Había pocas cosas que le quedaban mal a Oikawa que se armaban una lista una tras la otra de forma ordenada y perfecta. Liderando este espacio, estaba el color morado. En sus tonalidades mataba el color de su piel y enterraba a su persona en un crimen de la moda. Se sentía abrumado y abrazado por un color que simplemente rayaba en ondas violentas. Segundo, aunque no menos importante, estaban las lágrimas. Siempre había sido un chico con una cara fea para llorar. Se le achicaban los ojos, las cejas se fruncían y los pliegues de piel sobre la frente se enfrascaban en un solo espacio, como si se comprimiera. No era bonito. Mucho menos atractivo y ahora, con su enfermedad, era más notable todavía.
Estornudó sin poner el brazo en medio de la trayectoria para guardarse los bichos. Los expulsó en toda su habitación. Había suspirado. No esperaba que la gripa estacional llegara a él con tanta rapidez. Matsukawa ya lo había regañado. Desaprovechó la feria de vacunación de la universidad para quedarse estudiando. Tooru estornudó otra vez, recordando con amargura la voz burlona de su amigo. "Esperemos que no sea Influenza" le dijo, entre risas.
—Maldito Issei...— Oikawa se enrolló entre las sábanas de la cama. Su madre le había dejado una taza de leche caliente que iba a ayudarle a enternecer su cuerpo para escupir la enfermedad. Todavía no había llegado lo peor, pero sentía cómo los brazos y las articulaciones iban entorpeciéndose con el paso del aire hacia adentro. Suspiró. Juntó las piernas y las abrazó en un ademán de vergüenza por sí mismo. Odiaba estar enfermo. Sentía como si hubiera perdido, como si todo lo que supiera no lo salvara de los efectos de las enfermedades. Frunció el ceño y torció la boca. ¡Las cosas ciertamente no estaban saliendo mejor!
Luego de haberse permitido el berrinche, abandonó su postura de feto para acomodarse en la cama y echar la cabeza en la almohada. Ahí, en donde los sueños se gestan, procuró cerrar los ojos para descansar de las angustias que le trae el día. Se olvidó de su madre, de la leche que le había dejado, de Matsukawa, de la risa burlona de sus amigos en el trabajo... pero una persona volvía a su mente con la repetición de un disco rayado. Involuntario, insistente, perpetuo. Sus brazos, la forma idiota en que formaba sonrisas y su voz presente en la parte de atrás de su cabeza.
"Gracias, Oikawa. Eres un buen amigo"
Era como si no hubiera podido olvidar lo que se había sentido.
Le había empezado a doler el corazón cuando escuchó el sonido del celular.
Despegó la mente de su trance esperanzado y levantó la cabeza para buscar el aparato con su mano izquierda. Llegó a él sin esperar encontrarlo tan pronto y entonces, se dio cuenta de lo que aparecía en las notificaciones. Hajime.
Lo había invocado. No había otra explicación. El corazón se detuvo en lo que él peleaba consigo mismo para ignorar las ansiedades que había disparado el pensamiento mágico y guardó aire para soltarlo lentamente. Lo hizo otras dos veces. Un ejercicio prudente en lo que pensaba en las posibilidades de este nuevo resultado.
No podía mentirse a sí mismo. Sentía urgencia en responderle. Tomar el aparato para escribir su respuesta con la inmediatez que podía... pero necesitaba alejarse. Después de lo que pasó en el parque, aquel palpitar que surgió solo para él debía de esfumarse con su memoria. Iwaizumi lo veía como un amigo y para mantenerse así, hacerlo a un lado era la solución indicada. Darle su tiempo, su espacio... responderle a los mensajes no seguiría el plan que había establecido. Estornudó. Dejar de frecuentarlo también tenía que ser una decisión consciente. ¿Cómo se supone que iba a olvidarse de él si no era con el golpe de la abstinencia?
Dudó otra vez. Su mano derecha se venció a la ansiedad de la impaciencia y alcanzó el celular. No quiso maldecirse con ganas de hacerse sentir peor, pero tuvo que hacerlo antes de que los dedos empezaran a moverse por su cuenta, obedeciendo a la necesidad interior de hacer caso al llamado del chico. Tosió. Prensó el aparato en la mano y se detuvo a tiempo gracias a un estornudo. Fue entonces que algo todavía más alarmante sucedió.
ESTÁS LEYENDO
Sin Azúcar
FanfictionOikawa conocía su perfil. Iba todos los miércoles sin falta y pedía exactamente lo mismo. Era guapo, fuerte y tenía un gusto peculiar para el café. Extrañamente y aunque Oikawa quisiera explicarlo, no sabía porqué le había puesto los ojos a un hombr...