Flashback 2

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Normalmente cuando encuentras a una mujer que es amable, responsable y trabajadora, tus padres se alegrarían. En mi caso, es todo lo contrarío. Mis padres preferían que me enamorara de una mujer de dinero, que no trabajara, fuera manipuladora pero a la vez sumisa, una muñeca de casa, una esposa para la cama.

Sin embargo, yo me enamore de Alaska. Enumeremos las cualidades de Alaska:

1-Hermosa.

2-Responsable.

3-Honesta.

4-Amorosa

5-Perfecta.

Ahora el problema es que ella no es así conmigo porque la mayor parte del tiempo que estoy con ella, me excito y me frustro por no poder tocarle, por no poder tenerla solo para mí. Alaska es un demonio, un verdadero dolor de cabeza con esas piernas que quiero alrededor de mi cintura, esa boca que podría hacer maravillas y esos ojos tan expresivos. Pero es que lo mío por Alaska va mas allá de lo sexual. Me gusta como es cuando se enoja, como ríe, su capacidad de hacerme sentir pequeño a la par de ella, su confianza y fuerza. Podría vivir con sus fulminaciones, esa mujer podía matarme con sus ojos, yo la amo por eso.

Toda mi vida fui el favorito de las chicas, caían como la lluvia sobre mí pero ninguna me llamo tanto la atención como Alaska. Ni siquiera cuando estaba con Alisson podía olvidar a la pequeña y ardiente Alaska.

Como hace esa mujer para querer besar donde pisa? Aún con su malhumor por las mañanas cuando no toma su café, me fascina.

-Ella hablo de ti. -me dijo mi hermana, Dimi esta mañana.- Dijo que eres un arrogante y que te odia.

La fulmine con la mirada y ella rio.

-Ambos sabemos que Alaska no puede odiar. -asintió- Y me tiraría de un puente cuando eso pasé.

-Dramático. -palmeo mi espalda y me empujo fuera de la habitación.- No seas idiota y demuéstrale que puedes ser un gran hombre.

Lo intente pero como siempre, arruine todo.

Como buen hombre que soy -noten el sarcasmo- me pelee con Lucas por un comentario que me desagradó. La defendí, me defendí y aunque mi hermano es un idiota la mayor parte del tiempo, sé que yo soy el mayor idiota siempre.

Estuve encerrado en la comisaria junto a otros criminales. Robo, exhibicionista, intento de violación, y aún así cuando les conté sobre lo idiota que soy siempre con la mujer que quiero, ellos me rechazaron y me tacharon como el peor criminal.

-Hombre, el corazón de la mujer que amas tiene que ser sagrado. -me dijo el que había robado a un hombre en el parque.- Ponlo en un pedestal, cuídalo como si fuera la joya mas preciada porque al final del día, esa mujer es la que te hará sentir el ser mas afortunado del planeta.

-Tiene razón. -asintió de acuerdo el exhibicionista.- Yo estaba haciendo cositas con mi mujer en un callejón. Golpeé al policía para que ella saliera huyendo y no pudieran agarrarla. Pasare la noche en este frio lugar con hombres que no conozco pero sé que cuando llegue a casa, me recibirá con una taza de café caliente, una cama caliente y me dará su cálido amor. -puso su mano en mi hombro.- Por que una gran mujer, es la que te calienta el cuerpo, el corazón y el alma.

Alaska y Dimi me sacaron de ahí. Estaba desconcertado y furioso conmigo mismo porque unos criminales supiera mas de amor que yo. Solo era un maldito que estaba pasando por problemas familiares, mientras que ellos pasaban tiempo en la comisaria y junto a la mujer que aman.

De nuevo, lastime a Alaska esa noche. Lo sé porque vi sus ojos llenos de tristeza antes de bajar de su coche. Camine por horas y horas por la fría y oscura noche de Los Ángeles, odiándome mas que nunca. No me merezco a una mujer tan magnifica como ella.

Alaska podía calentar toda la ciudad con su forma de ser, su corazón tan puro, su sonrisa tan cálida y aunque el ultimo abrazo que nos dimos fue hace dos años para navidad, aún sentía la calidez de sus brazos. Esa noche estuve a punto de besarla bajo el muérdago y ella esperaba que lo hiciera, joder que sí. Sus ojos brillaban llenos de temor, deseo, timidez y ternura mientras yo me batía mentalmente si podía hacerlo. Al final fui un cobarde y la deje sola bajo el muérdago.

Imbécil.

Idiota.

Poco hombre.

Llegue a mi apartamento cuando el sol estaba saliendo y la luna desaparecía otro día más.

Cuando dejaría de tener miedo? Porque no solo abalanzarme sobre ella, besarla y decirle cuanto la quiero? 

Suspire frustrado cuando la imagen de sus ojos tristes me volvieron. Quien llama sobras a la mujer que quieres? ¡Un completo hijo de puta!

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Mi ardiente mujer se sentó en mis piernas con una expresión ausente. Acaricie su mejilla mientras besaba sus hombros tratando de relajarla. Hace mucho que mi querida esposa no deja de exigirse mucho en su trabajo. Escribiendo desde que sale el sol, hasta después de que se esconde. La eh regañado infinidades de veces por eso pero ella solo me grita que la deje sola para después terminar sobre mí dándonos muchos besos y caricias. Somos raros, peleamos, nos arreglamos con maravilloso sexo. No importa cuanto tiempo pasé, nunca me cansare de mi dulce y atemorizante Alaska.

-Recuerdas...-murmuro mirándome a los ojos.- esa navidad que estuviste a punto de besarme bajo el muérdago? -asentí con una pequeña sonrisa.- Te seguí hasta la puerta, esperaba tomarte del brazo y obligarte a besarme pero luego me llame idiota por ir detrás de un hombre arrogante que solo era bueno para hacerme sentir como si no fuera importante para él. Que clase de mujer va detrás de un hombre que indirectamente la llamaba puta? -sus ojos se cristalizaron y el sentimiento de culpa me golpeo fuerte en el estomago y corazón.- Quería que me amaras pero no sabía cuanto lo deseaba hasta que estuvimos en Miami y me cuidaste cuando enferme, cuando me regalaste ese vestido de novia, compraste una deliciosa pero cara pizza solo para mí y...-limpie sus lagrimas con gentileza.- Ahora estoy casada con ese hombre.

-Ahora, ese hombre, no temerá besarte bajo el muérdago ni en ningún otro lugar, Alaska. -puso sus manos en mi pecho y junto su frente a la mía. Su dulce fragancia me volvió loco.- Te amaba, te amo y siempre te amare.

-Y yo a ti.-susurró.-

Baje mis manos a su pequeño abultado estomago y lo acaricie, pensando en lo afortunado que era.

-Me encanta como eres embarazada. Tan tierna, gruñona y sensible al mismo tiempo. -gruño molesta y reí- Exacto, de eso mismo hablo.

-Idiota...

Cálida, mi Alaska es realmente cálida.

Hamilton Origins [TERMINADA]  |Serie Hamilton| #0.0 <SIN EDITAR>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora