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 No lo sé...– Aprieto los laterales de mi cabeza.–Mi mente no puede pensar. No existe nada que le falte...

 Quizás podrías hacerle una cena romántica. Encender algunas velas y poner música suave. Es posible que ese sea el ambiente que necesitan para poder dejarse llevar al fin.

Observo a Luke, mientras me ayuda a desbloquear mi mente. No sé nada de Nick desde que nos gritamos en esa fiesta, Adam aún permanece en Manhattan y eso me relaja y preocupa en la misma cantidad. Si se ha quedado es porque lo encuentra mal, pero al mismo tiempo me alivia que este acompañándolo. Se que Jess sabe más pero no quiero preguntarle, prefiero guardar mis preocupaciones. Con Austin, no hemos hablado de ese tema, ni de ese ni de nada en general. Salimos a correr, vamos al curso y luego dormimos en camas separadas, en alguna ocasión hemos ido a cenar pero no ha sucedido nada que nos haga subir un escalón en nuestra reconciliación definitiva. Ha escuchado de sus propios oídos y ha visto con sus propios ojos que he terminado la fina linea que de alguna manera me unía con Nick, pero aunque eso fue lo que me pidió, al parecer no es suficiente, hasta le he dicho que estoy enamorada de él. Un hecho que quizás se ve obvio para todas las personas que me conocen, pero que nunca lo expresé en palabras, no a él. No lo sé... Estoy confundida con sus actitudes. Ahora estoy intentando pensar en que regalo podría darle para su cumpleaños y al mismo tiempo no sé si quiere pasarlo conmigo. Ha evitado el tema por completo, no me ha dicho nada. No he vuelto a pisar su casa. 

– Mientras tanto me quedaré aquí todo el día, en cama. 

Luke se hunde con mi depresión y decide dejarme sola y aprovechar la baja temperatura para acurrucarse con Bruce. Me levanto cuando se va y almuerzo una gran ensalada de verduras con carne trozada. Me quedo sentada en mi mármol en silencio observando la hora, cuando esta da en las 15:45 me abrigo y bajo con tranquilidad por el ascensor, me tomo un taxi que me deja en el barrio Upper East side. Sin dudas el barrio más distinguido al que he pisado. Camino hasta la calle 74 y 3 ave allí me tomo un café pijo y después me acerco a la avenida Lexington, es gracioso que lleve parte de mi nombre... Me apoyo en un parador y observo al frente de la calle, un pintoresco hotel cinco estrellas descansa en la gran avenida. No mucho tiempo después y a la hora pactada, puedo ver a la dama que estoy buscando. Brithanny, vestida con una falda tubo negra y una camisa blanca ajustada con un listón al cuello se baja de un coche negro, lleva una capelina al estilo mujer bonita, pero se puede distinguir a la perfección que es ella. Observa su móvil con chulería y veo salir a un hombre canoso y con bigotes negros del bar situado justo al lado del hotel. Lleva un traje impoluto y solo le falta un bastón para dudar si ha salido del reparto de primera clase de Titanic. Saco mi móvil y ubicándome de una manera que no corra riesgo de ser vista, le tomo unas fotografías cuando se saludan y cuando entran a la par hasta el hotel. Con la primicia en mis manos, paro un taxi y vuelvo a casa para llegar a la cita de running con mi moreno odioso. 

Corremos siete kilómetros a muy buen ritmo y luego me paro a un lado, a recuperar mi respiración y aprovecho para refrescarme un poco, al menos con el día tan frío no he sudado mucho. 

  – Te ves desconcentrada. 

– He sufrido el último kilómetro. 

  – ¿Te encuentras bien?

Asiento, vaciando mi botella de agua. 

– Me preguntaba si te apetece cenar conmigo, hasta que esperemos juntos la hora de celebrar tu cumpleaños. 

Suspira. – Ven a casa esta noche...

Cruzo mis brazos. – No quiero obligarte, si no quieres, no insisto más.  

  – ¿Qué quieres que te prepare?

Niego. – Yo quiero hacerlo, ¿No quieres venir a casa? 

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