30.- Ella es...

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Intenté de muchas formas contarle a Jimena lo que pasó entre su amiga y yo hace tiempo, pero no me dejó, me siento frustrado por eso.

_No quiero saber si hubo una o muchas antes de mí_  dijo apenas toqué el tema.

_Es importante_  que quejé, pero no me dejó explicarle lo que descubrí gracias a sus fotografías.

_Dije que no Pedro Luis_  dijo rodando los ojos  _No creo que a tú hayas disfrutado cuando te conté sobré mi desatinada y fugaz vida "sexual"_   alegó, haciendo que con ese escenario en mi mente, mi estómago se revolviera de sólo imaginarlo.

_Pero..._

  _Me conformo con saber que soy la última en tu vida, que después de mí ya no piensas ni deseas a nadie más como yo lo hago contigo_  finalizó después de darme un pequeño discurso.

Por el momento decidí no insistir, pero sé que debo hacer que me escuche, no quiero malos entendidos por esto. Es verdad, durante bastante tiempo me sentí perdidamente enamorado del recuerdo de aquella chica, Izabel, después de todo, ella fue la primera en todos los sentidos en mi inocente vida de adolescente. A esa edad qué podría yo saber de la vida, era sólo un chico con las hormonas alborotadas por esa experiencia nueva.

Por mi condición física en ese entonces no esperaba mucho, a decir verdad, los adolescentes son muy crueles.

Si tan sólo hubiese sido Jimena aquella chica en lugar de su amiga, todo sería perfecto. Imagínense que sin saberlo, todo este tiempo haya sido Jimena mi primer amor, que el hilo rojo del destino del que tanto hablan, nos haya unido siempre sin saberlo siquiera, que aquella desconocida sea precisamente ella, suelto una pequeña risa por esa loca idea en mi cabeza. Ya no debo poner atención a las novelas que ve mamá cuando estoy en casa.

Veo sobre mi escritorio y parece que he terminado con mis pendientes. La hora en la parte inferior de la pantalla de mi computador me indica que se me ha pasado la hora de la comida, Jimena va a matarme. Aunque es raro que no haya venido personalmente a buscarme, si hay algo que ella no perdona, es la comida. No sé cómo le hace para comer tanto, es tan delgada que parece que en cualquier momento puede quebrarse.

Ordeno un poco todo y hecho mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón, me pongo de pie y decido ir a buscarla hasta su lugar sin avisar, sólo espero que su jefe no esté, sigo sin poder perdonarlo. No sé si algún día pueda hacerlo de hecho... aunque para ser sincero... extraño su amistad. Me odio por eso.

Estoy justo frente a la puerta, unos murmullos del otro lado hacen que un leve sentimiento de molestia se apodere de mí, tomo una bocanada de aire, doy un par de golpes sobre la madera al mismo tiempo que estallan un par de carcajadas, ruedo los ojos y resoplo al tener que volver a golpear, nadie me escucha pues las carcajadas se alargan un poco. Respira Pedro...

Tomo la perilla entre mis manos y opto por asomar la cabeza mientras vuelvo a dar golpecitos a la madera. Jimena y Erick giran al mismo tiempo al notarme y por un instante tratan de guardar la compostura, eso sólo hace que me sienta mas...incómodo. Al darse cuenta de mi presencia, Erick suprime una risa y vuelve su atención al teclado de su computador.

_Hola guapo_  el tono coqueto en que dice eso al momento de acercarse a mí hace que me relaje de inmediato, coloco mis manos en su cintura mientras ella se pone de puntitas, coloca sus pequeñas manos en mis mejillas y besa mis labios de manera fugaz.

_Se me pasó la hora_  me disculpo en un susurro.

_No importa_  dice caminando hacia su escritorio, la veo tomar su celular y caminar de vuelta hacia mí   _Vamos_  dice, tomo una de sus manos y le sonrío como bobo, esta mujer me trae tan loco que si me lo pidiera, sin dudar le daba todo mi café, aunque fuese el último que quedara en el mundo, si eso no es amor... entonces no sé qué pueda ser.

Amor DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora