Las cosas serias

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- Llegaste antes de tiempo. Dijiste a las 2 y es recién la 1 

- Pero si ya estás lista - dijo entrando a su departamento y cerrando la puerta, mientras la veía irse de regreso a su pieza

- No estoy lista y ayer hiciste lo mismo.

Sergei se sentó en el sofá a esperarla

- No sé para qué te arreglas tanto. Cualquiera diría que quieres conquistarme.

- No me arreglo para ti, engreído. Pero no voy a salir a la calle hecha un desastre.

- Sigue repitiéndote eso. Los dos sabemos la verdad.

Una mandarina fue a dar sobre su cabeza

- ¡Oye!

- Desinfla ya ese ego. Te estás pareciendo a un músico que conocí hace algún tiempo, de lo más desagradable.

- Bueno, bueno, pero apúrate, que muero de hambre. 

- ¿Dónde podríamos almorzar hoy?

- El cellista me recomendó una pizzería. Podríamos pedir una promoción doble, a ver si engordas de una vez.

- No necesito engordar. Además, durante el último mes ya nos hemos paseado por todos los locales de comida chatarra. Tu amistad me va a arruinar el hígado.

- ¿Tienes alguna idea mejor, entonces?

- Hay un restorán vegetariano a un par de cuadras

- ¿Vegetariano? Pero no tengo hambre de lechugas, tengo hambre para comerme una vaca entera

- Cómo se ve que nunca has visitado un restorán vegetariano. - dijo, apareciendo nuevamente desde su pieza.

- ¿Ya estás lista?

- Sí

- ¿Ves que tengo razón? - dijo, mirándola de pies a cabeza -  Estás igual que cuando llegué

El gesto de asombro de Sofía le causó tanta gracia que no pudo evitar reírse. Ella, por toda respuesta, tomó su cartera, caminó hasta la salida y abrió la puerta, con un gesto de impaciencia, mientras él se acercaba a ella, muerto de la risa, tratando de abrazarla

- No, no, si estás muy linda

- Ya, deja, vamos

- Ya, pero si era una broma. Además, a mí me pareces siempre bonita. 

Ambos cruzaron una corta mirada en silencio, lo suficientemente seria como para ruborizarla a ella y electrizarlo a él. 

- Ya, vamos - dijo al fin ella, como para zafar - Me pegaste el hambre.

Bajaron por el ascensor en silencio e iniciaron la caminata hasta el restorán. 

- Ah, casi lo olvido. Estela me invitó al cumpleaños de su marido el próximo mes. Creo que deberías ir conmigo. 

- No es necesario. Gracias a ti, tengo evidencia suficiente para mi cliente.

- ... ¿Has pensado en dejar este trabajo? Yo podría ayudarte a conseguir algo más serio

- Mi trabajo es muy serio y ya hemos hablado sobre esto.

- Buscar mascotas perdidas y arruinar la fiesta de los adúlteros no tiene nada de serio.

- Te recuerdo que yo tenía un trabajo bastante serio hasta que alguien me lo arruinó

- Ya empezamos...

- Y ya que estamos hablando de eso...

- Yo no estoy hablando de eso

- ... ya que estamos hablando de eso, creo que viene siendo hora que me expliques en qué líos andas metido. Me lo debes.

Sergei siguió caminando sin mirarla. Sí, se lo debía, pero ¿cómo iba a explicar algo sin mentir?

- ¿Tan importante es para ti saberlo?

- Me gustaría saber quién es el tipo que come en mi misma mesa todos los días. Sí, para mí es importante.

- Sofía, este último mes ha sido fantástico, al menos para mí. Hacía mucho que no compartía tanto tiempo con alguien que me hiciese sentir cómodo. Pero no estoy listo para contarte todo. Ten paciencia; ya te contaré.

- ... A veces no sé que estoy haciendo contigo. Debería tomar una distancia prudente. La experiencia me ha enseñado que cuando alguien esconde algo es porque no es nada bueno.

- Sí. Claro. Tal vez tengas razón. Pero mientras tengas la duda, ¿me aguantas un poco más? 

Ella sonrió y él tomó eso como un "sí", por lo que sonrió también.

- De cualquier modo - agregó - insisto que tu trabajo es ridículo. Mejor yo te contrato de guardaespaldas. Porque sabes defensa personal, ¿verdad?

- Deja de decir idioteces o te haré una demostración pública.

- Uh. Contacto físico. Lucha cuerpo a cuerpo. Suena interesante.

Ella contuvo una sonrisa.

- Eres tan ridículo...

Él sólo la miró, sonriendo, mientras su imaginación daba un paseo impúdico por ciertas partes que él hubiese querido explorar. 

- Pero por qué ridículo, somos dos amigos, los amigos se tienen confianza, tener confianza implica

- tener confianza implica decirse la verdad - interrumpió ella, echando por tierra la imaginación afiebrada de Sergei, quien suspiró con resignación

- Ya, pero si te voy a contar. Algún día te voy a contar. Ahora, justo ahora no puedo.

- ...

- Además, te he ayudado bastante, ¿o no?

- Sí.

- Y tú me has ayudado a mí

- Si tú lo dices

- Ya, pero cambia la cara - dijo él, tomándola de la mano y obligándola a detenerse.

Otra vez una mirada fija los atrapó, pero esta vez duró algunos segundos más, durante los cuales él evaluó seriamente la posibilidad de anular la distancia entre su boca y la de ella y envolverla en un abrazo apretado. ¿Cómo sería besarla? ¿Cómo se sentiría su cintura entre sus manos? Como de costumbre, ella rompió el hechizo desviando la mirada, pero las manos seguían enlazadas. Él no la soltó y continuó caminando. Estaban a sólo unos pasos del restorán. Para cuando entraron, las manos ya se habían separado.


El caso 22Donde viven las historias. Descúbrelo ahora