XI

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Kyungsoo despertó cuando comenzaron a formarse las primeras gotas de rocío en la mañana. Recordaba haberse dormido en una butaca de la habitación, sólo que ahora se hallaba descansando junto al hombre lobo sobre el colchón. El sobresalto sólo le duró unos segundos, la calidez y la sensación de saberse protegido eran demasiado buenas para cuestionar nada más. Su cuerpo estaba pegado al de Jongin, sus piernas enredadas mientras los brazos del lobo rodeaban su cintura, como negándose a dejarlo ir.

Pero Kyungsoo no podía quedarse.

El pelirrojo apartó las finas sábanas, tratando de hacer la mínima cantidad de movimientos y deshaciendo el agarre de Jongin sobre su cuerpo. Le tomó algunos minutos, pero finalmente saltó fuera de la cama, volteando varias veces para comprobar que el otro se encontrara dormido.

Encontrar la salida no le resultó demasiado difícil, la configuración de la casa era bastante simple y no habían divisiones excesivas, no obstante, se detuvo en cuanto atravesó el umbral. Kyungsoo rió para sí mismo. No sabía dónde estaba, había seguido a Jongin precisamente porque estaba perdido, y entonces…

Los eventos de la noche anterior comenzaron a golpearlo rápidamente. Jongin había resultado ser un hombre lobo, se había enzarzado en una pelea, y aún más, Kyungsoo tenía el fatídico presentimiento de que él tenía algo que ver con esa disputa. Jongin había sido herido, él mismo lo había curado, le había pedido que no se fuera, que durmiera a su lado, y ese tirón extraño en su estómago aún no había desaparecido, de hecho, había aumentado. Kyungsoo podía sentirlo, una especie de hambre y ansiedad reptando en sus extrañas, latiendo bajo su piel y desconcertando sus pensamientos.

No podía dejar a Jongin. Kyungsoo no sabía cómo ni por qué, pero tenía la certeza. Necesitaba a Jongin. Se necesitaban.

***

Jongin percibió el movimiento, lo sintió desprenderse de sus brazos e inmediatamente extrañó su calor. Kyungsoo había abandonado la habitación, lo había dejado. Jongin tuvo que controlar a su lobo, que luchaba por salir y perseguir a su compañero, para acorralarlo bajo sus patas y marcarlo finalmente como suyo, pero su parte racional venció. Su lado humano se dijo que estaba bien, que debía dejarlo decidir, aún si Kyungsoo no sabía hacia donde correr, si estaba realmente asustado y queriendo escapar eso no le importaría, su prioridad sería alejarse de Jongin y él se lo permitiría, aún cuando eso le desgarrara el alma.

El castaño esperó algunos minutos, suficientes para que Kyungsoo se hubiese alejado y a su lobo le costara más tiempo rastrearlo, pero no fue necesario. Ahí, sentado en el portal, con las piernas colgando hacia fuera gracias a los altos cimientos, estaba Kyungsoo. Su piel rozaba con la hierba alta, y el sol atravesaba sus cabellos rojizos, haciéndolos parecer más claros. Jongin se recostó al marco de la puerta, intentando que la imagen se grabara a fuego en sus pupilas. Kyungsoo era hermoso, era hermoso y era suyo. Una vez más debió controlar a su lobo, lanzándole una reprimenda mental por no dejarlo disfrutar a gusto del momento a la vez que el chico se volteaba, sus ojos abriéndose sorprendidos al descubrir a Jongin.

El hombre lobo se sentó a su lado, tomando una gran bocanada de aire, impregnándose en su aroma y manteniendo su vista fija en el humano. Kyungsoo cambió su actitud inmediatamente, y Jongin pudo notarlo, sus manos dejaron de juguetear nerviosamente con la hierba, sobre todo cuando el castaño entrelazó sus dedos con los suyos, dibujando el contorno de su pulgar con el suyo propio y susurrando simplemente:

- Te encontré.

***

Jongin realmente no quería dejarlo ir, pero tampoco sabía explicarle la situación. El chico había entregado sus ropas al mundano, pidiéndole que se cambiara y asegurándose de que lo llevaría a su casa, esta vez de verdad.

Kyungsoo, nuevamente cómodo en sus propias ropas, comprobó la herida del hombre lobo, encontrándola completamente sanada y sonriendo aliviado, las habilidades de los subterráneos nunca dejarían de sorprenderle.

Hicieron el camino hacia la casa del pelirrojo en un silencio casi absoluto, con pequeñas conversaciones sobre el paisaje y el cielo, aún cuando Jongin deseaba decirle otras cosas, y confesarle algunas verdades. Con el bosque iluminado por el sol el camino fue fácil de encontrar, y en poco más de treinta minutos Kyungsoo estaba en el pórtico de la casa de su padre, aunque eso ya no lo hacía sentir tan bien. Aún tenía esa extraña sensación, como si separarse de Jongin no fuera lo correcto pero sin encontrar la lógica o las palabras para decirle que quería quedarse con él.

- Ya estamos aquí - habló el lobo, a la vez que Kyungsoo inconscientemente tomaba su mano, no queriendo que se fuera tan pronto.

- Jongin - llamó el chico; su nombre en la voz grave de Kyungsoo provocó un escalofrío sobre el lobo, quien bajó la vista dispuesto a ahogarse en los ojos oscuros del humano - alguna vez… ¿te volveré a ver?

Kyungsoo había preguntado, tímido, y Jongin sentía que podía estallar de felicidad. La sonrisa de satisfacción no tardó en aparecer en el rostro del moreno, su compañero quería volver a verlo y él no podía estar más emocionado por ello, pero era un humano, debía ir con calma.

Presionando un beso sobre la frente despejada del pelirrojo, Jongin asintió, prometiéndole que, muy pronto, volvería a verle.

***

Lee Sooman estaba desesperado, no había ningún indicio, ningún mensaje, nada que los llevara hacia el Árbol, y los días pasaban y las barreras seguían debilitándose. Todos los Directores tenían absolutamente prohibido habla del tema fuera de Idris o los Institutos seleccionados para ayudar en la búsqueda, y el Instituto de Seúl no había sido seleccionado, aún.

Habían métodos que podían utilizarse para rastrear objetos y personas, y el Árbol no era la excepción de la regla, pero no tenían nada que le perteneciera, ni siquiera una hoja que les sirviera como base, y el poder de las runas no era tan grande como para rastrear un objeto sólo con imaginarlo.

Nadie había pensado en conservar una hoja, un trozo de rama, un pedazo de la corteza, simplemente porque nunca pensaron que podía llegar a desaparecer.

Y Lee Sooman maldecía esa costumbre autosuficiente y demasiado confiada de los Cazadores.

El Cónsul había enviado varios equipos de búsqueda. No sabiendo dónde podría encontrarse el Árbol, numerosos Cazadores se habían dividido en grupos, encomendados a peinar cada zona del planeta Tierra, y luego de diversas dimensiones demoniacas. Era un trabajo arduo y probablemente demoraría demasiado. Las probabilidades de encontrar el Árbol de la Vida a través de ese método era bajas, pero de momento, era lo mejor que tenían. Sólo les quedaba rezar al Ángel, pidiendo que encontraran su reliquia antes de que los demonios acabaran con la existencia en la Tierra.

***

Sehun no sabía cómo había llegado hasta allí. Se encontraba en un espacio completamente negro, la oscuridad lo rodeaba por completo y apenas alcanzaba a ver unos metros más allá de él. Estaba de pie sobre un reloj, flotando sobre el agua igual de oscura mientras sus pies mojados salpicaban. Instintivamente se movió hacia adelante, más cerca del número doce, a la vez que el agua seguía rodeándolo, gruesas gotas girando a su alrededor pero sin llegar a mojarlo. En el cielo negro la luna se negaba a ser envuelta por las nubes, dejando apreciar como un velo la cubría por completo, eclipsándola, a la vez que ocho cuerpos, además del propio Sehun, se reflejaban sobre sus aguas.

***

Gracias por leer

Sangre de ÁngelWhere stories live. Discover now