Primer Capítulo

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Estoy preparado, ¿lo llevo todo? ¡Ah! Las gafas de sol. En esta maleta llevo toda la ropa... ¿habrá suficiente? Voy a echar una camiseta más, vaya que luego falte. Las chanclas, zapatillas, toalla, bañador, pantalones, camisas, neceser, está todo, sí. Puedo cerrarla ya. Escucho desde mi cuarto a mis amigos gritar en el rellano, están eufóricos, por fin tras mucho trabajar nos merecíamos estas vacaciones juntos.

Vamos en el coche de Nico, era el único donde cogían todas las maletas. Bajo cargado con una maleta y una mochila a la espalda, fuera esperan Victorio, mi primo y Cande apoyados en el coche dándose unos mimos, Euge en el asiento del copiloto y Nico, mi mejor amigo, esperándome con la puerta del maletero abierta.

Victorio: Tardas más que una mujer... - abriéndole la puerta a la castaña

Nico me ayuda a hacer hueco a mis cosas. Van sólo dos chicas pero ¡madre mía! Casi con sus cosas ocupan todo el maletero. Subimos en el coche, encendemos la radio, el motor, ponemos rumbo a nuestras vacaciones soñadas. Los cinco juntos.

Son varias horas de viaje pero pasan rápidas, soy definitivamente el bromista del grupo, el payaso. Todos se divierten con mis comentarios sobre los coches, señales o cualquier tontería que encontramos por el camino. Ya sólo queda media hora de camino, tomamos ese desvío y... oh, oh... atasco.

Normal, sugerí salir de madrugada, casi de noche pero se opuso la dormilona de Cande, no me gusta llamarla prima, si, vale, es la novia de mi primo pero... hasta que no estén casados será Cande o castaña pero nada de emparentarla con la familia. Asique salimos más tarde y claro, ¿qué pasa ahora? Que en lugar de quedar media hora a nuestro destino, quedan un par de horas, quizá tres, cuatro,... desesperación total.

El calor es insoportable incluso con el aire acondicionado puesto, para colmo el atasco no avanza y mi primo ha de apagar el motor, lo que conlleva apagar el aire acondicionado, lo que conlleva tener mucha más calor. ¡Agua, agua! ¡Dios mío! Pero la prevenida de Euge trae agua helada en su gran bolso, abanicos y chuches, aquello parece el bolsillo de Doraemon, no para de sacar cosas.

Parece que avanzamos, si, si avanzamos, aquello es una fiesta. Arrancamos de nuevo el motor y continuamos nuestro camino. Cruzamos un puente, un túnel, otro puente, otro túnel, túnel, túnel, túnel, no se ve el final, es larguísimo, al fondo, un ápice de luz, es leve, casi imperceptible, pero allí está. Al salir, debemos frotarnos los ojos ante el golpe de luz solar, y por fin el mar. El océano. Allí está. Se puede ver entre las montañas, casi se confunde con el cielo, parecen unidos.

Diez minutos más, y ya podemos contemplar la ciudad, sus edificios altos, parques, casas pequeñas, hoteles, y la playa, ¡por fin! La playa. Esta perfecta, tal y como la recordaba. Mi primo Victorio y yo veníamos de pequeños a este lugar a veranear con nuestras familias, era increíble y estaba igual que hace unos años. Intacto.

También se ven los barcos, el puerto, el faro y el azul del mar ya no se puede comparar al del cielo, son totalmente diferentes. En qué cabeza cabe haberlos podido comparar. El azul del mar es mucho más azul que ningún otro azul, más puro.

A pesar del calor, bajamos las ventanillas, la brisa marina invade el interior del coche. El olor a playa, ¿increíble, verdad? Es raro, pero vamos a la playa y está ese olor que se te pega al cuerpo y hace que te sofoques aún más pero que a la vez resulta tan placentero. Acabamos de cruzar el cartel que indica que nuestro destino nos da la bienvenida, "Bienvenidos a Málaga".

Málaga, asomo la cabeza por la ventanilla, el sol me da en la cara pero no me molesta incluso saco la lengua tal perro disfrutando de aquel momento. Un olor a pescadito frito inunda mis pulmones, la brisa es templada, la arena brilla ante los rayos del sol, el mar con pequeños barquitos al fondo que parecen de papel.

Final del paseo marítimo, giramos a la derecha, el edificio que hace esquina, ahí está. El que será nuestro hogar durante estos días. La fachada blanca, los balcones en azul, paramos ante la puerta, somos Victorio y yo quienes nos bajamos para que nos hagan entrega de la llave de las habitaciones y del subterráneo. Las puertas se abren para nosotros, entramos pletóricos, dirigiéndonos a la recepción.

X: Bienvenidos al Hotel Sueño de una Noche de Verano, ¿qué desean?

Victorio: Teníamos una reserva a nombre de... Peter Lanzani.

X: Un momento por favor – tecleando – Si, aquí está. Tres cuartos, ¿correcto?

Victorio: Correcto.

X: Aquí tienen las llaves de las habitaciones y la del subterráneo. Que pasen una feliz estancia.

Victorio: Gracias, señorita.

He ido a acompañarle como una percha porque ni saludé a la recepcionista, solo un simple movimiento de cabeza al llegar y al despedirnos.

Aparcamos en el subterráneo y aquello era enorme, habría que recordar entre todos dónde hemos aparcado. Tras hacerlo, está la cuantiosa tarea de subir las maletas a las habitaciones. Lo tenía claro, eran sus novias, serían ellos quienes subirían las maletas pero no, no me iba a librar. Allí estaba yo con mi mochila a la espalda, mi maleta en una mano y la maleta de Cande en otra. Peter y Victorio iban igual pero lo mejor, lo sensacional fue ver a las chicas con un simple bolsito y las manos desocupadas ¿qué se habían creído?

El ascensor nos llevó hasta nuestra planta, planta 10, habitaciones 12, 13 y 14.

Lo tenía claro, y fueron amables con ello yo me quedaría con la habitación número 13 la que tiene vistas a la playa. Ellos las otras, con vistas a la piscina y contiguas. No iba a estar sin dormir por estar pared con pared con unas parejitas enamoradas. Abrí la puerta, solté las maletas y me tumbé sobre la cama, estaba oficialmente de vacaciones. Habíamos llegado.

Tras girar varias veces en la amplia cama, sonreí y me puso en pie de un brinco. Fui directo al balcón, mejor dicho terraza. Una pequeña terracita con una mesa y cuatro sillas me ofrecían sentarme y disfrutar de las maravillosas vistas, privilegiadas. El mar, la playa, el paseo marítimo, la hilera de hoteles, las palmeras.... aquel era mi lugar.

A la noche, fuimos directos al paseo marítimo, caminamos durante un rato, a mi derecha, Cande y Victorio, a mi izquierda, Euge y Nico. Un lugar con su rótulo "El Gambero" nos abrió el apetito. Cenamos como nunca, comida típica de playa, todo pescado, todo. Acompañado por una buena cerveza fresquita.

Después continuamos caminando por el paseo buscando un sitio donde tomarnos un par de copas, su nombre nos llamó la atención "Penélope". El lugar era perfecto, entrabas en una sala decorada con un estilo hindú y tras cruzar unas puertas había una terraza ibicenca.

Fue una noche perfecta, las copas iban y venían, nuestra llegada a aquel paraíso no pudo ser mejor.

Euge: Hemos llegado sanos y salvos, gracias a nuestro conductor – alzando su copa

Nico: Gracias, gracias

Victorio: Ahora en serio, ya estamos aquí, nos esperan los mejores días

Cande: De nuestras vidas, ¿no Peter?

Peter: Si, y estamos todos juntos. – brindamos y bebimos animados

Y sí, mi nombre es Peter. Soy el que organizó este viaje soñado, el que preparó estas vacaciones, soy el payaso de este grupo de amigos, soy el que os va a contar la historia de cómo fueron mis vacaciones soñadas.

Vacaciones Soñadas - LaliterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora