Como era de esperarse, una enorme sonrisa se formó en el rostro de Eliza, una sonrisa que combinaba a la perfección con sus preciosos ojos esmeralda.
—¡Muchísimo gusto!—Exclamó ella con una notable alegría—Mi nombre es Elizabeth Macrath, soy mamá de Foxy—Estrechó la mano de la de cabellos claros con efusividad
—Mi nombre es Joshua, Joshua Macrath—Dijo él, para luego inclinarse y dar un beso en la mejilla de la mujer como todo un caballero
—Ah, los Macrath, qué gusto—Sonrió Sam—Yo soy Samantha Anders, mamá de Golden.
—¡Oh, lo sé! Foxy nos habló de ti con mucho entusiasmo—Rió la más bajita de los tres
Las mejillas del pelirrojo se volvieron de un leve carmín ¿Es que todos planeaban dejarlo en ridículo con su suegra?
Golden solo rió un poco, para luego tomar con cariño la mano de Foxy, y se apegó un poco más a él.—Créame, parecía muy emocionado—Eliza sonrió ampliamente
—Oh, por favor—Dijo Sam—Nada de formalidades, soy solo Sam si gustan—Sonrió, a lo que Eliza asintió con la cabeza
Claro, Eliza tenía un carácter tan alegre y cálido que era prácticamente imposible no tomarle cariño a la primera. Esas eran de las razones principales por las que Joshua estaba enamorado de aquella mujer que, no era delgada, no era alta, no tenía un peinado de lo más bonito u original, tenía canas, no era del todo joven, no tenía labios gruesos ni nariz fina, pero joder, era la mujer más bonita que tanto Joshua como Foxy habían visto jamás.
Y Sam tenía una mente tan abierta que no tenía problema alguno en querer a los demás tal y como eran. Había aceptado a Matthew en un principio, había aceptado que su hijo estuviera casado con otro hombre y no con una mujer, y también aceptó que aquel hombre con el que su hijo estaba casado, fuera adoptado y carecente de una familia biológica.
Y ahí estaban, Macrath, Anders y Leyton sentados al rededor de la mesa, comiendo una de las mejores comidas que se podrían haber hecho ¿Cuál era el secreto de aquella comida tan exquisita? Fácil, tomaron el teléfono y pidieron sushi, ya que Eliza temía preparar algo y que a Sam no le gustara. Así que esa había sido la solución que los cinco habían acordado.
—Entonces... Cuéntenos, vamos ¿Tiene alguna historia de cuando Golden era niño?—Preguntó Eliza, claro, refiriéndose a cuando Sam no tenía prohibido ver a su hijo
—Oh, claro que sí—Rió levemente, a lo que le lanzó una rápida mirada a Golden, quien rascó su nuca algo avergonzado
Algo a lo que no había temido en mucho tiempo. Las historias de mamá. Esas historias en las que tu madre te avergüenza hablando de cuando eras pequeño, y por alguna razón, de pronto a todos les interesa saber lo que hacías de pequeño.
—Recuerdo que cuando Golden era pequeño, era rellenito—Comenzó a relatar Sam
Golden de inmediato empezó a encogerse en su asiento, mientras veía como Foxy sonreía a la mujer de ojos grices con interés, queriendo escuchar esa historia.
—Entonces siempre se quejaba, porque decía que no podía correr y jugar como los otros niños lo hacían—Continuó contando—Y un día empezó a pedirme consejos y tal, en serio, parecía como mi mejor amiga desesperada, solo que es mi hijo—Rió un poco
La risa de los demás hizo que a Golden le hirvieran las mejillas, especialmente la risa de Foxy, pero bueno, la de él siempre hacía que se ruborizara y sintiera aquellas mariposas en el estómago.
—De pronto empezó a rechazar las golosinas y decía "No, porque eso me hará engordar"—Rió otra vez al recordar el tono de diva con el que su hijo hablaba para ese entonces
—¡Pero mira lo apuesto que quedó!—También rió Eliza
Golden sonrió nervioso, a lo que el pelirrojo se rió de aquella expresión. No recordaba alguna vez en la que Foxy se hubiese burlado de su vergüenza.
Pero por alguna razón, de igual modo le gustaba tener a su madre contando aquello. Porque bueno, tenía a su madre con él, riendo y mostrando aquella sonrisa resplandeciente y hermosa, aquella sonrisa que solo pertenecía a su madre, a nadie más.