Cap.4

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La reconocí en cuanto habló.
La forma en la que se expresa me recordó vagamente a su padre y supe que era ella. La chica tenía valor, se nota que defiende tanto sus creencias como lo suyo.
Cuando terminó la clase recordé que Maggi me pidió invitarla y la llamo.
-Señor Bowman- se acerca con mochila en mano.
-Después de la clase puedo ser Andrew, Colette. Mi esposa me dijo que debía invitarte a cenar esta noche. - Voy al grano.
-Oh, es muy amable de su parte. Solo que no sé dónde viven.
-¿A qué hora termina tu última clase?
-6 pm.
Pienso en decirle que mejor otra ocasión pero mi esposa me mataría así que hago arreglos mentales para poder terminar antes y llevarla. Entre más antes mejor.
-Ya, mira la mía es a las 7. No sé si te gustaría esperar solo una hora y yo te llevo a casa. No es lejos de la tuya, además no podrás perderte.
Lo piensa un momento y espero que diga que no.
-Me parece bien. ¿Lo espero en el estacionamiento?
-Oh no. No hace falta que te quedes afuera. Espérame en mi cubículo. Intentaré terminar un poco antes.
Lo digo porque se me hace descortés de mi parte dejar esperando en el patio a una dama.
-Hasta al rato señor.
-Andrew.- corrijo.
Se retira y llamo a Maggi.
-¿Diga?- contesta al otro lado de la línea.
-Maggi, le dije a Colette lo de la cena.
-Ah que bien. ¿Vendrá?
-Aceptó. Llegaremos como a las 8.
-Muchas gracias amor. Los espero.
Cuelgo y me dirijo a mis clases.
A las 7 entro a sala de profesores y me encuentro con Lowell.
-Hey- saludo.
-Hola, oye Bowman te espera una chica desde hace 20 minutos. Supongo que está en tu oficina.
-Gracias. Es una conocida mía.
Firmó unos papeles con las secretarías y me dirijo a mi cubículo.
Ella se encuentra sentada en una silla en el pasillo. Esta absorta en su teléfono y ríe. No me ha visto por lo que suelta una pequeña carcajada. Su sonrisa es amplia, sus ojos se hacen pequeños por el gesto y resaltan tanto sus pómulos como sus pestañas negras y espesas. Me acerco a ella y pregunto si está lista. Se sonroja y desaparece su alegría que cambia por seriedad.
Lástima porque feliz se ve linda.
Guardo un par de cosas en mi maletín y saco otras. Hace algunos comentarios del cuarto y no les tomo importancia. Cuando estoy listo le pido que me siga al auto.
Al sacar la llave y quitar la alarma su cara es un poema. Mira el auto con asombro. La boca forma una pequeña O y sonrío con autosuficiencia. Claro que le gusta mi auto. A mi me gusta ¿A quien no podría gustarle esta máquina?
Meto mis cosas en la cajuela y abro su puerta para que suba. Se sonroja.
Subimos y prendo la calefacción por si siente frío. Entonces habla.
-¿Puedo preguntarle algo?
-Ya lo estas haciendo.- salimos de la escuela y me dirijo a Arlington Road.
-Cuantos años tiene?
-Puedes tutearme. Tengo 48.
-Oh. Pensé que era de la misma edad que mi padre.
-Soy un par de años menor que el. Cuando vino a estudiar a Londres tenía la misma edad que tu, también vino por su maestría solo que se especializó en filosofía. Yo estaba en mi último año de carrera cuando nos conocimos por una clase, me ayudaba un par de veces en mis tareas. No te imaginas lo bien que nos llevábamos, siempre estábamos juntos. - me adentro en mis recuerdos y vienen a mi como fotografías.
-Hasta que se casaron.- me interrumpe y a completa correctamente lo que iba a decir
-Si. Cuando nos casamos nos separamos. El se quedo en Seattle y yo aquí. Recuerdo que una vez lo acompañe a ver a tu madre. Cuando se enteró que tenía principios de pulmonía, me llamo alarmado y asustado. Le dije que esperara hasta las vacaciones pero no podía aguantar ni un día más, mucho menos 3 semanas, así que al verlo tan desesperado tome mis pocos ahorros y fuimos directo al aeropuerto por el vuelo más cercano. Llegamos a Seattle solo con una mochila cada quien y unos cuantos billetes.
Todo viene a mi memoria y lo revivo como su hubiera sido ayer.
-¿Enserio hicieron eso? Pero que yo sepa mi madre nunca ha tenido pulmonía.
-¡Eso fue lo peor! Nunca tuvo pulmonía, solo era una gripe con tos pero tu padre como siempre no escucho bien o deshizo las frases o no lo sé, pero entendió mal. Después de todo fue la primera vez que visite Seattle y fue una aventura.
Recuerdo que mis padres se pusieron coléricos conmigo por malgastar mi dinero pero ese viaje lo disfrute con locura.
Colette se queda callada y mira por la ventana. Se siente mal por lo de su padre y yo me siento peor por hacerla pasar por eso, y por qué Roberth fue mi amigo y me dolió su muerte como a su familia.
Manejo entre las calles cercanas a casa y cuando llegamos estaciono el auto. Maggi está parada en el umbral de la puerta esperando por nosotros.
Salimos y se saludan amigablemente las dos.
Caminamos hacia la casa y al entrar lo primero que quiero es dejar mis cosas. Me disculpo y subo a la recámara. Me quito el saco y me arremangó la camisa. Acomodó mi pelo lo mejor que puedo. No sé porque quiero darle la mejor impresión pero lo hago. Me lavo la cara en el baño y me veo por un par de minutos al espejo.
Al bajar mi esposa acomoda las cosas junto con Colette. Me siento enfrente de ella y aún lado de Margarette y comenzamos la cena. Ambas hablan hasta por los codos y yo observó a la chica que tengo enfrente de mi.
No puedo decirle chica por más tiempo ya que es una mujer hecha y derecha. Ha pasado por los años más tormentosos de una adolescente, por los primeros veinte y ahora se ve más madura.
La coleta alta que usa hace resaltar sus rasgos faciales. Tiene el pelo castaño ondulado, sus cejas son tupidas y bien delineadas. Su boca es mullida y rosada. Pero lo que llama mi atención son sus ojos. Aunque castaños son hermosos. No es que tengan algo muy diferente a los demás pero tienen algo que me atraen. No son grandes ni pequeños. Podria decirse que son normales, pero para mí tienen algo atrapante.
La observó durante toda la cena por lo que no me doy cuenta que el tiempo pasa volando y no he dicho ni una palabra.
Cuando intenta despedirse e irse sola inmediatamente reclamo. Maggi lo hace también, pero yo me ofrezco a llevarla a casa. Acepta a regañadientes y subimos al auto.
Inició la conversación.
-Me alegra que hayas estado hoy en la cena.
-Me alegra más a mi que me hayan invitado. Gracias.
Sonríe sin abrir la boca y por una extraña razón me hace sentir bien.
-Sabes, viéndote bien no tienes un parecido exacto con alguno de tus padres. Eres la combinación perfecta de ellos. Tanto como rasgos físicos e intelectuales.
Hago una recapitulación de las caras de sus padres. Su madre cuando era joven tenía esa alegría y su padre era castaño como ella.
-Muchos dicen que me parezco a mamá.
-Puede ser. Pero esos ojos tuyos son únicos y preciosos.
Se sonroja al oír mi comentario y me doy cuenta que lo que dije sonó un poco extraño. Solté como lo pensé y me avergüenzo por ello.
Las únicas par de veces que hemos hablado por más tiempo han sido en el auto, y siempre terminan con silencio incómodo. Pero Colette cambia esto y decide continuar la platica.
-¿Porque usted y Maggi no tuvieron hijos?
La pregunta me cae como un balde de agua fría. Es el último tema que esperaba entablar con una alumna. Pienso en decirle que no es de su incumbencia o que no me apetece hablar de eso pero no quiero ser grosero. Pero me irrita bastante.
-Lo siento, no quería ser indiscreta.
