Un basto silencio reinaba en el aula. Todos los estudiantes presentes parecían estar absortos al acto de escritura que llevaba la joven profesora sobre el encerado, a excepción de unos cuantos—que se distraían o enfocaban en cosas ajenas a las de la clase—de entre los cuales destacaba Louis.
El pequeño castaño se había perdido en su interno mundo dibujando extraños garabatos en su cuadernillo. Encontraba aquello más divertido que prestar la más mínima atención a la aburrida clase de Filosofía.
Después de unos minutos de ridículos monigotes y vanos intentos de dibujos de flamantes autos de carreras, Louis resopló con pesadez soltando el plumón sobre el cuadernillo. Decidió entonces que echaría un vistazo al salón de clases para localizar a sus amigos en busca de entretenimiento. Cualquier cosa sería más interesante que la clase.
Se giró apenas unos centímetros, recargando el codo en el respaldo de su pupitre y volvió hacia atrás su mirada.
Una sonrisa se ensanchó en sus finos labios al ver la posición y acciones de sus amigos: Niall, un pequeño rubio de orbes celestes y sonrosadas mejillas, comía disimuladamente una roja manzana, dando pequeños y discretos mordiscos a la fruta cuidando en no ser descubierto; Zayn, un morocho de ojos color miel, cabeceaba adormilado en un ligero duelo contra el sueño en el que, al parecer, llevaba todas las de perder; finalmente localizó a Liam, un castaño de pobladas cejas y carnosos labios, quien parecía ser el único de sus colegas en prestar realmente atención a la clase puesto que de vez en cuando hacía anotaciones en su libreta.
Sí, todo parecía ser un día común y corriente... hasta que, por alguna extraña razón, Louis pasó su mirada zafiro con rapidez, casi sin pensar, hasta uno de los asientos de el fondo. Fue entonces que se dio cuenta de que él también era observado.
Un muchachito de mata rizada chocolate le miraba discreto, pero al mismo tiempo penetrante, clavando un brillante par de orbes esmeralda sobre él; ese rizado, al percatarse de que había sido descubierto, desvió su mirada instintivamente hacia sus temblorosas y pequeñas manos sobre la paleta de la butaca.
Pero al contrario de sentirse intimidado, Louis sintió curiosidad acerca de aquel precioso ser al cual no recordaba haberle visto antes en la clase. «Quizás sea nuevo» se explicó el ojiazul aún sin apartar sus ojos de aquel interesante y ahora ruborizado individuo. Y es que ese era un rostro demasiado bonito cómo para que lo haya olvidado; por lo que entonces se convenció aún más de que en definitiva aquel rizado era nuevo.
—Bien, alumnos...—espetó la profesora dando al fin la cara a sus expectantes alumnos, abandonando así el acto de escritura.
Louis se acomodó sobre el pupitre rodando los ojos ante la interrupción de su apreciación al muchachito de ojos verdes, pero aún así dispuesto a escuchar las palabras de la joven docente que seguramente ya estaba esbozando alguna de esas típicas sonrisas amistosas que le caracterizaban.
Al contrario de la vieja y amargada profesora de Matemáticas, la señorita Follese mantenía un suave tono de voz que regalaba comprensión y paciencia a los oídos de sus estudiantes en Filosofía, y Louis lo reconocía. Es sólo que jamás le había interesado saber qué tipo de enigmas escribía aquella joven mujer en la pizarra. Al pequeño ojiazul no se le daban demasiado las letras y frases inspiradoras.
—Como ustedes saben, mañana es 14 de febrero...—continuó la docente atrayendo por completo la atención del cuerpo estudiantil presente—Ustedes ya saben lo que significa eso, ¿verdad? —agregó con picardía.
Pero el silencio y tranquilidad que hasta entonces se eran dignos de elogiar en el aula se esfumaron al termino de aquellas palabras. Murmullos y susurros por parte de las chicas y chicos entre sí empezaron a elevarse creando un ambiente de cotilleo y sitio de conversación. La señorita Follese no tardó en reprochar—Hey, silencio muchachos... —pidió con su característico tono de paciencia, logrando captar nuevamente la atención de sus alumnos.
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El significado de las rosas [Larry OS]
FanfictionOne Shot (Larry Stylinson) La maravilla de las flores puede transmitir mensajes de una forma muy sutil y sin tener que hablar o escribir... Es tan intenso este lenguaje que hasta la forma de tomar las rosas o de entregarlas, tiene su propio signifi...