién era, la abrazó, y ella no se pudo contener y comenzó a llorar.
-¿No había otra persona? - gritó - ¿No había otra persona que te pudieras llevar? - y se tumbó en el suelo.
-Desahógate, es lo mejor.
-Ojalá estuviera yo en su lugar y él siguiera viviendo.
-Ey, no digas eso. Yo te necesito. - y la volvió a abrazar.
-Y yo le necesito a él...
Estuvieron un rato más sentados hasta que la llevó a su casa.
Las cosas se iban a tornar difíciles a partir de ese momento...

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