Daniel era él chico del campo, viajaba desde tan lejos, para en la escuela ser molestado, y sus bravucónes, fuertes y grandes eran puntuales; Siempre a la misma hora, sin falta. "¡Dame tu comida!", y una paliza dependiendo el día le daban.
Los días en donde una paliza recibía, llegaba a casa con la cabeza agachada, pues conocía el temperamento de su abuela; quién lo había criado desde pequeño. Ese día la paliza había sido fuerte, y al llegar a la casa después de una hora y media de transporte, entraba por puerta cansado y entristecido. Era una casa grande, de madera, anticuada, y con la distancia, se veía cubierta por el bosque media extraña; Si de mente morbosa fuese aquél que le echara el ojo. Daniel trato de ocultar su cara y evadir el rostro de su abuela que le esperaba en la mesa con una vela encendida.
----Siéntate---- Dijo.
Daniel caminaba lentamente avergonzado, se había sentado con calma, despacio. ----¿Otra vez los niños te golpearon?---- Le preguntó.
Daniel le miró con aquellos ojos, y afirmó con la cabeza lo contrario a un "no". La abuela sonrió de una manera inquietante; mostraba sus dientes prácticamente que lucia ese día prácticamente negros, sin vergüenza, y dejaba su mirada lejos, como si ya no le prestase atención a Daniel, el pequeño. ----Sube a tu habitación mi hijo---- Le dijo.
Daniel era un chico obediente, tímido, de poco hablar, y al instante subía por las escaleras; con pasos de tortuga lo hacía. En su habitación entraba, y en la cama adolorido se acostaba. Se había quedado en el calma, y la mirada lejos lanzaba. Una sensación caliente en su hombro sentía, era la abuela que había subido a consolar a su nieto mientras al oído el decía; pues le partía el alma ver a su nieto de aquella forma:
----¿Quieres que vaya a resolver el problema?---- Daniel se había sentido raro con aquella pregunta, era como si dar una respuesta fuese algo malo, había afirmado con la cabeza, como siempre tímido, pues ya estaba desesperado con el tema. Eran meses donde le respondía un "no" a aquella pregunta que tanto le sonaba en la cabeza "¿Quieres que vaya a resolver el problema?", siempre sentía que un "no" era la respuesta correcta; la desesperación le mataba. La abuela sonreía, acariciaba la cabeza de su nieto, y le besaba. Le decía:
----Te conté. Como aquella vez. Los muchacho que mal se portaban, el ave de pluma negra en la noche les salía y en la cama mientras dormían, el ave de ojos rojos le veían, un ~Buhh~ les gritaba. Por la noche, por la fría noche.
Fueron palabras incómodas, en la cabeza de Daniel quedarían de por regla, fueron las palabras de buenas noches, aquél, como todos los día.
----Nunca entres a mi habitación al apagar las luces de la casa.---- Antes de marcharse, después de besarle siempre le decía.
Diez años repitiendo aquellas palabras después de unas buenas noches; aquella dulce abuela que a su Daniel amaba. La abuela se marchaba, y antes de apagar la lampara, por curiosidad, Daniel con la mirada la despedía; La abuela como siempre, con un aspecto vivo, extraño, y a la vez misteriosa, siempre tuvo la curiosidad de saber que era aquella cosa con aspecto de "pluma" que bajo su andrajosa vestimenta usaba, y que por timidez, jamas se atrevió hacerlo, jamás preguntaba.
Daniel nunca pudo dormir a menos hora de las 3. Pues aquél maldito búho siempre gritaba tiempo después de que la abuela se marchará, y apagará la ultima luz de la casa; A veces tenía la impresión de escuchar los gritos dentro de la casa, los ignoraba, y no cerraba los ojos hasta que la maldita ave; a las tres y punto de la madrugada se callara, y una ventana dentro de la casa, como en todas las noches....se cerraba.
Como toda nueva mañana, Daniel se vestía, y antes de salir, asi como todos los dias, varias plumas negras en el pasillo encontraba, y como siempre, nunca preguntaba. La habitacion de la abuela se encontraba cerrada, y el desayuno en la mesa estaba servido, como de costumbre. En aquél día, en aquella mañana en el colegio, Daniel adolorido trataba de evadir a su bravucón, escondiendo su rostro bajo la capucha que se había puesto como vestimenta esa mañana, pero era imposible; Como tratar de esconder frente a la verdad al alma. Brandom, se le acercaba como casi todos los dias, y al estar de frente a Daniel, con rudeza se mostraba, le bajaba la capucha, y haciendo una mueca, y acomulando saliva en su boca, Brandom, el blanco, el gringo corpulento, en la cara le escupía a Daniel, y con fuerza lo tumbaba. Y le dijo: