1 - Un Prologo y el comienzo de una catástrofe.

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Esta historia... cuyos dedos me tiemblan al escribir, cuyo cuerpo se me estremece por pensar que pasó... que pasó aquel día.

Un acontecimiento tan irreal que marcaría mi vida para siempre, y no sólo la mía; sino también a los de mis dos acompañantes. Y que —por si esto fuera poco—, implica no sólo a los ya mencionados. Sino, que marca un antes y un después; un brusco efecto que tiende a desmoralizar a todo tipo de sociedad existente. Tal efecto desconcertante en el que las personas tenderían a enloquecerse... Y el lector, en su sano juicio podrá normalmente preguntarse con la mayor de las razones:

¿Por qué?

Porque este acontecimiento puramente vivido en carne, hueso y espíritu; va en contra de toda lógica y sentido común. Nuestro cerebro tan insignificante no está preparado para aceptar la brusca, siniestra y verdad absoluta. Ningún hombre: desde el más primitivo hasta el más evolucionado, intelectual o culto de todos los tiempos no duraría ni un segundo en estallar en una demencia y locura descomunal que lo llevaría a caer en un pozo sin fondo y, en una pérdida de contacto con la realidad que muy pocas veces se ve en las personas que gozan de una buena salud mental; en una pérdida de la conciencia que terminaría —en el menor de los casos— en su propia muerte.

Las agujas del reloj juegan en mi contra, ya que cada segundo que pasa es un tormento para mi cuerpo. Y, sin embargo aquí estoy; intentando escribir en un papiro con una pluma y un tintero sobre una mesa de marfil antiguo en pleno siglo XXI bajo la luz de una lámpara de aceite.

¿Podría ser peor? Claro que lo podría... o no, creo que me inclino por un no, o... ¿Acaso es un sí?. Todo resulta confuso, extraño ¡Sí, ahora mismo soy un extraño en mi propio cuerpo!. Quizás así se deben sentir aquellas personas degeneradas e insanas que en estos tiempos modernos se hacen llamar "transexuales" ( y es que ahora no se me viene ningún otro ejemplo a mí desdichada mente para ilustrar lo que siento ). Un extraño en su propio cuerpo... qué burlada y que bella paradoja cruel al mismo tiempo. Como sea, nunca en mi corta existencia me encontré empático con un transexual. Me vale aclarar esto porque lo poco que queda de humano en mí me lo pide a gritos, y no me gustaría que me recuerden ( si esta historia es algún día encontrada ), como un maldito enfermo que sólo tiene una crisis existencial y que, con la presente nota quiere asustar a los individuos más supersiticiosos.

Necios serán lo que piensen ello. Ya que los que duden de mi palabra se verán castigados, y el destino los hará ver la verdad, para que, en su agonizante y triste muerte, comprueben que yo tenía razón.

Pero justo aquí es donde pararé de hablar de mí. Y es que me disculpo por hacer tan larga este tipo de "introducción". Parece ser que cuando el humano siente que el fin está cerca, sólo quiere difuminar dudas —por más mínimas que sean— y aclarar certezas —por más fuertes que estas sean—. Aún cuando sabe que todo el mundo corre peligro mortal.

No dejo de pensar que si todos viviéramos verdaderamente conscientes de que cada segundo de vida es un segundo ganado a la infalible muerte, el mundo sería distinto. La violencia acabaría, el amor impregnaría nuestros corazones, al igual de como nos impregna el aire de un nuevo día, o la bella fragancia de olor a rosas o de un jazmín a flor de piel. ¡Maldición, hasta disfrutariamos de pisar el desagradable excremento de un perro!

Si, de eso estoy seguro. Sin embargo, vivimos entre prejuicios y odio, rencor y venganza, e intentamos convencernos de que vivimos en armonía. Cuanta hipocresía... demasiada.

Un Fin DesoladorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora