Hogar perdido

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Se dice que aquellos que han perdido, esos que sufren la desdicha y el amargo abandono, no pueden recuperarse del todo jamás, incluso después de la muerte...

Esa tarde Souichi y Tetsuhiro arribaron a una isla en el pacífico, las palmeras, el calor asfixiante y la hermosa vista parecía inundarlos con su majestuosidad. La universidad se había encargado que les dieran alojamiento, sin embargo en el sitio no había enormes hoteles, menos en la zona que iban a explorar con tal de buscar una rara planta.

Para llegar ahí, del aeropuerto los llevaron en una avioneta hasta el sitio más próximo y de ahí en un bote. Los recibió una mujer madura que los ayudó a bajar, mientras que Morinaga se veía un poco pálido por el viaje en bote, ya que se había mareado:

— Yo soy Aline y soy su conexión con la universidad. Soy una investigadora en otro campo de estudio. Se me ha dicho que les interesa una planta que sólo se da aquí y me asignaron un presupuesto para darles todo lo necesario con tal de que su estancia sea lo más fructífera. — La mujer sonriente y amigable extendió su mano para saludar a los viajeros.

— Buenas tardes, somos los investigadores de Nagoya, yo soy Tatsumi Souichi y ese que está en el suelo por ahí, es Morinaga Tetsuhiro. — Señaló a Morinaga que se había tendido en el suelo con la cara casi verde de las náuseas.

Fueron llevados en una camioneta al pueblo a que hicieran sus compras, un pequeño lugar pintoresco y con construcciones antiguas muchas de ellas, en conjunción con casas diminutas hechas de adobes. El lugar se sostenía de la agricultura, se daba muy bien las plantaciones de frutas y unos cuantos simplemente se dedicaban a la pesca, entre otras actividades. Por aquello, el lugar constaba de no más de doscientos habitantes, muchos de ellos trabajadores del terrateniente.

La vida no era mala en aquél sitio pues se encontraban árboles frutales en lugares lejanos a los territorios con dueño, así que muchas familias iba a recolectar frutos por ahí cuando les placía.

— Muy bien, si desean comprar algo para su estadía es ahora o nunca, si no traen mantas para dormir no hay problema, hay muchas en la casa que será su hogar este mes. También he llevado comida y cosas de uso personal.

— ¿No nos quedaremos en el pueblo? — Preguntó Souichi.

— El camino es largo hasta allá y por esa razón renté una vieja casa en las afueras, muy cerca del mar. La he dejado aseada y lista para su uso. Mi investigación radica aquí en el pueblo y la de ustedes en encontrar aquella planta que tiene su hogar en la cercanía de ese sitio. Seguramente les será placiente su estancia, ya que parece un lugar para vacacionar.

Morinaga parecía prácticamente un despojo en el asiento trasero, al tiempo que la mujer y Souichi partieron hasta el mercado y la farmacia del sitio que estaba todavía combinada con una antigua botica por las plantas medicinales que se usaban a la par de medicamentos de patente. La gente tenía vidas sencillas donde las comunicaciones no eran tan avanzadas y pocos gustaban de navegar por las redes celulares; así que no eran tan eficientes los precarios servicios que se daban. Compraron algunas cosas, sustancias faltantes y algunos frascos extra por si los requerían. En sus maletas de viaje traían todo un equipo completo para revisar muestras y verificar que todo se diera adecuadamente, sólo aquella planta de la cual habían tenido un par de muestras gracias a Soujin, tenía la facultad para curar quemaduras en un menor tiempo. Si los resultados eran favorables, incluso era posible hacer cremas antiarrugas por la regeneración tan veloz que denotaba aquella sustancia.

A una hora de camino, por un lugar de terracería bordeado de maleza, se notaba que la mujer había limpiado el camino de ramas, ya que estaban cortadas y verdes se veían algunas que tiradas al lado del camino, que les permitió pasar con la camioneta.

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⏰ Last updated: Nov 24, 2017 ⏰

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