Introducción: No puedes escapar de tu destino

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Sarah suspiró con tristeza, mientras hundía los dedos de los pies en el agua helada. Aquel día era el tercer aniversario desde el horrendo asesinato de su familia, y a Paul (quien no tenía ni idea) no se le había ocurrido una mejor idea que reunir a la familia de la que ahora formaba parte para un hermoso picnic a orillas del profundo lago. Por el rabillo del ojo, vio cómo Zackary, con una sonrisa inmensa, atrapaba el disco volador que Stanley le lanzaba, a la vez que Laurie leía bajo la sombra del árbol, ayudada por Paul.

Tres años. Dicho de aquella manera, parecía poco tiempo, pero para Sarah fue como una eternidad: cada día sin su verdadera familia era una tortura, y ahora tenía que compartir un vínculo familiar con aquellos que la habían adoptado recientemente y que aseguraban ser su nueva familia. Mentirosos. Sabía perfectamente que sus verdaderos padres eran Michelle Baker y Maximilian Myers, no Stanley Williams y Paul Rainer; y también sabía que sus hermanos reales eran Irene, Michael y Ashley, y no Laurie y Zackary. Mentirosos, mentirosos, todos mentirosos.

Sintió que los peces pasaban cerca de sus dedos y se los acariciaban con las aletas. Sonrió levemente. Le gustaban los animales desde que tenía memoria, pero sus padres nunca le habían permitido tener ni un gato, ni un perro, ¡ni siquiera un mísero pececito!

Estiró el cuerpo hacia adelante, con la intención de observar mejor a las pequeñas criaturitas. Sin embargo, sus tristes y enormes ojos no lograron ver nada. El corazón empezó a latirle salvajemente. ¿Quién le había acariciado los pies si no habían sido los pececitos?

Ya lo sabes...

A un par de metros de distancia, la figura de una niña de su edad emergió lentamente del agua. El vestido blanco se le pegaba al delgado cuerpo, al igual que el cabello negro y mojado se le pegaba al rostro.

La niña elevó la mirada y esbozó una sonrisita al notar la expresión horrorizada de Sarah. Sus dientes eran amarillentos, casi dorados.

No te queda mucho tiempo... —le dijo, ladeando la cabeza hacia la derecha, sin dejar de observarla—. Viene por ti, y lo sabes. Déjame hacerte un favor, déjame acabar contigo.

Los ojos de la niña se volvieron negros, y antes de que pudiera hacerle nada, Sarah se tapó la cara con ambas manos. Cuando el acelerado latido de su corazón se ralentizó un poco, las alejó con cuidado de su rostro. No podía ver a la niña en ningún lado. No sabía dónde estaba, pero no iba a quedarse para averiguarlo.

Justo cuando iba a incorporarse para volver con su familia adoptiva, sintió una mano enroscarse alrededor de su tobillo. Casi paralizada por el horror, bajó la mirada y vio que la chica la observaba con la mitad de la cabeza metida bajo el agua.

Gritó, pero ninguno de los miembros de su familia llegaron a tiempo para rescatarla de las garras del fantasma. Su cuerpo fue zambullido brutalmente en el fondo del lago mientras escuchaba una suave voz, la voz del culpable del asesinato de su familia, susurrándole al oído:

No puedes escapar de tu destino.

Lullaby for the darkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora