XI

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No fue hasta un tiempo después cuando Isabella me contó lo que había pasado esa noche, tras la velada. Ella se quedó embarazada de ti. Pero de nuevo peco de impaciente. Me adelanto a los hechos.

Mis padres, poco antes de acabar la celebración del ascenso de Conrad Downes, me pidieron que me fuese a la cama. Lanzándole una última mirada de preocupación a Isabella, salí del salón y subí a mi cuarto para dormir, que fue cuando ocurrió la tragedia. La que en cierta manera yo ya me estaba oliendo.

Muchos de los invitados a la fiesta se despidieron de mis padres, pero otros se quedaron, entre ellos el teniente Downes. Isabella me explicó que entre Evangeline y ella estuvieron recogiendo las copas que los asistentes habían estado desperdigando aquí y allá, mientras que Rita fue a su habitación para cambiarse de calzado y darse un masaje en los pies. Evangeline salió para ayudar a las damas a ponerse las chaquetas y los abrigos finos de entretiempo, con lo que Isabella se quedó sola en la cocina, fregando las copas. Ese fue el error de tu madre y la oportunidad perfecta para Downes.

Parece ser que él entró en la cocina y le preguntó su nombre. Isabella le contestó con su seudónimo, aquel nombre falso que habíamos acordado que adoptaría: Elizabeth Winters. No sé cómo demonios supo que se trataba de un engaño, pero el hecho es que lo supo. ¿Acaso Jenny, ella o yo habíamos dado alguna pista durante la velada? Me horrorizo al pensar que la respuesta pudiera ser afirmativa.

Downes desconfió de la sinceridad de Isabella desde un primer momento. A pesar de su juventud era astuto y sagaz. Parece ser que presionó a tu madre para que confesase quién era en realidad y de dónde procedía. Y consiguió lo que quería. El muy desgraciado lo consiguió.

Pero eso no fue lo peor. Lo peor fue lo de después. Según lo que me dijo Isabella, Downes prometió que no la delataría a las autoridades, pero a un alto precio: Downes podría gozar de todos los favores sexuales imaginables de tu madre. Y esa fue la primera noche.

Al fondo de la cocina de Haughton Hall había un pequeño almacén donde la cocinera guardaba las conservas y las verduras. Downes obligó a tu madre a meterse allí con él y cerrar con llave para evitar miradas indiscretas. No es necesario que te explique más sobre lo que pasó, tan solo que el resultado de aquello fuiste tú, cariño mío. 

No se lo digas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora