(Narrado desde el punto de vista de Devon)
Ensimismado, aislado del mundo exterior a través de sus audífonos y desplazando la nieve bruscamente a través de las botas, era todo una imagen que no pensé ver en estos últimos dos años, pero ahí estaba, al que considere un ejemplo a seguir un día, un sujeto más frío que el hielo, capaz de violar incluso la tercera ley de la termodinámica, el tipo que me enseñó a no prestarle mucha atención a los problemas, ahí estaba, huyendo de sus emociones. La acera no delata tus intenciones, lo que delata tu estúpida resolución es el hecho de que en la siguiente acera debes girar para dirigirte a esta estación de tren, la que debes tomar. Como era predecible decidiste seguir adelante, sin siquiera mirar de soslayo la vereda que conduce a la estación. Tus acciones no reflejan otra cosa más que estupidez, inmadurez, cobardía, miedo... pero no logró entender a qué le tienes miedo ¿Acaso no ganaste ya esta pelea? ¿Acaso no soy yo el que debería sentirse derrotado o humillado? ¿Por qué me evitas de esa forma? Considero que existen muchas otras alternativas que pueden dejar tu orgullo intacto y remarcar tu reciente indiferencia hacia mí, todo sin tener que caminar un kilómetro más a la siguiente estación de tren ¿Por qué no solo te quedas aquí y me ignoras? ¿Es miedo lo que sientes? ¿Es acaso odio? ¿Es acaso...dolor? ¿Tienes miedo de que yo te ignore o te duele el tener que hacerlo más obvio a las luces de la ciudad? Responde desde donde estas ahora mismo, ¡Vamos! Lo hemos hecho miles de veces, háblame maldita sea, di algo, un gesto, una mueca, una mala cara, algo, cualquier cosa es válida, solo muestra que sabes que existo aún... en el fondo no quiero rendirme contigo, no quiero hacerlo.
Con la mirada fija al frente y con una actitud decidida decidió recorrer el camino largo para llevar a cabo su acometido, creo que me preocupo en vano, es obvio que solo no quiere verme nunca más. En el fondo me siento cada vez más vacío y trastornado, no logro comprender que es lo que tanto me afecta, se supone que ya acepte la realidad, ya tome una decisión y actúe en consecuencia, los peores días pasaron ya, ningún sufrimiento es eterno, entonces ¿Por qué no dejo de sentirme mal? ¿Por qué soy solo yo el afectado? ¿Por qué soy yo el único que sufre?. Como si de una cubeta de agua se tratará, salí de mi estado mental cuando una señora me aviso que el tren ya había llegado y que hiciera el favor de avanzar o moverme para no estorbarle a los demás pasajeros. Me sentí un poco molesto pero tenía razón, no es correcto que mis inmaduros y estúpidos problemas le arruinen el día a más gente.
Como era de esperar a estas horas, el interior del vagón esta abarrotado y apenas y logró mover mis extremidades entre tanta persona. Al fin conseguí aferrarme con mi mano izquierda a un tubo de acero que colinda los asientos de los pasajeros y desde ahí pegue mi cuerpo a la puerta de cristal de dicho vagón. Saliendo un poco del tema, me encanta la vista del trayecto cuando viajo en tren, aún con la espalda fija a las puertas, puedo observar todo el panorama si muevo el cuello un poco lateralmente a la derecha. El color blanco de la nieve sobre la infinidad de colores que dan vida a los puestos de comida y otras ventas que tanto caracterizan las calles le dan a mis ojos un placer visual que no cualquier otra cosa puede dar. A lo lejos se puede observar el paisaje montañoso de las aldeas que colindan la ciudad, se ven las luces de las pequeñas cabañas agrupadas en comunidades y el color verde y marrón de varios árboles que cercan el terreno. Al final logré salir de mi preocupación diaria gracias a la belleza de mi prefectura, me siento afortunado al saber que puedo gozar de estos paisajes y belleza al costo de un pasaje de tren. Luego de quince minutos llegue a la parada de Tardado, un chiste un poco viejo sobre lo mucho que cuesta tomar bus aquí. Por suerte yo no tomo bus aquí sino que debo caminar varias cuadras hasta llegar a una estación de buses que está rodeada de varios puestos de comida. Siempre es agradable caminar por acá, este trayecto de una parada de bus a otra está bastante adornado para estas épocas y no es raro ver ferias o carnavales en desarrollo. Mi parada de bus está llena de gente peculiar, desde otros estudiantes universitarios hasta deportistas confederados que vienen de la sede de deportes oficial de la prefectura, que está unas tres cuadras de aquí, cabe mencionar que muchos de los deportistas más reconocidos y talentosos del país han sido entrenados ahí. Yo de hecho solía entrenar ahí cuando era amigo de Eddy, como si de levantar melancolía se tratará, puedo decir que pasamos varios momentos muy amenos y divertidos ahí, lástima que esos días tuvieron que llegar a su fin. Mientras hago fila, un tipo con un cinturón con bolsita se acerca a vender tarjetas de internet para teléfonos, un negocio inteligente si sabemos que en esta parada solo frecuentan adolescentes. Ver a algunos sujetos comprarlas e ingresarlas inmediatamente me hace envidiar un poco la prolífica vida social que tienen otras personas, me gustaría tener a alguien por quien comprar esas tarjetas...Ah? ¿Tan pronto? Me alegra saber que al menos no tuve que hacer mucho tiempo en la fila hoy. Faltan tres días para la excursión.

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Síndrome de la sombrilla
Teen FictionUna amistad es un alma que habita en dos cuerpos. Existen amigos únicos, inolvidables, personas que consideramos irreemplazables y que hacen de nuestra vida la versión más alegre y maravillosa que esta pueda ser. Devon difiere un poco respecto de e...