V
449a
I. -Tal es, pues, la clase de ciudad y de constitución que yo califico de buena y recta y tal la clase de hombre; ahora bien, si éste es bueno, serán malos yviciosos los demás tipos de organización política o de disposición del carácter de las almas individuales, pudiendo esta su maldad revestir cuatro formas distintas.
-¿Cuáles son esas formas? -preguntó.
b
Y yo iba a enumerarlas una por una, según el orden en que me parecían nacer unas de otras, cuando Polemarco, que estaba sentado algo lejos de Adimanto, extendió el brazo, y cogiéndole de la parte superior del manto, por junto al hombro, lo atrajo a sí e, inclinado hacia él, le dijo al oído unas palabras de las que no pudimos entender más que lo siguiente: -¿Lo dejamos entonces o qué hacemos?
-De ningún modo -respondió Adimanto hablando ya en voz alta.
Entonces yo: -¿Qué es eso -pregunté- que no vais a dejar vosotros?
c
-A ti -contestó.
-Pero ¿por qué razón? -pregunté.
-Nos parece -contestó- que flaqueas e intentas sustraer y no tratar todo un aspecto y no el menos importante, de la cuestión: crees, por lo visto, que no advertimos cuán a la ligera lo has tocado, diciendo, en lo relativo a mujeres e hijos, que nadie ignora cómo las cosas de los amigos han de ser comunes
-¿Yno estoy en lo cierto, Adimanto? -dije.
450a
d
-Sí -respondió-. Pero esa certidumbre necesita también, como lo demás, de alguna aclaración que nos muestre en qué consiste tal comunidad. Pues ésta puede ser de muchas maneras. No pases por alto, pues, aquella a la cual tú te refieres; porque, en lo que a nosotros respecta, hace ya tiempo que venimos esperando y pensando que ibas a decir algo sobre cómo será la procreación de descendientes, la educación de éstos una vez nacidos y, en una palabra, esa comunidad de mujeres e hijos que dices. Consideramos, en efecto, que es grande, mejor dicho, capital la importancia de que en una sociedad vaya esto bien o mal. Por eso, viendo que pasas a otro tipo de constitución sin haber definido suficientemente este punto, hemos decidido, como acabas de oír, no dejarte mientras no hayas tratado todo esto del mismo modo que lo demás.
-Pues bien -dijo Glaucón-, consideradme también a mí como votante de ese acuerdo.
-No lo dudes -dijo Trasímaco-; ten entendido, Sócrates, que esta nuestra decisión es unánime.
b
II. -¡Qué acción la vuestra -exclamé- al echaros de ese modo sobre mí! ¡Qué discusión volvéis a promover, como en un principio, acerca de la ciudad! Yo estaba tan contento por haber salido ya de este punto y me alegraba de que lo hubieseis dejado pasar aceptando mis palabras de entonces; y ahora queréis volver a él sin saber qué enjambre de cuestiones levantáis con ello. Yo sí que lo preveía y por eso lo di de lado entonces, para que no nos diera tanto quehacer.
-¿Pues qué? -dijo Trasímaco-. ¿Crees que éstos han venido aquí a fundir oro o a escuchar una discusión
?
-Sí -asentí-, una discusión mesurada.
c
-Pero para las personas sensatas -dijo Glaucón-, no hay, Sócrates, otra medida que limite la audición de tales debates sino la vida entera
.
No te preocupes, pues, por nosotros; y en cuanto a ti, en modo alguno desistas de decir lo que te parece sobre las preguntas que te hacemos: explica qué clase de comunidad se establecerá entre nuestros guardianes