-Dime chica, ya acabaste con sus vidas?
La voz del diablo seguía igual de ronca y desgastada que hace unos meses, y al parecer ahí abajo, en el inframundo, poco (o nada) había cambiado.
-Sí, he cumplido vuestra orden, pero ahora debes cumplir tu promesa y dejarme reinar junto a ti, recuerda, nuestro padre me concedió esta forma humana para poder terminar con los herederos.
Parecía mentira, pero aquella mujer de rasgos tan finos y voz tan delicada era hermana del mismísimo diablo. Claro esta, que el hecho de parecer humana solo era una herramienta para pasar desapercibida en la Tierra.
-Hermana, he de admitir que esta vez lo has hecho bastante bien, incluso fingiste por casi un año que ese humano te importaba, todo con tal de cumplir mi orden.
Mientras el diablo decía eso, la mujer se quitaba su túnica para abandonar su forma humana y ser una mas en el inframundo. Ahora su aspecto parecía sacado de una película de terror, casi como un típico cliché de personaje infernal.
Y la mujer habló:
-Es curioso como ni en un sólo momento dudaron de mi, esos tres enclenques cayeron en la trampa. -Tenía un tono arrogante y creído, mientas hablaba daba vueltas por la habitación.- Si hubiesen sido tan astutos no estarían muertos, pero claro, quien sospecharía de la pobre universitaria en apuros? Que patéticos son los humanos.
El diablo, harto de oír a su hermana hablar, se levantó del trono y se dirigió a la puerta.
-Basta de charla Aradia, todavía tenemos que hacer mucho Para conseguir lo que queremos.