Capítulo 21

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–¿Qué demonios...?

–¡Darío Zeffirelli, cuida tu lenguaje! –su abuela le echó una mirada furiosa–. ¿Qué estabas por decir?

–¿Te has vuelto loca? –replicó en tono bajo. Ella lo ignoró–. ¿Abuela?

–¿Qué? ¿No vas a saludar a tus invitados?

–¿Mis invitados? ¿¿Mis invitados?? –repitió, incrédulo. Intentó pensar, encontrar una explicación de lo que sucedía pero no había nada. Su mente estaba en blanco–. ¿Abuela? –esta vez, su tono era suplicante. Eso pareció complacer a la anciana.

–Tu cumpleaños –exclamó sucinta, como si eso lo dijera todo.

–¿Tu cumpleaños? ¿Qué quieres decir?

–¿Eres idiota o qué? –siseó su abuela mientras ponía en blanco los ojos.

–No, no soy ningún idiota. Pero no puede ser mi cumpleaños el motivo de esta celebración.

–¿Por qué no? –cruzó los brazos, exasperada. Por primera vez, Darío se atrevió a espiar más allá, a la gente que se suponía estaba reunida para celebrar una fiesta de cumpleaños que indudablemente no podía ser la suya–. Darío, ¿por qué no? –insistió su abuela.

–¡Porque mi cumpleaños es en marzo!

–¿Y?

–¡Estamos a inicios de febrero!

–¿Tu punto es?

–¡Abuela, por todos los...! –Darío apretó la mandíbula. No, no podría discutir con la lógica de su abuela. Aun cuando no hubiera lógica alguna, ya que faltaba más de un mes para su cumpleaños. Suspiró–. Gracias –gruñó.

–¿Lo ves? ¿Era tan difícil? –sonrió, complacida–. Ahora, ve a saludarlos.

Darío esbozó una sonrisa irónica dirigida hacia su abuela, quien ni siquiera se inmutó mientras continuaba dando la bienvenida al resto de invitados. Él continuó saludando, como si fuera lo más normal del mundo encontrar a una decena de personas en la Mansión Zeffirelli la noche en que tenía una cena privada y familiar con su abuela. ¡Aquella anciana lo iba a volver loco!

Murmurando por lo bajo caminó hasta el rincón más alejado, sintiéndose poderosamente atraído hacia allí. ¿Cómo podía imaginar que la encontraría?

Bianca. Debía ser Bianca quien estuviera presente para ser testigo de su completa incomodidad y humillación. ¿Y por qué no? Ella estaba en los lugares más inesperados y era ideal que se encontrara aquella noche sin sentido, en que ni él sabía qué hacer consigo mismo.

–Buenas noches, Bianca.

–Hola, Darío –saludó jovialmente. Él arqueó una ceja–. ¿Qué sucede? ¿Te estás divirtiendo tanto?

–Mis exactos pensamientos. ¿Te diviertes, Bianca?

–No empecemos, ¿sí? –pidió, aunque una sonrisa traviesa bailaba en sus labios. Darío suspiró y asintió–. ¿Sorprendido?

–¿Sorprendido? ¡Eso es quedarse corto! No sé... mi abuela... –soltó otro suspiro y Bianca se encogió de hombros–. ¿La has conocido?

–Hace un par de semanas –Bianca pareció pensar sus palabras cuidadosamente antes de decir–. ¿Puedo preguntarte algo?

–Por supuesto.

–¿De verdad es tu fiesta de cumpleaños?

–Eso parece.

Un amor así (Sforza #5.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora