Cap. 1 - El despertar de un ángel

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"Desde que aquellos dulces ojos se abrieron, viendo por primera vez el mundo, los engranajes de aquel destino egoísta dieron marcha..."

Un suave llanto de bebé era lo único que se podía escuchar en aquella fría habitación de hospital luego de aquella conversación con el doctor, aquellas palabras que aún seguían frescas en la mente de Akira, un alfa de presencia imponente, que miraba con enojo al otro alfa frente a él.

-Debe de haber alguna equivocación en la prueba – dijo con enojo impregnado en su gruesa voz .- Exijo la vuelvan a...

-No hay equivocación alguna señor Kise – interrumpió el doctor – la prueba ya fue hecha dos veces, según usted pidió y ambas indican lo mismo – el hombre alto y de lentes dio un suspiro cansado para luego continuar – su hijo recién nacido es un omega.

-¡Eso es imposible! – Grito Akira frustrado, negando lo evidente – ¡Mi esposa y yo somos alfas! ¡Nuestros padres son alfas! – exploto en enojo, recordando aquel momento de su infancia, apretó sus dientes y cerro sus puños tan fuerte que sus manos comenzaron a temblar, pero aun así no sintiendo dolor, nublado en ira pura, de solo recordar a aquel desgraciado su sangre hervía en cólera.

El contrario simplemente acomodo sus lentes dando un largo suspiro – Señor, por favor tranquilícese – dijo con calma y semblante cansado – no siempre se obtiene un hijo alfa de dos padres que sí lo son, lo más seguro es que alguno de sus antepasados sea omega, tal vez alguno de sus abuelos o tatarabuelos, pero lo que sí es seguro es el hecho de que el niño es omega – explico.

-Pero... - y justo cuando iba a refutar, una enfermera toco la puerta, entrando a la habitación, camino hasta el doctor y susurro algo a su oído.

-Bueno, si me disculpan, tengo que retirarme – dijo haciendo una leve reverencia – como anteriormente dije, muchas felicidades, su bebe está sano, que es lo importante, la señora Kise y su bebe están bien y ya pueden retirarse a casa si así lo desean – y se marchó junto con la enfermera.

Akira solo chasqueo su lengua en señal de fastidio y sin siquiera mirar a su mujer e hijo dijo – Vámonos – comenzando a caminar rumbo a su casa.

Kise Akira, era un alfa fuerte, alto, de ojos dorados y cabellos rubios, de piel un poco bronceada y algo musculoso, de carácter fuerte como su apariencia, un hombre orgulloso que a pesar de todo amaba a su esposa y dos primeros hijos, pero que desprecia, odia profundamente a los omegas y valla que la vida le había hecho una muy mala jugada.

Kise Hana, era una alfa de piel blanca y suave como la porcelana, con un cuerpo envidiado por cualquier mujer u omega y deseado por varios alfas o betas, incluso omegas habían estado en su lista de pretendientes, sus cabellos eran oscuros y sus ojos color menta estaban adornados por largas pestañas, era sin duda una alfa preciosa con una personalidad dulce y materna pero firme como cualquier alfa, amaba a sus hijos por igual, incluso al pequeño cachorrito que dormía plácidamente entre sus brazos, envuelto en su cálida mantita color cielo con dibujitos de conejitos blancos, aquel era un pequeño realmente hermoso, era imposible no amarlo y aunque sabía el odio que su esposo tenia hacia los omegas y la razón de este, ella trataría de hacerlo cambiar de opinión respecto a su pequeño angelito que nada había hecho y recién había nacido, que ni sus ojitos había querido mostrar, y si su esposo no cambiaría de opinión pues que se vaya al demonio, porque ella le daría el amor que necesita por los dos y estaba segura que sus dos gemelitos harían lo mismo, sonrió al pensar en la reacción de sus dos primeros hijos al ver a su pequeño hermanito.

-¡Mamá! ¡Mamá! – gritaron al mismo tiempo los dos pequeños alfas al verla llegar, emocionados al ver un pequeño bulto entre los cálidos brazos de su madre.

-Mis amores, vengan, mami quiere presentarles a su pequeño hermanito – dijo Hana emocionada, sonriendo a pesar del cansancio, Akira al oírla simplemente bufo, si por el fuese sus dos hijos jamás viesen a ese omega que de seguro sería un problema más adelante como estaba seguro eran todos los omegas para él, pero no quería tener problemas con Hana, quien de antemano le había advertido que se controlase, ella conocía muy bien, y lo que tenía de atractiva lo tenía en carácter cuando se molestaba – Akira, ven, vamos – le dijo la pelinegro con anhelo, sonriéndole y sacándole de sus pensamientos negativos.

-No puedo, deje asuntos pendientes en la oficina, regresare más tarde – contesto secamente y sin más se retiró, dejando a Hana con el "pero" en la boca.

La pelinegro suspiro resignada, viendo los ojitos llenos de dudas de sus pequeños gemelitos – vengan mis niños – les dijo amablemente, mientras Tatsuya, su hermano menor y quien había cuidado a sus gemelitos durante su ausencia, tomaba las pequeñas manos de sus sobrinos para que siguiesen a su hermana mayor, él quien había escuchado el pretexto y visto la cara que había puesto su cuñado simplemente permaneció en silencio y con su ceño fruncido, el actuar de aquel sujeto le había molestado mucho, y desde hace un tiempo había tenido un mal presentimiento en su pecho, y ese comportamiento del alfa mayor solo le decía que algo había sucedido, algo no andaba bien – Vamos a ver al nuevo integrante de la familia, pequeños – les dijo el pelinegro aun sujetando las pequeñas manos y dándoles una pequeña sonrisa, quitando la duda en los pequeños ojitos de sus sobrinos y contagiando una alegre sonrisa en ambos, y entre pequeñas risas y comentarios felices los dos adultos y los dos pequeños entraron al cuarto previamente asignado al recién nacido.

Hana, quien fue la primera en llegar rápidamente se sentó en la mecedora de color blanco y de madera, viendo toda la iluminada habitación, si, definitivamente tenía que remodelarla, pensó ella en un suspiro, para luego ver a su hermano sonreírle y a sus pequeños posar sus caritas en el reposador de la mecedora, viéndola fijamente, con sus ojitos brillando, sonrió dulcemente al verlos, dejando todo ese tipo de pensamientos a un lado, y con sumo cuidado destapo un poquito al bebito en sus brazos, dejando ver a un pequeño ángel con sus ojitos cerrados y sus manitas hechas puños.

La boquita de los dos pequeños de tan solo 5 años se abrió en sorpresa, aquel pequeño era sin duda lo más hermoso que sus ojos hayan visto en su corta vida y en sus mentes solo surgió un pensamiento por igual "Protegerían a ese pequeño ángel".

... Aunque las cosas casi nunca salen como se las planea...

"... Y aunque fue amor a primera vista... amar al pequeño ángel estaba prohibido."

Continúa...

Batido con doble piñaWhere stories live. Discover now