Malec Una Historia de Amor

Runa Sin Miedo

Runa Sin Miedo

Onceavo encuentro

Alec

Alec se sentía terrible al despertar la mañana siguiente. La conversación de la noche anterior golpeó su memoria como bólido. Jace le había dejado bien claro que no le importaba y había insistido en que Magnus le ayudará a convencerlo de ello, como si no lo supiera de sobra. Por supuesto que lo sabía. Sabía que él no le importaba a Jace en lo absoluto y dolía. Dolía mucho más de lo que hubiese podido imaginar. Sabía que Jace jamás podría amarlo, no del modo en el que él lo amaba, pero escucharlo de viva voz, dolía. Se la paso tosiendo y moviéndose en la cama, reviviendo el momento. Sin embargo, la expresión dolida de Magnus se coló entre su sufrimiento, más de una vez durante la noche. El brujo también había salido dañado. Alec lo sabía. Darse cuenta que para Magnus él sí era muy importante le había tomado por sorpresa. Justo ahora debía enfrentar la realidad, ser negado no era algo agradable.

"No estamos saliendo"

Lo había negado en su cara. Se sentía de lo peor. No sabía si iba a ser capaz de arreglar el asunto. Sí habría alguna posibilidad de que Magnus lo aceptará de vuelta. No, no después de lo de anoche. No después de negarlo una vez más. Le carcomía la angustia de saber que el brujo se alejaría de él y con justa razón. Pero no quería perderlo. Realmente le gustaba Magnus. Le encantaba pasar tiempo con él. No solo era los besos y lo demás que hacían y que disfrutaba tanto. Era al mismo Magnus al que quería tener. Su gracia y talento. Sus bromas. Su incontrolable temperamento. Su magia. La manera en que sus ojos brillaban. ... El modo en el que lo llamaba Alexander.

Se le escapó un suspiro profundo al pensar en el desastre que acababa de hacer. Brincó fuera de la cama. Necesitaba volver. Arreglar las cosas con Jace y con Magnus. Con Jace, para regresar a donde habían estado siempre, sin hablar acerca de que le gustaran los chicos y definitivamente dejar de mostrar lo que en realidad sentía por él y con Magnus, para ver si podía hacer que lo admitiera de vuelta en su vida. No tenía ni la menor idea de cómo lograrlo, pero lo iba a intentar.

Alec se puso unos jeans y un suéter negro y salió decidido del Instituto, obviamente, evitando el encuentro con su madre. Maryse le había llamado la atención en la noche. Dejándole claro que lo quería lejos de los problemas en los que Jace parecía estar ahora. Alec no estaba dispuesto a escucharla. Sabía que se preocupaba, pero no era razón suficiente como para dejar solo a Jace. Tomó el tren rumbo a la casa de Luke y paro en una panadería para comprar una caja de donas, pensando que la gente en la casa iba a querer algunas de desayuno. Se aproximó a la casa con la caja de donas cargada en las manos y se sentó en el pórtico, solo un momento para agarrar valor.

— ¡Alec! -escuchó la voz que le era tan familiar decir su nombre. Levantó la vista. Jace caminaba hacia él. Estaba pálido, como si no hubiese dormido en toda la noche.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

Alec encogió los hombros y se levantó. Jace abrió la puerta y entraron juntos a la sala. Sus ojos se clavaron en los de Magnus que estaba dejando caer al suelo, lo que parecía ser una toalla de baño. Magnus le veía directo a los ojos y él desvió la mirada, sintiendo un poco de alivio. No había coraje en ellos. No estaba seguro de poder deducir lo que había, pero no era enojo. ¿Quizás soledad? ¿Quizás arrepentimiento? Alec sentía la mirada fija aún en él, clavó la suya al piso y dejo que Jace hablará, como siempre lo hacía.

Mientras el grupo disfrutaba las donas, comentaban acerca del ataque del demonio y de cómo Clary había sido capaz de ahuyentar a otro tanto con una runa nueva. Una runa que ella había visto en un sueño. Luke le pidió que la dibujara en un cuaderno y que la mostrara para que pudieran ver su habilidad para crear runas nuevas.