Capítulo 2

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-¿No piensas salir? Sabes, mis brazos también se cansan- musito el chico de cabello castaño alborotado quien aún sostenía la puerta.

Vaya pero que educación, ni siquiera le había pedido que sostuviera la puerta y este me reclamaba, y ahí estaba yo, plantada frente a la puerta con el ceño fruncido.

-¿Y bien?- su voz en ningún momento tuvo pizca alguna de gracia, para ser tan joven -o aparentar serlo- era demasiado rudo. Agite mi cabeza negando mientras ponía mis ojos en blanco, con brazos cruzados y capas de seguridad por todo mi cuerpo salí sin siquiera voltear a verlo haciendo mi camino a casa.

-¡De nada!- escuche un grito a lo lejos cuando me encontraba a mitad de estacionamiento, sabía quién era y para quien se dirigía pero no haría más caso. Chicos como ellos necesitaban bajarse de esa gran nube.

Mis piernas fueron levemente golpeadas por las pequeñas patas de Hot-dog, al menos él se emocionaba al verme. Coloque su comida como siempre y me dirigí a mi escritorio junto con una lata de soda sabor a lima en mis manos. Revise cada una de mis redes sociales releyendo dos correos enviados por mi madre deseándome suerte en mi segundo año en la universidad y otro para advertirme de alguna de sus llegadas repentinas ya que me echaba de menos, respondí cada uno de ellos con palabras cariñosas y de agradecimiento.

Mi paz acabo hasta llegar al correo de Kurt, alto, cabello negro, ojos azules; vamos, el típico chico por el que te derrites hasta que te das cuenta de su torpeza, un amorío que tarde o temprano tuvo que terminar un año atrás debido a mis estudios de la universidad. Pero luego de un tiempo no podía ni siquiera respirar debido a sus constantes visitas y disculpas con la excusa de que lo nuestro jamás tuvo que haber terminado, pero para ese entonces ya no me sentía atraída hacía el cómo en el lapso de lo que duro nuestro noviazgo.

Y sin poder ocultar que una de las razones por las cuales nunca podría confiar en él fue el día de acción de gracias, el día en que ambos bebimos de más, me llevo hacia su apartamento, horas después desperté con ropa interior, por suerte nada había pasado. El alcohol lo había hecho quedarse dormido a mitad de su hazaña. Tal vez él no era cociente de sus actos, pero jamás lo perdonaría, ni siquiera lo mencionaría ya que él no recordaba ni “mu” de esa noche. Leí más de dos veces el "romántico" correo, el cual solo me provocaba escalofríos.

 "Querida Aurora, cada día que pasa te extraño más que no sé cuánto más podre soportar, te fuiste y te llevaste mi corazón, vuelve pronto, o llegare yo."

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