Parte 1 Sin Título

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Versión larga del día seis de la semana JayDami

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Los dioses son inmortales, esa es una de las características que les diferencian de los hombres.

Inmortales, con icor en lugar de sangre.

Inmortales, las heridas (si llegaran a tenerlas) no son gran problema, en poco tiempo sanarían sin importar cual fuera.

Inmortales, viven eones.

Inmortales, no mueren.

Sin embargo para todo hay una excepción, sobre todo cuando se trata de los dioses. Así como el Rey de los Dioses impidió la muerte de dos de sus bastardos dándoles a luz el mismo y después les dio tronos en el Olimpo, o Delos hizo una excepción a la orden de Diana y permitió a los Gemelos Celestes nacer, o como la madre de los dioses hizo una excepción con su ultimo hijo y lo salvo de ser devorado, Muerte y las Tejedoras hicieron una excepción.

Así como realmente hay maneras de matar a un dios hay también manera de salvarle.

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Al Olimpo no le cayó en gracia la unión de Guerra y Muerte, normalmente las uniones de los dioses eran para crear un equilibrio como el de Bruce y Diana o el de los regentes de los mares (o moneda de cambio como la diosa del amor y el dios de las forjas, todo gracias a la siempre maternal Diana).

¿Qué equilibrio crearían esos dos?

Ninguno.

Pero, así como se estremecieron en sus tronos cuando la dulce Sueño les dio la noticia de su unión todo el Monte Olimpo estuvo a punto del colapso cuando las deidades "de moda" aparecieron ante el más amado hijo de Rea. Llevaban tiempo sin pisar la morada de los dioses (¿semanas, meses? Difícil decirlo cuando la vida es larga) pero aparecieron para darle una noticia al portador del rayo.

Su unión era fructífera.

Muerte y Guerra tenían nuevos acompañantes.

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−Bien podrían liberar los horrores del Tártaro. − Murmuro por lo bajo Timothy acariciando el plumaje de Sofía, su fiel lechuza, lo único que Muerte no le había quitado. Llevaba muchas lunas analizando los pros y contras de la familia formada por su hermano y la deidad que más odiaba y seguía sin decidir si era buena o mala. –Hay que hacer algo, debe haber una forma de detenerlos.

−Pero ellos no han hecho nada –comento el Mensajero de los Dioses que estaba a su lado. –Además, ¿cómo separarlos? Las reglas de los hombres no aplican para nosotros, si uno repudiara al otro no serviría de nada; y si uno fuera infiel tampoco, mira a Bruce y Diana por ejemplo, ella tiene cuernos más grandes que Pan.

–Lo sé, lo sé –suspiro cerrando los ojos, Sofía picoteo su mano inconforme porque dejo de acariciarle. –Quizás no sea tan catastrófica su unión. Quizás se limiten entre ellos. Quizás sus hijas sean de ayuda, las Keres han agilizado el tránsito de almas al inframundo.

–O quizás sea el fin de nuestra era –ambas deidades se sobresaltaron al escuchar la voz a sus espaldas, creían que estaban solos y los demás se encontraban en el banquete como cada noche. –Además, ¿en que es provechoso Timothy, una diosa que se complace con el derramamiento de sangre como Enio? Solo a su padre le es útil.

–¿A qué te refieres con el fin de nuestra era? –Pregunto Timothy a su hermana que lanzaba flechas ignorando el susto y que ella se acercó para tomar a la lechuza gris y colocarla sobre su hombro.

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