Al pedir disculpas deja claro que no era su intención molestarme. Y ahora es su turno quedarse callada, se avergüenza por la pregunta. Mi ira se evapora inmediatamente. Tomo sus manos que están jugueteando en su regazo y las acaricio. Son suaves y calientes. Me gustan. Pongo cara de interrogación porque no puedo explicar lo bien que me hace sentir su tacto. Miro mi mano sobre las de ella ¿Que carajos estoy haciendo? Pienso en quitarlas de inmediato pero no quiero. Me digo que solo es un gesto de apoyo y amabilidad y la retiró delicadamente. Al colocar mi mano de nuevo en la palanca de velocidades me pica la palma por la falta de su piel. Es nuevo para mí este sentimiento por lo que decido mejor contestarle.
-Lo intentamos por mucho tiempo pero Margarette no puede tener hijos. Siempre quise tener un par de niños corriendo por la casa porque me encantan. Pero no pudimos jamás y ahora estamos resignados. Hubiera deseado tener un pequeño al cual enseñarle todas las cosas del mundo y consentirlo como no tienes idea pero las circunstancias nunca fueron las debidas y ahora es imposible cambiarlas.
-Oh, vaya.- dice en voz baja y apenada. Me siento mal por eso y le preguntó más cariñoso.
-¿Y tu? ¿Deseas tener hijos?
-En un futuro, quizá. Pero por el momento estoy perfectamente bien.
Suelta el aire que estaba guardo y se ve más tranquila y cómoda que antes. Sonrío complacido.
-¿Como es que llegaste hasta acá?
Platicamos más tranquilos durante todo el camino.
Es muy inteligente, no cualquier joven de su edad tiene las cosas tan claro como ella. Me agradó que en nuestra conversación hubiera olvidado todo lo extraño entre los dos.
Cuando llegamos al punto de su tesis me convenció que en verdad cree todo lo que ha escrito, tiene bases y lo defiende a capa y espada. Habla tan claro como el agua. Sus ojos se iluminan al hablar de lo que le interesa, sonríe y sus pómulos me matan de nuevo.
-Aquí puede estacionarse.- me saca de mi interior.
Me estaciono y se voltea mirándome a la cara.
-En verdad muchas gracias por todo. La cena, el que me haya traído hoy y por todo lo que tiene que venir.
Se despide y le beso la mano aún sabiendo lo que está por venir. Sus mejillas se colorean de un rosa ardiente y me complacen visualmente.
-No es nada. Cuídate y si necesitas cualquier cosa acude a mi ¿Si?
Aún con el calor en la cara asiente como puede y se va.
-Buenas noches Colette. Te veo mañana.
La observó hasta que llega a su puerta, después de eso me voy a casa hecho un lío de pensamientos.
¿Que rayos me pasa? ¿Desde cuando me gusta poner nerviosa a una chica que no sea mi esposa? ¿Porque me causa tanto placer su sonrisa? Todo lo que ha sucedido lo achacó a la edad. Está comprobado médicamente que cuando llegamos a la mediana edad nuestras hormonas se disparan como las de un adolescente y nuestros pensamientos se vuelven viles ante la perspectiva de casi llegar a viejos. La crisis de la mediana edad.
Lo que haya sido, tengo que controlarlo más si no quiero meterme en problemas. Más importante aún, no quiero meterla a ella.
Cuando llegó a casa, Maggi está viendo televisión en la sala. Me acerco a ella y me siento a su lado.
-¿Que te pareció la chica?
Me pregunta despreocupada.
- Es de las buenas. Habla como su padre y es inteligente, espero que lo use bien en la escuela. No me gustaría tenerla con favoritismo en mi aula.
-Tranquilo, se ve que le gusta lo que hace y no creo que te de problemas. Me agradó un poco, a ti también te agradará. Ya lo verás.
-Lo siento por la manera dura en que trato y calificó a las personas pero no puedo entablar una gran amistad con alumnos. Además siempre tenemos que ser cuidadosos con las primeras apariencias de las personas.
Le digo vagamente sin pensar bien en las palabras, porque ¿Como le explicó que tengo un enredo en cuanto a la forma en que la veo?
Me sonríe y se recarga en mi hombro. Yo beso su frente y vemos la televisión hasta tarde.

Sobre todas las cosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora