[Jimin]
Aún le recordaba entrando por la puerta. Traje negro, ajustado perfectamente a cada esquina y curva de su cuerpo. La piel, casi tan blanca como su camisa, perfectamente alisada, parecía brillar pero sin resultar desagradable o sucio. La pajarita adornando su cuello, digno de un regalo de su talla, un bonito regalo envuelto de la mejor forma posible.
- He hecho una pregunta, Jungkook. –el pelinegro apartó la vista, reprimiendo su enfado. Porque estaba enfadado, enfurecido como nunca, pero no rabioso. Tan solo apretaba con fuerza la mandíbula antes de hablar y repetía que quería irse. – Dime quienes han sido.
- Quiero irme, Jimin.
- Dime quienes te han hecho esto y luego nos vamos.
- Nadie. Vámonos.
- Jungkook...
Inspiré hondo, controlando mis emociones. Uno de nosotros ya estaba enfadado, y por el bien de ambos, al menos el otro debía mantener la calma. Perder los nervios terminaría en problemas, y yo no buscaba eso. Yo buscaba saber quién cojones había mojado con ponche hasta el último centímetro de piel y tela que cubrían a mi pelinegro.
¿Qué en qué lugar estábamos para que hubiera ponche? Ni más ni menos que en el colegio. Literalmente, a unos pasos del gran portón de la entrada. A varios pasos más del gimnasio, donde tanto alumnos como profesores celebraban el que hubiéramos quedado con la segunda mejor media académica del país. Tampoco era un gran acontecimiento, pues no era el primer año que el colegio se clasificaba o llegaba a ganar, pero en cada una de esas ocasiones se cancelaban las clases un día y los profesores organizaban una especie de merienda cena, con pastas, aperitivos simples y complejos, y como no, ponche.
El cual, al parecer, había terminado todo sobre Jungkook.
- Hazle caso –me giré inmediatamente hacia aquella desconocida voz. Siguió siéndome igual de indiferente cuando la adjunté al pálido rostro que se encontraba a mi espalda. No me resultó amigable a pesar de la pequeña sonrisa que mantenía todo el rato en su rostro. Curiosidad y desconfianza fue lo que me transmitió ese chico. – No ha necesitado ninguna ayuda para estropearlo, sabe hacerlo muy bien solito.
- Jimin, si no nos vamos ya, voy a pegarle. –sabía que no era una amenaza, sino una advertencia. El menor estaba controlándose, estaba poniendo tanto empeño en ello que las mangas de la chaqueta que apretaba con fuerza probablemente nunca volverían a alisarse. – Por favor.
- ¿Han sido ellos quienes te han hecho esto? –pregunté señalando al pequeño grupo de desconocidos. Ni siquiera eran un grupo, tan solo tres chicos. Uno alto que no prestaba atención a otra cosa que no fuera su móvil, otro igual de alto y rubio, prestando atención al primero como si de un móvil se tratara. Y finalmente el que me había hablado. El pálido que me transmitía la misma confianza que una navaja.
- ¡Que no ha sido nadie, ya te lo he dicho! –Jungkook estalló. Se acercó rápidamente al más bajo de los tres y le dio un golpe en el pecho, empujándole con rabia antes de que yo me interpusiera entre ellos. El pálido seguía sonriendo. – ¡Y tú piérdete! ¡Nadie te ha llamado!
- Tu novio cree que yo soy el responsable de que seas un torpe.
- Yo no he dicho eso –declaré serio, agarrando a Jungkook por el antebrazo, pendiente de que no hiciera nada de lo que luego pudiera lamentarse. Seguíamos en el centro escolar después de todo.
- Mejor, porque estarías equivocado. –echó un vistazo a Jungkook y volvió a apartar la vista con desprecio. Comenzaba a irritarme. – Yo solo tengo culpa de decir la verdad, el niño se encargó de tirarse el ponche encima sin mi ayuda. Se la habría dado encantado si me la hubiera pedido.
