Corría el año 2019 y yo llevaba más de año y medio teniendo sexo con mi vecino de mi misma edad, Gianluca.
Ambos teníamos 16 años y estábamos comenzando a descubrir nuestros jóvenes y suaves cuerpos. A veces en solitario, a veces usando diversos objetos y a veces en pareja. La mayoría de las veces lo hacíamos en mi casa ya que ahí podíamos disfrutar con toda tranquilidad, de nuestros pliegues y cavidades.
Mi papa vivía para el trabajo; mi mamá, para sus obras sociales; además mis hermanos nunca andaban en casa, por lo que tanto él, como yo, podíamos hacer lo que quisiéramos mientras no causáramos demasiado desorden.
Yo tenía mas experiencia sexual que él, puesto que ya antes de Gian, el verano pasado, me había pasado todo un período de campamento de verano con un compañero de carpa mastubándonos mutuamente, besándonos con toda la lengua. A Gianluca le encantaba que le contara mis experiencias, así lo logré seducir. La primera vez me pidió poner en práctica todo lo que sabía y así empezó todo. Cuando empezamos no sabíamos que pronto todo esto cambiaría.
Una tarde,de tantas, en la que él estaría solo en su casa me escribío para que fuese a su casa a follar. Sin pensarlo tanto, acepté. Cerré silenciosamente la puerta de mi casa para luego entrar por su ventana y dirigirme a su dormitorio donde comenzamos a fantasear con cosas calientes, a manosearnos descaradamente y a besarnos apasionadamente.Una vez que ya no aguantamos más, nos dirigimos al baño de su casa donde dejabamos que la calentura saliera.
En esa oportunidad, yo estaba especialmente caliente al punto de sentir que cada roce de su piel contra la mia, cada beso tierno en las comisuras de los labios, cada aliento contra mi nuca solo hacía que mi pasión fuera creciendo. Quería, más bien, necesitaba ser culeado fuertemente. Sólo quería sentirme lleno, quería sentir su ya duro miembro dentro de mí, quería que mis esfínteres se rindiesen ante su húmedo y dulce glande. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con lo que se desea ya que sin querer, podemos recibir mucho más de lo que anhelamos.
Ambos estábamos de pie frente al lavamanos. Mientras yo me apoyaba en este para empujar hacia atrás mis caderas , miraba en el espejo nuestra pervertida y excitante imagen: Dos chicos profundamente enamorados; uno de ellos, tratando de ser un dominante activo y el otro, tratando de ser el pasivo más sumiso dispuesto a recibir embestidas, mordidas, besos y todo lo que se le diera gana al activo.
Era un deleite sentir como su miembro entraba y salía en un delicioso vaivén. Mientras él presionaba su pelvis hacia adelante, yo retrocedía apretando los dientes para sentir mejor su gruesa virilidad. En repetidas ocasiones, giraba mi cabeza para alcanzar sus labios, labios que hacían sentirme suyo.
Estábamos enfrascados disfrutando de uno de los mejores polvos que habíamos tenido hasta que, con horror, escuchamos como la perilla del baño quería ser abierta. Era el papá de Gian, un corpulento hombre que, con sus grandes manos y fuertes brazos, imponía mucho respeto y admiración. Este había regresado antes de tiempo e intempestivamente trataba de abrir la puerta para hacer uso del baño.
Obviamente se dio cuenta que alguien debía estar ocupando el baño ya que, de otro modo, este no se encontraría asegurado de esa manera, por lo tanto exclamó un poco molesto: "Quien está adentro salga inmediatamente". Empecé a vestirme en silencio mientras Gian le decía a su padre que ya salía del baño. Tratamos de hacer el menor ruido posible pero, su padre había de ser muy inocente o muy estúpido para no darse cuenta de los gemidos que provenían de mi adolorida garganta.
Cuando salimos del baño, con las mejillas enrojecidas y no precisamente de vergüenza, nos dirigimos a la cocina donde escuchamos a su padre tratando de prepararse una taza de té. Al vernos, nos preguntó que estábamos haciendo que nos demoramos tanto en salir del baño. Ambos inventamos una muy estúpida excusa pero nuestras agitadas respiraciones y nuestras miradas culpables, nos delataron. Su padre estaba convencido de que a lo menos uno de los dos adolescentes que estaban en su presencia era un buen aguantador y que minutos antes, el otro se lo estaban culeando deliciosamente. Su duda era saber cuál era cuál por ello el papá de Gianluca lo mandó a comprar una lista de alimentos que solo los podía encontrar en tiendas muy alejadas. Él, como es obvio, aceptó y me dejó solo con su padre. Estaba con las manos en la espalda y moviéndome de lado a lado, como todo un inmaduro adolescente, cuando es sorprendido haciendo una travesura.
Como no era mi casa y su papá no me podía castigar, lo único que quería era irme a mi casa y rezar para que el señor no le dijera nada a mis padres.
Empecé a caminar hacia la puerta cuando un "¿A dónde crees que vas, jovencito?" me detuvo en seco. Su grave voz estremeció todo mi cuerpo. Gire y vi al papá de Gianluca acercándose a mí con una mirada diferente, ya no era de rabia, era una que nunca le había visto antes en alguien que no fuera su hijo. Me tomó delicadamente de un brazo y me dijo " Un momentito, por favor. Me falta conversar sobre unos detalles con usted, jovencito". No logré entender a que detalles se refería pero asentí y me dejé llevar. Pensé que el viejo me golpearía o me gritaría, sin embargo lo que haríamos sería más que agradable.El papá de Gianluca me condujo hasta el baño y me ordenó con voz muy autoritaria que me ponga tal y como estaba cuando él había tratado de entrar. En ese momento, caí en cuenta que su papá sí me castigaría pero no de la manera tradicional. Adopté la misma posición en la que momentos antes era follado por su hijo. Me apoye en el lavamanos, separé mis piernas, paré la cola y le miré para atrás diciendo "¿Así, papi?", en ese momento pude ver el fuego de deseo en la mirada del viejo.
El viejo me sujetó con una de sus grandes manos por la nuca y con la otra me bajó mis cortos shorts hasta los tobillos arrastrando mi ropa interior con ellos. Subió la polera hasta dejar mi espalda y abdomen al aire. Con uno de sus pies pisó mi ropa interior contra el suelo, quedando semi desnudo y a su entera disposición. Rápidamente procedió a soltar su cinturón para dejar caer el pantalón y bajarse su bóxer.En ese momento, gracias a mi gran excitación, me relaje y me dispuse a disfrutar de la rica cogida que me iba a dar ese delicioso hombre.
Su papá se hechó abundante vaselina en su gigante verga, mientras me sujetaba por la cintura y me hacía agacharme para quedar con mi esfínter a toda su disposición. Dobló sus rodillas para que su verga quedase a nivel de mi trasero y sin necesidad de usar las manos me metió su gran pene en mi rosado y ardiente entrada. Dando un empujón constante y hacia arriba, su verga fue taladrando mi interior hasta que la metió toda y logré sentir el roce de sus vellos púbicos contra mi lampiña piel. El cosquilleo en mi entrepierna no se hizo esperar, estaba súper duro. La sensación era deliciosa y el dolor era más que maravilloso; era muy distinto a lo que sentía con su hijo, sabía que solo estaría completamente satisfecho al ser destrozado por una verga de adulto, una que me rellenase como pavo para las navidades.Sentía, por su gran grosor, un intenso ardor que se fue calmando poco a poco mientras el viejo pervertido me taladraba y se apropiaba de mis blandas piernas. El viejo me agarró de las caderas y usándolas como barandas de una escalera, me comenzó a embestir fuerte, duro y hasta adentro .
Él ya había descubierto quien era el pasivo en la relación secreta de su hijito con el vecino y pensaba aprovecharse de esa circunstancia y gozarlo como se debía.Era tan intensa la cogida que me estaba propinando que, por momentos, sentía que me levantaba en el aire y que mis delgadas piernitas no tocaban el suelo.
Me estuvo culeando unos diez minutos hasta que comenzó a aumentar la velocidad y su respiración se empezó a escuchar entrecortada. Agarró mi duro pene y me masturbó hasta que, dando un bufido, se apoyó en mi espalda mientras su verga se vaciaba completamente dentro de mi delicado cuerpo. Sentí el calor del semen, los latidos de su pene y cómo se inflaba su glande separando mis tiernas nalgas y causando mi orgasmo. Dio unas cuantas clavadas más y salió de mi interior despacito. Cuando salió completamente, desde mi dilatado ano salió un resbaloso y húmedo chorro de semen que resbaló por mis piernitas.
En ese momento sentí como si una fría corriente de aire ocupase mi recto y mi cavidad se sentía completamente vacía.Acto seguido y poniéndose muy serio, el papá de Gianluca, me ayudó a vestirme rápidamente. Me llevó hasta la puerta y, con un tono amenazante, me dijo que no se lo debía decir a nadie si quería que eso sucediera de nuevo y que me prohibía volver a juntarme con su hijo. Asentí y tambaleándome me dirigí a mi casa.
Gian nunca se enteró de lo que pasó y salimos por un tiempo hasta que su papá nos volvió a encontrar y le prohibió verme. Ahora, lo veo a veces en el vecindario pero ya no me habla. Su papá, por otro lado, no deja de decirme para vernos.
Fin