"Tal vez un día pensó que la mala suerte fue el motor de su adiós

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"Tal vez un día pensó que la mala suerte fue el motor de su adiós.
Tal vez su suerte intentó que su vida no fuera burda y sin perdón."




Ella seguía el rumbo que su propia sombra le dictaba. Pensó en los atardeceres compartidos con su "media naranja" y, aunque en realidad no queria pensar en eso, las cuestiones llegaron en oleadas. ¿Cuántas habían sido las ocasiones en las que su corazón había latido sano, sin saber que muy pronto se quebraría por la culpa de un individuo que no la merecía? Sabía y era completamente consciente de los actos que aquél había realizado en el pasado, los cuales dejó a un costado, restandole importancia a sus malos tratos.

No se caracterizaba por ser ingenua, era bastante razonable consigo misma y sabía lo que era bueno para ella. Era buena reconociendo los valores, las debilidades y los puntos más oscuros que los demás pretendían no tener. Pero algo había fallado con aquél individuo, algo que todavía no entendía muy bien, y por el que constantemente se cuestionaba el por qué.

¿Cuáles fueron las razones? ¿Por qué su corazón se había convertido en un ciego sin remedio? ¿Y la sabiduría y la razón en su pensamiento?, ¿qué había pasado con ellos? Las preguntas no servían de nada y entendía que al final pensar en todo aquéllo no le reconstruiria el corazón.

Qué lástima, pensó mientras caminaba por las calles de su barrio. Ni siquiera podía evocar el recuerdo del infortunio que le había sucedido hace no más de diez minutos atrás. En ese momento, y por más tonto que parezca, sólo podía pensar en las palabras que escribiría en su próxima carta al corazón y sabía que, aunque no tenía la intención de traspasarlo realmente a papel, la voz en su cabeza le consolaria el alma.

Corazón:

No sé porqué siento que perdí la voz. ¿Será porque el tiempo se hace eterno cuando uno se encuentra con su propia miseria? No podría llegar explicarte el dolor que siento en el pecho, ni la sensación de rotura que me lastima y parece que me adora con enfermiza pasión. Pero la cosa es que no te entiendo y creo que nunca te voy a entender.

En los primeros momentos de aquél después me sentí perdida por tú agonía pero, ¿por qué tendría que sentirme de ésa forma, si la culpable de todo fuiste vos? Yo fui la mas cuerda en este plan, ¿te acordás? Pero no entiendo qué pasó como para que tus sentidos traicionaran mi razón.

¿Será que él te arrancó la visión y te dejó sólo con los vestigios de lo que alguna vez fuiste? ¿Cuándo fue que tu independencia se convirtió en dependencia? ¿Dónde quedó esa virtud, corazón?

¿Qué me hiciste?

Con pena, R.


Corazón Roto dejó de hablarle al cielo, manchado de violeta y azul, y volvió la vista al frente, sintiéndose extraña al comprobar que se encontraba al lado de aquél local de adornos floreados en dónde ella había dejado la primera carta para su corazón. No entendió mucho la escena, y menos la imagen de aquélla mujer de rasgos suaves que, con ojos que demostraban confianza, la invitaba a pasar.

Frío, por su parte, seguía en el mismo espacio infinito en dónde las calles de asfalto se encontraban más que calientes por el sol, y en dónde un hombre de capucha negra le lanzó una cartera de color verde esmeralda que contenía más que unas simples cartas marcadas con tinta y sentimientos rotos.








Tazas de té en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora