Lee Chan tenía depresión.
Fue víctima de abusos continuos por parte de sus compañeros y familia, llegando al punto donde no le importaba nada. Ni su apariencia, ni su carácter, ni su higiene siquiera.
Excepto Junhui, su novio.
El chino era su todo, su razón para sonreír y el ser humano que lo mantenía en pie. Lo protegía de sus crisis y lo besaba hasta el cansancio, curando sus heridas, incluso después de haber tenido las crisis, Junhui lo cargaba hasta la bañera y limpiaba su cuerpo con mucha paciencia y cariño, asegurándole que todo estaría bien.
Pero hubo un momento en donde Lee Chan tuvo una crisis y Junhui no estaba ahí.
Tomó un frasco entero de pastillas y lo consumió, desplomándose en las paredes de su baño. Era el día dos de Febrero, el día donde un joven chico se quitó la vida a las dos de la mañana exactas.
Junhui llegó dos minutos después al percatarse de la llamada perdida de su ser más querido.
Y ahí estaba, inerte, el paisaje más horrible de observar fue como del cuello del menor aún colgaba la otra mitad del collar que su novio le había dado. Un corazón, que solían unir para demostrar su amor, pero que ahora tendría que estar una parte bajo la tierra y otra llorando su ausencia.
El castaño estrujó miles de veces el cuerpo apagado, besó los labios del menor, pero nada, Chan estaba muerto y todo por culpa del número dos.
Junhui odiaba ese número.
Y se comprometió a cada dos de cada mes, dedicarle un regalo a su difunta pareja. Todos los días a las dos de la mañana se levantaba a llorarlo, estando dos minutos enteros ahogándose en sus lágrimas. Todos los días de febrero le compraba dos regalos, dejándoselos en su lápida.
Y después de dos años de eterna tristeza, Junhui se internó en el cementerio en la noche, a las 1:58 estaba acurrucado encima de la lápida de Lee Chan y a las dos de la mañana las pastillas que había tomado antes sentenciaron su condena de muerte.
¿Saben qué es lo único bueno del dos?
Que dos significaba dos cadáveres juntos y dos corazones descompuestos latiendo juntos en algún lugar muy lejano.
¿Y saben qué es lo peor?
Que nunca más podrían volver a juntar las dos partes del collar de corazón.
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