Esta mañana he hablado de ti a más de mil sordos sin problemas auditivos.
Entre esa multitud estaba yo, hablándome de ti sin entender absolutamente nada y sintiéndolo todo.
A estas alturas todavía soy capaz de mirar al horizonte y poner las manos sobre las mejillas en medio de un suspiro ahogado, escuchándote.
Escuchándome hablar sobre ti.
Yo también estoy cansada porque tenías razón,
Además de estúpido es ridículo que las mañanas sean más frágiles cuando despierto con tu recuerdo en la boca y no tengo más remedio que apresurarme a lavarme el pelo y subirte a mi mente para después escupirte en mis manos.
Sé que tarde o temprano vas a escurrir entres mis yemas y entonces a cada paso podré llevarte en la suela como ahora tú lo haces conmigo.
Tu rutina en la mañana se repite excepto que tú, no me guardas entre flores.
Me gusta la idea de ser yo quién te viene a la mente para quererle por la tarde y cambiar de opinión al anochecer.
Entre todos estos gritos te mantengo en silencio, porque al parecer todo lo hago así, en silencio.
Justamente así me dio la chingada gana quererte y odiarte cada vez que te escribo.
