12- Vigila tus espaldas

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- ¡Ya estoy en casa!- mi voz resuena sin recibir respuesta alguna.

Dejo las cosas en la sala y voy hacia la cocina. Nada. Doy un respingo al oír un crujido proveniente del jardín. De pronto, comienzo a escuchar unos gritos. Ya empezamos...

- ¡Sota, ese jarrón era muy importante!

- Lo siento, abuelo. No volverá a ocurrir.

- ¡Eso has dicho las últimas 3 veces!

Mi hermano, sin hacerle mucho caso, agarra su balón y comienza a jugar de nuevo con el gato.

- ¡Oh, Kagome! Ya has llegado. Anoche no viniste a cenar.

- Sí, me quedé con un compañero- respondo desde la puerta-. ¿Sota ha vuelto a romper uno de tus jarrones?

- Como de costumbre.

Mi vista vaga distraídamente hasta detenerse en un árbol enorme. Mi abuelo siempre ha dicho que es sagrado, aunque nunca he entendido el porqué. Lo que sí es cierto es que lleva aquí décadas, por no decir siglos. ¿Será ese el lugar por el que me observaba Inuyasha?

- Kagome... Kagome, ¿me escuchas?

- ¿Eh? Dime.

- Dejé una caja dentro del templo, ¿podrías ir a buscarla?

- Claro.

Jamás le había dado importancia a esta pequeña estructura, pero hoy se me encoge el estómago. Todavía no logro hacerme a la idea, no estoy segura de si lo que vi ayer fue sólo un sueño o no.

Deslizo con manos temblorosas las puertas y bajo los pequeños escalones. Contengo la respiración y me limito a pasar de largo, evitando mirar el pozo, en busca de una caja de cartón. No tardo en encontrarla bajo unos tablones viejos de madera, cubierta por unas sábanas blancas llenas de polvo. Me cubro la nariz con el brazo, estoy segura de que no tardaré en estornudar con tanta suciedad.

De pronto, puedo sentir una brisa fría recorrerme la espalda, casi puedo escuchar el viento susurrarme al oído. Me doy la vuelta, pero todo sigue intacto. No hay puertas abiertas, tampoco ventanas. Supongo que han sido imaginaciones mías. Sujeto con fuerza el objeto contra mi pecho y me dispongo a salir. Esta vez es un sonido más fuerte el que me obliga a voltearme. Miro a mi alrededor, nada. Deposito las cosas en el suelo y, por primera vez, echo un vistazo al interior del pozo. Cuando lo hago, debo recordarle a mi cerebro que necesito respirar.

Una energía muy fuerte me atrae desde el fondo. Lo que antes era un montón de tierra, ahora es una profundidad interminable. Un vacío a una dimensión que soy incapaz de imaginar. ¿Y si me lanzo? ¿Acabaría en ese mundo tan peligroso del que me habló Inuyasha? Doy un paso hacia delante y elevo mi brazo levemente sobre él.

Las puertas se abren de golpe y mi abuelo aparece tras ellas. Vuelvo mi vista a mi objetivo, ha desaparecido. Toda esa materia extraña se ha resumido al montón de polvo habitual.

- ¿Ya la encontras...? Pero, ¿¡qué estás haciendo!? ¡Aparta ese brazo de ahí!- grita empujándome- ¡Has quitado todos mis pergaminos!- exclama llevándose las manos a la cabeza.

- ¿Cuál es el problema?

- ¿¡El problema!? Los pergaminos llevan protegiendo esta familia durante generaciones. ¿Acaso no has oído las leyendas?

- ¿Leyendas?

- Sí, es muy importante. Dicen que la tierra que contiene este pozo está maldita, si miras durante mucho tiempo tu cuerpo se comienza a pudrir.

- Ya... Ese tipo de leyendas- respondo poniendo los ojos en blanco. En el momento en el que dijo la palabra "leyenda", pensé que se refería a algo importante como las de Inuyasha, no esto.

Inuyasha y Kagome ¿Jugamos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora