0.- Prólogo

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De una edad milenaria, los antiguos trataban de indagar acerca de valores como el Bien y la Justicia, con el objetivo de alcanzar un mejor sistema del que la sociedad pudiera sostenerse firme y correcta, de bien común, de nutirse en esencia los unos a los otros.
La idea de Bien era la reina. La dirigente y suma sacerdotisa sobre cualquier otra. Una emperatriz representada por el sol que se regocijaba de su posición de soberana, siendo la virtud de virtudes, el areté en su máximo esplendor.

Y quien alcanzase la justicia, alcanzaría ese bien y la belleza suprema; sería la verbigracia a seguir para los ciudadanos de las polis, perfecto, armónico, virtuoso... y hasta digno de ser venerado por sus semejantes.

Lo que los sabios filósofos ignoraban era que sus ideales, tan puros y finos como las plumas que manchaban de tinta negra sus togas y túnicas de lino, se trataba de una equivocación, pues quien los tocó de lleno con las palmas desnudas de sus manos se convertiría en cenizas escarlata, creando una idea de Bien desde la luz alada de sus más profundas entrañas. Un ser inquebrantable y más brillante que el astro oriental, que rallaba el firmamento de naranja. La creación de un ser odiado y de antiquísima reputación. Una temida criatura...

Y repudiada.

Nepharikuma: Todos hemos estado en la luz alguna vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora