Primera parte.

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Me desperté y lo primero que vi fue un pequeño gato negro que me miraba curiosamente con sus grandes ojos amarillos, aparté mi vista sobre el gato y me di cuenta que me encontraba en un bosque que nunca había visto.

Me incorporé ya que estaba tumbado sobre la tierra húmeda, intenté mover mi cuerpo pero noté que me dolía la cabeza, era como un dolor punzante como el que sientes después de un golpe en la cabeza. Pero yo no me acordaba de que hubiera tenido algún golpe. Y también me dolían las piernas. Como su hubiera estado corriendo durante mucho tiempo.

Comencé a andar, pero no conseguía ver claramente todo el bosque porque estaba cubierto por una neblina que hacía que el bosque pareciera tenebroso.

Estuve andando durante una hora aproximadamente, pero me daba la impresión que solo estaba dando vueltas.

Ya cansado de andar sin rumbo me senté sobre un tronco que yacía en el suelo. Empecé a concentrarme en los sonidos que me rodeaban. Escuché los típicos sonidos de la naturaleza como los pájaros, el viento rozando las hojas de los árboles... Pero de repente escuché el sonido del agua correr.

Me levanté de aquel árbol y me concentré en el sonido del agua. Di unas cuantas vueltas hasta que conseguí visualizar un pequeño río. Corrí hacía él y bebí un poco de agua, y el cual me alivió algo el dolor de cabeza.

Anduve por la orilla del riachuelo hasta que me topé con un guarda forestal. Le pregunté que dónde me encontraba, él me miró extraño, y me contó que me encontraba en el bosque Darielis, que está situado en el otro extremo del país.

¿Cómo había llegado yo hasta allí?

Era extraño. Le comenté al guarda que si me podía indicar como llegar hasta algún pueblo y una vez que me lo indicó anduve hacia algún lugar.

Llegué a un pueblo que por alguna razón me sonaba. No me entretuve en ese pensamiento y comencé a deambular por aquel pueblo que resultó no ser tan pequeño como esperaba. Encontré por el camino una cabina de teléfono llamé a mis padres pero nadie me contestaba, y no me sabía más números de teléfono.

Me senté en un banco de un parque y la cabeza empezó a dolerme cada vez más. Me recosté en banco para intentar calmar el dolor pero no lo conseguí y decidí ir en busca de algún policía y lograr que me llevaran a casa porque estaba cansado, hambriento y dolorido.

Anduve y anduve pero no encontré a nadie por la calle ni establecimientos abiertos. Era tarde pero no tan tarde para que no hubiera nadie.

Empecé a notar que algo caía por mi frente, me llevé la mano hacia la frente y noté que estaba sangrando. Esto no podía ir peor, maldita ley de Murphy.

Finalmente acabé sentado en el mismo banco de antes. El cansancio me ganó y caí en los brazos de Morfeo.

Perdido en mi memoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora