Capítulo 1

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IMPORTANTE: Antes que nada te agradezco infinitamente que estés aquí, dispuesto a leer esta obra. Pero quiero avisarte que para poder entender el entorno de esta novela necesitas leer primero Tal vez, seamos para siempre.

Dicho esto, te esperaré con ansias por aquí.

Apreciaría mucho tu voto o tu comentario, ¡gracias!.

   Unas risitas sospechosas en el pasillo me despertaron, escuché claramente el sonido de las patas de un banquillo de madera ser arrastradas hasta el frente de mi puerta, sabía que era un banquillo de madera que utilizaban para alcanzar cualquier cosa y luego la perilla de la puerta comenzó a girar. Una vez abierta, la empujaron lentamente, entrecerré los ojos para que no se dieran cuenta de que me habían despertado y las observé caminar de puntillas hacia mi vestidor. Por alguna razón, habían desarrollado la necesidad de sacar la ropa y los zapatos del closet de su madre y el mío.
Las escuchaba murmurar entre risas y aguanté para no reír yo también. Estas niñas eran dinamita pura, heredaron la súper energía de su madre.
Me levanté despacio y miré mi reloj, siete en punto.
Ni en domingo pueden dormir por más tiempo. Pensé
Caminé de puntillas exactamente igual que ellas y me acerqué con cautela hasta mi vestidor, me asomé para ver qué hacían y las ví probandose mis preciosos tacones para luego tambalearse hasta el espejo, se miraban atentas con las manos en la cintura, modelando e intentando girarse mientras una se sostenía del hombro de la otra, no pude aguantarlo más y solté una carcajada, haciéndolas saltar del susto.
―¿Se puede saber qué hacen pequeñas diablillas?- pregunté con una mano en la cintura y apoyando el hombro en el marco de la entrada, intentando hacer una mirada amenazante pero estallé en carcajadas al verlas abrazadas mirándome con unas sonrisitas cautivadoras.
―¡Fue Susana!- exclamó Mariana señalando a su hermana con el dedo.
―¡Eso no es cierto!- secundó la agraviada con voz furiosa.
―Alto ahí pequeñas fieras. Interrumpí antes de que comenzara la masacre― guarden todo en su lugar para bajar a desayunar.
―Sí tía- respondieron resignadas y se dispusieron a hacer lo que les pedí, cuando terminaron, corrieron hacia mí y las recibí gustosa, esas dos princesas eran la luz de mi vida. Son preciosas, ambas con los preciosos ojos verdes de su padre y los cabellos dorados de su madre. Una verdadera creación divina ante mis ojos.
Salimos de la habitación entre risas y nos topamos con su madre en el pasillo.
―¿Y ahora que hicieron?- preguntó su madre, sabía que eran una amenaza con rostro angelical.
―Nada mami- corearon sonrientes y corrieron a sus brazos.
   Recién habíamos tomado asiento cuando Marco llegó de su carrera matutina de cada día.
―¿Dónde están las princesas de esta casa?-
Llamó a sus hijas desde la entrada, quienes en menos de lo que canta un gallo salieron disparadas.
Un golpe seco fue lo que siguió, Érica y yo nos miramos asustadas y nos apresuramos en su dirección, solo para encontrarnos con mi hermano tirado en el suelo debajo de sus dos princesas que lo besaban y abrazaban sin importarles si estaba adolorido y empapado en sudor. Ambas nos acercamos entre risas para tomar a cada una y permitir que mi hermano se pusiera de pie.
―Y aquí está mi Reyna— sonrió y se acercó a Érica, rodeo su cintura y la besó.
Opté en distraer a la niñas para dejarlos disfrutar su momento.
―¡La última en llegar a la habitación del abuelo es un huevo podrido!—grite y comencé a correr seguida de cerca por los dos pequeños torbellinos.
Luego de que se abalanzaran sobre mi padre en la cama, salimos al comedor para por fin, sentarnos a desayunar.
Últimamente he desarrollado un gusto por observar a todos mientras compartíamos el comedor. Me gusta disfrutar del ambiente y contemplar las pacíficas expresiones de cada uno, mi padre ahora está completamente recuperado, feliz. Tiempo es lo que tiene de sobra estando fuera de la empresa, aunque apoya a Marco tanto como él se lo permite, optó por disfrutar al máximo a sus nietas y eso para mí es magnífico.
Marco y Erica por otro lado, están más enamorados que nunca. Adoro verlos tan felices y plenos, a pesar de que ambos trabajan, siempre se dan el tiempo para disfrutar a sus retoños.
Y yo, bueno, yo retomé mi antigua vida. Y sigo obligada a lidiar con este vacío en mi pecho, estoy comenzando a hacerme a la idea de que seguirá haciéndome compañía durante bastante tiempo más. Por ahora, estar rodeada de trabajo y responsabilidad ayuda mucho y siendo editora en jefe les aseguro que nunca falta, Aurora sigue presente pero ahora como mi guía y solo se presenta en la oficina cuando es urgente, ella también quiere disfrutar de sus nietas sin problema y yo tengo que llenar el espacio que dejó.
Y cuando la oficina ya no es suficiente para disfrazar esa horrible sensación, siempre tengo a mis niñas, paso todo el tiempo restante de mi día con ellas. Las llevo al parque, a la escuela por las mañanas y generalmente soy yo quien las recoge en sus clases de ballet y de natación, necesitamos encontrar la manera de canalizar toda esa energía. Y los días como hoy, hemos adoptado la buena costumbre de pasar la tarde en familia, en casa.
Pero todo esto siempre me lleva al mismo dilema, ya que al ver a mis dos princesas rodeadas por el amor de su familia no puedo evitar pensar en la vida de la pequeña hija de Alejandro. ¿Que como lo sé? Bueno, luego de nuestro divorcio hubo una batalla descomunal por la custodia de la pequeña, y la prensa no tenía intenciones de dejarme a un lado a pesar de lo mucho que quise evitarlos. Al parecer, Helena tuvo serios problemas de salud luego del parto y a ello se sumó el hecho de que no quería asumir la responsabilidad de criar a una pequeña criatura a sus 19 años y quería darla en adopción.
Allí empezó el problema. Ulises y Alejandro pelearon por la custodia y naturalmente el padre biológico de la pequeña se quedó con ella. Estos últimos detalles los tuve de Ulises quien no ha perdido contacto conmigo, aún voy a dar clases al centro cultural y nos llevamos bien, aunque soy consciente de que él tiene intenciones de algo más. Ha estado invitándome a salir desde hace unos meses, alentado por Erica y mi padre. Lo he rechazado en cada una, pero parece que no piensa darse por vencido, y es que no es que me haya cerrado a la posibilidad de conocer a alguien, simplemente que a él no puedo verlo como algo más que un amigo.
Me resulta increíble cómo ha pasado el tiempo, ya casi tres años desde aquello.
El teléfono de la casa empezó a sonar, trayéndome al presente de golpe. Mi adorada Juanita se apresuró para responder e hizo un gesto de confusión.
―Marco, hijo creo que es para tí— mi hermano se levantó y tomó el teléfono un tanto indeciso pero en cuanto escuchó a quien estaba del otro lado de la línea se le dibujó una gran sonrisa.
―¿De que sirvieron mis clases de español?— dijo indignado con un perfecto inglés.
―Sí, estamos muy bien. Sí, todos están aquí. Ajá, Samanta también. Me miró alzando una ceja―
-¿Quieres hablar con ella?— sonrío y yo abrí los ojos como platos. Marco me extendió el teléfono.
Tragué saliva, no estaba segura de que fuera quien estaba pensando pero me levanté de la silla y caminé hasta tomar la bocina.
―¡Espera, Marco!— escuché antes de poner la bocina en mi oído. Esa voz...
―¿Hola?— hablé más tranquila de lo que esperaba.
―Hola, ¿Cómo has estado?— Al escuchar su voz mi cuerpo reaccionó como solía, me invadió una sensación de calor y tranquilidad que hace mucho no sentía.
―Bien, muy bien. Ya sabes, siendo la mejor tía del mundo. Escuché su aliento al reír. — ¿Tu cómo estás?— pregunté entre risas.
―Bien también, todo normal. Ya sabes, siendo el mejor cirujano del mundo—
―Me había olvidado de tu tan característica modestia—respondí
―Tuve una buena maestra— Ambos nos echamos a reír.
―Tres años no han sido suficientes para apaciguar nuestros egos ¿no?—
―Ni lo serán diez— respondió entre risas y no pude evitar imaginarlo sonriendo, con ese lindo hoyuelo en su mejilla hasta que un pitido agudo interfirío con la llamada.
―¡Rayos! Lo siento. Me llaman de emergencias—
El silencio se apoderó de la línea, sabía que era hora de cortar pero quería seguir hablando. ¿Por qué?
―¿Puedes decirle a Marco que le llamo después?—
―Ah, sí claro.— respondí ocultando la pena en mi voz.
—Eh, ¿tú número sigue siendo el mismo?-
―No. ¿Y el tuyo?—
―El mío sigue siendo el mismo, envíame un mensaje, así podremos seguir en contacto— dijo con naturalidad
―Sí, lo haré— respondí del mismo modo.
Me di la vuelta con una sonrisa enorme en la cara, mi hermano era el único que no me había quitado los ojos de encima y me vió, quería que me tragara la tierra.
―Lo esperaré entonces. Debo irme, Adiós— me dijo justo antes de colgar.
Dejé el teléfono en su lugar y la mirada de mi hermano no se movia, me sentía como un conejillo acorralado, pero tuve que tomar valor para regresar al comedor.
―Marco, Satoru me pidió que te dijera que te llamaría de nuevo— le dije mientras me volvía a sentar y evitaba su pesada mirada inquisidora.
Al llegar la tarde Erica y yo entramos a la piscina con las niñas, mi padre y Marco cocinaban la carne en el asador y Aurora salía de la casa con algunos recipientes con ensaladas.
Pudimos escuchar el timbre de la entrada y un par de minutos después, apareció Juanita con Ulises detrás ayudándola con más recipientes.
―Pero mira quien llegó...— soltó mi amiga fingiendo sorpresa.
Torcí un poco la boca y me concentré en Susana, como les dije antes, ella y mi padre insisten en que debería considerarlo un poco más, puedo incluso asegurar que ellos lo invitaron a venir. Ya que por la cara de mi hermano, estaba claro que él no esperaba su presencia y no es que no le agrade, pero parece que a él si le ha quedado claro que Ulises no me interesa y también ha comenzado a fastidiarle la actitud de cupido de los demás.
―Ya son tres años Sam— yo creo que deberías intentarlo.
Puse los ojos en blanco, aquí vamos de nuevo...
―Érica, por favor— respondí lo más civilizada posible.
―Esta bien, Está bien. Ya me callo—
―¡Está listo vengan a comer!- llamó mi padre.
Érica salió primero para tomar las toallas, le entregué a las niñas y luego salí. Fuimos hasta la mesa donde todos nos esperaban, me apresuré a tomar asiento entre Aurora y Marco, no estaba de humor para sus estrategias amorosas.
Al terminar de comer, mi hermano me ayudó a detener al par de ayudantes de Cupido y aprovechó la presencia de Ulises para hablarle sobre algunos asuntos de trabajo, al parecer traía un proyecto nuevo entre manos.
Estábamos sumergidos en nuestras conversaciones, Aurora, Erica y yo hablábamos sobre algunas ideas para el cumpleaños de las niñas, sería en poco menos de un mes, las niñas jugaban en el jardín y entonces escuchamos el chapoteo del agua, seguido del grito de Mariana.
Marco y yo nos levantamos de golpe y corrimos hasta la piscina, Susana había caído en la parte más profunda, pero justo cuando iba a arrojarme la pequeña salió y se tomó de la orilla con una sonrisa de victoria dibujada en su rostro, solté el aire aliviada, benditas clases de natación. Marco la ayudó a salir y la abrazó con fuerza.
—No vuelvas a hacer eso, nos diste un buen susto— sentenció su padre mientras la bajaba al suelo
―Lo siento, sólo quería la pelota—
Me acerqué con Mariana en brazos y miramos hacia donde señalaba su pequeño dedo, la pelota estaba ahora justo en el medio de la piscina
―La próxima vez, deben pedir ayuda niñas— agregué mientras bajaba a Mariana y Marco envolvía a Susana en una toalla con ayuda de su esposa.
―¿Entendieron?— añadió su madre y ambas pequeñas asintieron —Muy bien, ahora vamos a darnos un baño— dijo para luego retirarse con Marco cargando ahora a Mariana hacia la casa.
―Ese fue un buen susto— me sobresalté al escuchar a Ulises detrás mío, no me di cuenta cuando se acercó.
―Sí. Que suerte que saben nadar— respondí realmente aliviada.
―Sí, supongo que son precauciones que hay que tomar con niños en casa— hubo un tono lúgubre en su voz.
―Sí, es una de muchas. A pesar de que no son mis hijas, estoy al pendiente de ellas cada minuto, supongo que labor de un tío es tan importante como la de sus padres—
Un silencio incómodo fue lo que siguió, no fui consciente de mis palabras y ahora me mataba verlo observar los juguetes de las niñas con tanta melancolía, sabía que era muy poco el tiempo que compartía con su sobrina y acababa de meter la pata de manera descomunal.
―Yo, eh, lo-los-sien...— su teléfono comenzó a sonar y lo respondió de inmediato. ― Tengo que irme, nos vemos después— hizo un gesto con la mano y se fué.
―Nos vemos— respondí desconcertada y aliviada, acababa de salvarme la campana pero no dejé de sentirme estúpida por haber abierto mi bocota.
Me acerqué a la mesa para ayudar a Juanita a recoger lo que habíamos usado, ensimismada en mis pensamientos.
—¿Estás bien mi niña?— preguntó mi adorable Nana, sabía bien el trasfondo de esa pregunta, me conocía tan bien...
―Los tengo aquí conmigo, así que estoy perfectamente.— sonreí y seguí ayudándola hasta terminar, ella no hizo más preguntas, lo cual agradecí, no tenia respuestas para algo que ni yo entendía. Luego, subí a mi habitación, un baño sería bueno.
Estaba ya sentada en la sala con las niñas viendo una película animada cuando su madre apareció para decirles que era hora de cenar, ambas se levantaron de un salto y corrieron al comedor, su madre las observo y luego a mí.
― Te imaginas el caos que será cuando coman dulces en su cumpleaños?—
Yo solté una carcajada, me levanté y la rodeé por los hombros con mi brazo para guiarla al comedor.
― Deberías llamar a tu mamá y preguntarle qué hacía contigo cuando eso sucedía— me dió un pellizco en un muslo y la solté dando un salto aún riendo a carcajadas.
   Al final del día, luego de despedirme de mis princesas, finalmente me tumbé en mi cama a descansar, aún me sentía mal por lo que pasó con Ulises, además de esa extraña sensación que aparece cada vez que él vuelve a mi mente... cerré mis ojos y respiré profundo, el presente, concentrate en el presente.
La alerta de batería en mi teléfono sonó, no lo había cargado desde anoche. Me levanté a regañadientes y conecté mi cargador a lado de mi cama, luego tomé el celular de mi escritorio y lo conecté para dejarlo sobre la mesita de noche. Desbloqueé la pantalla y no había ninguna notificación de correo electrónico nuevo, entonces miré el ícono de los contactos y lo recordé: Satoru.
Me levanté para sacar el teléfono que Marco me habia dado cuando me fui a Japón, tenia un lugar designado en mi escritorio aunque sabía que difícilmente sonaría, por alguna razón, solia evitar que la bateria muriera completamente.

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⏰ Última actualización: Oct 01, 2023 ⏰

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