Todo sucede por alguna razón. En ocasiones para enseñarnos una lección, para descubrir quiénes somos en realidad y ayudarnos a alcanzar lo que deseamos. Hay quien lo llama "destino". Del mismo modo ocurre con las personas. Llegan a nosotros sin que nos demos cuenta, pero cuando fijas tus ojos en ellos sabes que afectarán a tu vida de una manera profunda. Al menos de ese modo me ocurrió a mí.
Me llamo Miriam Álvarez y te voy a contar la historia del verano en el que cambió mi vida. Acababa de terminar el último año de derecho, con unas notas inmejorables. Tenía veintisiete años, unas enormes ganas de comerme el mundo con mis logros y nada de dinero en los bolsillos con el que intentarlo.
Quería especializarme en derecho internacional y para ello debía asistir a un máster, durante todo un año, por el que tenía que pagar una cantidad estratosférica, a pesar de tener una beca que costeaba casi la mitad. Y claro, ni yo tenía ese dinero...ni en casa podían ayudarme a conseguirlo. Así que aceptaba un trabajo tras otro para intentar reunirlo y así cumplir mi sueño.
Fue gracias a una de mis dos mejores amigas que conseguimos trabajo en el complejo hotelero Atlántida, situado en la Ciutadella de Menorca, en una de las islas Baleares. El sueldo estaba muy bien, teníamos contrato y disponíamos de una habitación para alojarnos, además de la dieta alimentaria incluida. En definitiva, una oportunidad que no podíamos dejar pasar.
La mañana que embarcamos en el avión estábamos pletóricas. Nada más subir nos informaron de que, por un error con los ordenadores, habían vendido más plazas de las que realmente había. Así que nos tocó montar en primera clase. Los sillones eran comodísimos, podíamos estirar las piernas sin molestar a los de la fila de delante y teníamos una pequeña pantalla de televisión para cada una.
—Parecemos de la "Jet Set" —exclamó mi amiga Maite con una sonrisa enorme—. Ni la mismísima Carolina de Mónaco nos mete mano.
—Claro, sobre todo después de gritarle como una loca al piloto y acordarte de toda su familia cuando nos han dicho que no teníamos asientos —reí al recordar la escenita que había montado.
Mi amiga rió de muy buen humor. Cada vez que lo hacía se le marcaban a cada lado de la boca dos pequeños hoyuelos que, sumados a sus preciosos ojos avellana y su cabello castaño, la hacían parecer una niña traviesa que acababa de cometer alguna travesura.
—¡Esto hay que celebrarlo! ¡Azafata, un Larios con Coca-Cola! —exclamó.
—¡Maite, que eso tienes que pagarlo! Estás en primera clase pero no llevas una pulserita de
"todo incluido" —la avise—. La bebida en los aviones cuesta un ojo de la cara.
—Un día es un día —declaró, mientras cogía el vaso que le tendía la mujer—. ¿Cómo está la zombie? ¿Sigue sin dar señales de vida?
Giré la cabeza hacia mi izquierda y observé a Bego. Estaba sentada muy tiesa, con los ojos cerrados con fuerza y una mueca angustiosa en los labios. La palidez de su cara, sumada a la espesa negrura de su cabello, la hacía parecer un espectro. En su estado normal era la más guapa de las tres. Tenía unos labios gruesos y sonrosados, un cuerpo esbelto y un culo que ni la mismísima Jennifer Lopez. Pero en esos momentos su rostro estaba deformado por el miedo, era su primera vez en avión y lo estaba pasando fatal.
—¿Te encuentras mejor? —dije, aun sabiendo que no era así.
—¿Cuánto falta para llegar? —preguntó con un hilo de voz.
—Diez minutos, ya casi estamos.
—Cuando aterricemos te juro que voy a besar el suelo.
—¡Y yo! ¡Esto es fantástico! —declaró sonriente Maite, después de darle un gran trago al cubat —. Va a ser un verano genial.
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Suite veintiuno - Mita Marco
Romance¿Es el destino el que manda sobre nuestras vidas? ¿O por el contrario somos nosotros los que elegimos? Miriam, una joven estudiante de derecho, debe reunir el dinero suficiente para poder costearse el máster con el que había estado soñando toda su v...