Resquebrajado

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No era un dolor físico. Pero sentía como si su cuerpo fuera a resquebrajarse hasta romperse en dos. Estaba cansado de que ese desgarrador dolor, lo acompañara a cada lado que iba y que a nadie le importara verlo sufrir.

Su amo era un señor respetable y, aunque a veces ponía en duda si realmente lo quería, él prefería creer que sí. Convencido que la causa de su maltrato no era culpa de su amo sino de su representante, se sentía impotente viendo como éste intervenía cada vez más en su vida y cada decisión que tomaba hacía que él saliera perjudicado. La última vez fue la peor.

Hace un par de años, escuchó como el representante aconsejaba a su amo y le aseguraba qué era lo mejor. «Búscale un nuevo hogar» le dijo. Hablaban de él. Ahí fue cuando comprendió que, a pesar de que esos años se había sentido especial y creía regalarle felicidad a su amo, no era más que un esclavo.

Así fue cómo comenzó esa tortuosa vida en que su representante buscaba al mejor postor, convencía al amo y lo vendían a otro dueño. Pero siempre se repetía el mismo patrón: estaba unas semanas con su nuevo dueño, algo sucedía que lo hacía volver nuevamente con su amo y unos días después, emprendían la búsqueda otra vez.

Nunca pudo sentirse cómodo con ninguno de sus dueños provisorios y no conseguía entender cuál era la ganancia de todo ese negocio. ¿Qué le daban aquellas personas a su amo a cambio? y ¿por qué luego de unas semanas decidían romper el pacto y buscar una mejor propuesta? ¿Él estaría haciendo algo mal?

Los años pasaron y él seguía cambiando de dueño como si fuera tan solo un objeto. Su tristeza era cada vez mayor. A veces tenía suerte y su nuevo dueño era una persona amable, pero todos cambiaban con el tiempo; se terminaban cansando de él, lo lastimaban y lo trataban mal. Pero cuando estaba al borde de la desesperación, cuando parecía derrumbarse y ya no aguantar más, su amo volvía a rescatarlo y lo llevaba de nuevo consigo.

No podía odiarlo a pesar que lo tratara con indiferencia y que quisiera desprenderse de él con facilidad, porque al final del día cuando necesitaba que alguien lo rescatara, siempre era él que venía a recogerlo y mecerlo entre sus brazos para intentar aplacar su dolor.

Del último de sus dueños, salió tan malherido que su amo decidió aguardar un tiempo para intentarlo de nuevo. Cuando se enteró su representante, intervino asegurando que la mejor forma de curar las heridas era encontrar un nuevo amo que lo tratara como se merecía.

«¿Y qué pasa si no hay nadie allí afuera que lo merezca?» había gritado su amo. Su representante guardó, por una vez en mucho tiempo, un largo silencio, y él se sintió tan querido como hacía mucho no se había sentido. Tal vez en algún momento su amo encontrara un nuevo dueño que lo quisiera, tal como su representante aconsejaba, y tal vez fuera algo realmente bueno para él, pero ahora él sabía que lo mejor era quedarse con su amo y que sus heridas las curaría el tiempo.

El representante dejó de opinar del tema; ya ninguno hablaba de negocios.

A pesar del miedo que sentía hacia el representante, un día la curiosidad pudo más que él y se animó a preguntarle directamente qué es lo que buscaba su amo, por qué ambos estaban tan ansiosos de hacer negocios con él y qué recibía a cambio.

«A cambio, recibe otro como tú» respondió con aire despreocupado, pero a él se le heló la sangre. El representante continuó: «Todos tenemos un deseo y un deber en este mundo. Mi deseo es que tu amo sea feliz y mi deber es conseguirle de un modo racional todo lo que necesite. Aunque admito que muchas veces tu amo prefiere no hacerme caso a mí y escucharte a ti». «¿A mí? ¿Por qué?» se sorprendió. «Porque te ve sufrir» afirmó el representante con sencillez «y la felicidad de tu amo, es que tú seas feliz».

Se hicieron unos minutos de silencio y extrañado exclamó: «¿En serio? Pues no lo parece. ¿Cómo estás tan seguro?»

El representante sonrió con complicidad y declaró: «Porque eso es lo que quieren todas las personas románticas como tu amo. Quieren entregar su corazón a una persona que los ame y los cuide tanto como él quiere cuidar de la otra persona, y es mi deber, como cerebro, que considere las mejores opciones. Así que ahora podrás notar, pequeño corazón, que a pesar de que a veces tu amo se enoja contigo y probablemente no lo admita, eres lo mejor que tiene, eres quien saca su mejor lado y no solo no puede, sino que no quiere, vivir sin ti»

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