Desorden mental.

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Recuerdo que cuando era un niño, mi vida estaba llena de fantasía, proyectos gigantescos, emoción y sorpresa. Ahora soy un chico cuya curiosidad se desvanece con el paso de los días, sin embargo, hay una única excepción.

Cuando yo era niño, mis abuelos encerraron un reloj, que todas las noches, a las doce en punto, tocaba una melodía angelical. 

Lo encerraron dentro de una habitación en el sótano, bajo llave y con tablas de madera. Supuse que el reloj era caro y frágil, por lo tanto no querían que un niño lo rompiera.
Sin embargo, ahora me pongo a pensar... ¿Para qué tantas tablas? No es como si un niño de nueve años vaya a entrar a una habitación sellada.

Hace seis años tuve que desocupar esa casa y mudarme a un departamento pequeño, pues mi madre había muerto y no alcanzaba para mantenerme y mantener la casa. La dejé intacta, aunque supongo que los vándalos se habrán metido a desordenar.

Me daba curiosidad volver para ver cómo han quedado las cosas, para ver si algo es rescatable, o al menos para tratar de traerme el reloj conmigo.
Ahora me dedico a las artes, así que el dinero no es problema.

Preparé mis cosas, dejé algunas canciones grabadas para subirlas luego y me aventuré a esa gigantesca masa de recuerdos que albergaba mi niñez.
Mientras iba en el autobús me puse a recordar mi pasado mientras escuchaba "Stressed out" de Twenty One Pilots...

-Tristan, ven a comer- Decía mi madre, ahora soy yo el que come solo.

-¿Te dejan salir a jugar, Tristan?- Decían mis amigos, ahora no le hablo a nadie.

~Siempre fui el niño de las buenas notas en la escuela, pero ahora no me han servido de nada, pues no era lo que quería. Ahora trabajo en lo que me hace feliz, la música~

Mi mente se puso a divagar durante un buen rato, al grado de perder la noción del tiempo, y cuando menos me di cuenta ya era mi parada.

Bajé del camión, caminé un buen rato hasta llegar a la entrada. Los nervios me tenían acorralado, pues no sabía que tanto podía encontrar ahí dentro. Tanto peligro real, como recuerdos que me harían caer en lágrimas.

Luego del suspiro más largo de mi vida, me adentré en la casa. Al momento me inundé en recuerdos de mi infancia, como cuando me caí de la bicicleta y mi madre me daba un coscorrón por desobedecerla, pero a la vez me sobaba con cariño en donde me pegué.

Maldición, no podía evitar dejar fluir las lágrimas, pues antes lo tenía todo y no sabía que tenía, ahora no tengo a nadie y anhelo volver al pasado.

Me arrepiento de la última vez que vi a mi madre, ella sólo buscaba que no me juntara con malas compañías, discutimos para que luego yo enojado saliera de la casa...
Al siguiente día me avisaron que mi madre había muerto en un accidente en su auto. Ella había salido a buscarme.

Como quisiera volver al pasado.

Como sea, una vez me desahogué, sólo pude orar porque sea donde sea que esté, sepa que la amo, que es la única mujer por la que he llorado.

Después de esa ola de memorias, me sorprendió que la casa estaba intacta, como cuando me fui. Ni un papel fuera de lugar, no había rayones ni nada de indicios de que alguien se haya metido. Supongo que pensaron que era por vacaciones que estaba deshabitada la casa y por eso no se metieron.

En seguida me puse a recorrer los cuartos.

En primera, el de mi madre, muy arreglado, todo en orden como a ella le gustaba.

Luego, el de mi abuela, ese olor a viejita jaja, era muy humilde y buena persona.

Mis tías vivieron poco tiempo ahí, pues se casaron y se mudaron.

Mi padre murió cuando yo era pequeño, así que no tengo muchos recuerdos de él.

Poco a poco, fue oscureciendo, el tiempo se me iba.

-Tiempo, tiempo... !Tiempo¡- Recordé el reloj, que podía conservar como recuerdo familiar.

Tomé un martillo de una antigua caja de herramientas que teníamos y bajé al sótano.

Empecé a quitar los clavos oxidados de esas tablas de madera, descubriendo la puerta y rompiendo la perilla para poder entrar.

El reloj seguía igual que cuando lo vi por primera vez, de un color plateado, reluciente, y parecía frágil.

Justo dieron las doce de la noche y el reloj comenzó a sonar, lo dejé así un rato, pero como no se detenía, opté por apagarlo. Sentí escalofríos. 

Salí de esa pequeña habitación que encerraba el reloj y me dirijí hacia arriba, pero un olor  pútrido me detuvo. ¡La casa se estaba llenando de musgo y moho! 

¿Cómo es posible que no lo noté antes? No le di importancia y seguí mi camino.

Las paredes estaban rayadas y olía mal, supongo que mientras estuve en el sótano, alguien aprovechó para meterse a hacer maldades, así que salí a buscarlo, pero cuando lo hice, el césped estaba muy largo y lleno de basura, había más construcciones cerca y muchas cosas que no había visto. Me puse a pensar lo más lógico ~Como venía cansado del viaje, no lo noté~.

Me metí a la casa, para buscar mi mochila, con la que había venido, para no encontrarla... creí que me habían robado así que sólo contaba con mi billetera y mi celular.
Me dirijí hacía la estación de policía más cercana para reportar el robo, pero no la encontré, a pesar de que siempre estuvo en la misma calle durante toda mi vida.

Me sentía confundido, como si no conociera las calles donde crecí, así que decidí buscar a uno de mis amigos de la infancia.

Caminé  poco, por suerte su casa seguía ahí, un poco mal mantenida, pero bueno.
toqué a la puerta, un anciano me abrió preguntando quién era.

-Soy Tristan, uno de los amigos de la infancia de Carlos, ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?- le dije.

El viejo enojado me dio un puñetazo y enseguida llamó a la policía. 

Lo único que pude hacer era maldecir al viejo y esperé a que la policía llegara, tanto para reportar el robo, como para explicarles lo sucedido con el anciano.

Al momento en que llegaron, me preguntaron mi nombre, se los di y me arrestaron. No lo entiendo. Mientras íbamos directo al juzgado, les fui explicando que sólo pregunté por una persona y el anciano me golpeó sin razón aparente. Cerraron una ventanilla que conectaba la parte delantera de la patrulla con la parte trasera, donde estaba yo, así que no me quedó de otra más que callarme y esperar a la corte.

Una vez llegamos, me bajaron y me metieron a un cuarto, donde me empezaron a interrogar, siempre con la misma pregunta.

-¿Que hiciste con Tristan?

A lo que yo respondía -Nada, lo están viendo de frente.

Me tomaron huellas, y luego de estar toda la noche lleno de preguntas raras y sin sentido, me dejaron ir.

Me devolvieron el reloj, mi billetera, mi celular y me dieron una tarjeta que me dejó atónito.

"No vuelva pronto :)" decía, pero lo que me heló la sangre era la fecha de impresión... 

~15 de enero de 2058~

¡¿Cómo era posible si se supone que estamos en el 2018?!

Corriendo, pregunté qué fecha era, a lo que todos respondían: 15 de Enero de 2058.

No me lo podía creer.

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