cinco

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“Un día sin ti es como un año sin lluvia"

La noche era fría, como todas las noches, o almenas eso creía Nate, la nieve se acercaba al igual que su terrible aniversario de bodas y… el aniversario luctuoso de Alice, cuatro años “casado”,  cuatro años sin ella.

Nate estaba sentado en el escritorio mirando unas fotos en la computadora, recuerdos que no iban a volver, el último  viaje con Alice, sus aventuras,  sus citas, sus secretos, su boda… Aquella chica con su hermoso vestido, la sesión de fotos que habían hecho antes de la misa,  las fotos de la iglesia, cerró  la lap top de  golpe y limpió sus mejillas mojadas, se levantó de la silla y se dirigió a su armario donde guardaba sus cosas importantes, sus recuerdos.

Al abrir la puerta miró todo dentro, las cajas donde tenía las cartas de Alice, ropa de ella, fotos, joyas, recuerdos, parte de su vida. Tomó  una gran bolsa que estaba hasta arriba, sacó lo que había adentro, un  enorme cuadro con un hermoso marco dorado, bajo el cristal, la triste foto del recuerdo, la foto de su boda, Alice con ese hermoso vestido, el tomándola por la cintura en un tierno abrazo… Un sinfín de lágrimas escurriendo sobre el cristal, el dolor volvía junto con ese vacío que llevaba adentro, dejó la bolsa en el suelo y tomó una caja, sacó el  vestido blanco,  el vestido de  novia, el vestido de Alice, lo abrazó  contra él y de inmediato se desplomó en el suelo, hundió su  rostro en los  finos olanes mojándolo,  aún tenía el aroma de Alice, los recuerdos volvían, aquel recuerdo del cuerpo muerto de su esposa entre sus brazos, la sangre correr, la bala en el pecho, su último aliento, el cajón cerrado, la tierra al caer en el hoyo, la realidad de no tenerla, el dolor de aquel día,  el impacto de esa época, el dolor de cuatro años seguía.

— Nate, ya nos vamos — Le dijo  su tía entrando.

Él se levantó al oírla dejando el vestido en el  suelo.

— Sí, está bien — Le respondió limpiando sus mejillas  e intentando despejar su  mente.

— Jaqueline Monett nos esperaba a las siete y mira, faltan pocos minutos para las ocho.

— Sí.

— Aveces me preocupas mucho — Le dijo su tía acariciándole sus húmedas mejillas.

— Estoy  bien.

--- no, no lo estás,  se acerca la fecha y... Bueno,  te pones un poco mal.

— Se les hará tarde.

— Sí,  si se te ofrece algo sólo llámame.

— Sí tía.

— Intenta descansar.

— Sí, creo que me iré a dormir.

— Bien — Le dio un beso en la mejilla y salió.

Nate se volvió a desplomar en el suelo.
  para seguir llorando sobre el recuerdo muerto.

         ❄❄❄❄❄

— Te ves hermosa, Annie — Le dijo Sandy, su amiga.

Ella sólo asintió con la cabeza, estaba nerviosa, se había tardado dos horas en arreglarse para estar lista a tiempo, como el gerente de la cafetería era muy buen amigo de ella y sus amigas, le había permitido arreglarse y salir a tiempo.

— Que te vaya bien — Dijo Marcia un poco intranquila —  Te vemos más tarde y por favor que te dejé en la puerta de la casa — Sonrió.

— Sí — Sonrió Annie nerviosa — Ya van a ser las ocho.

— Te sacaste la lotería — Dijo con algo de emoción — Nate es... Es un chico.

Pero eso no le importaba a Annie, ella sólo lo quería a él sin importar que tuviera.

— No tienes frío? — Le preguntó Sandy al verla en vestido y con un ligero chal cubriéndole la espalda y hombros.

— Algo, pero no tarda Nate — Sonrió al decir su nombre — Supongo que tendrá carro.

— Bueno, con suerte te vemos en la casa — Sonrió.

Entonces sus amigas salieron.

El reloj marcaba justo las 9:21 pm.

Annie no podía creer como se sentía en ese momento, se había tardado dos horas en arreglarse y sintió que no valieron la pena, ¿Cómo se había atrevido en pensar que Nate saldría con ella? era una mesera, no una chica fina como ella se había imaginado a Alice, ¿Por qué confiar en la palabra de un chico que había conocido un día atrás? se sentía tonta, decepcionada de su propia ingenuidad, decepcionada por haber creído en una tonta ilusión, por pensar que podía ser feliz por unos instantes con un chico que le había gustado desde años atrás, que después de tanto tiempo se había atrevido a acercarse a él y que él sólo la había ilusionado, pensó que podía gustarle a alguien por lo que ella era no por cómo se veía,  pensó que Nate  era diferente, se veía diferente, pensó que él era un chico distinto diferente de los demás, un chico que la haría feliz siempre, pero no era así, Nate era igual que los otros, igual de falso y doble cara que siempre lastimaban a las chicas sólo porque a ellas les gustaban, él igual a todos los chicos que vivían aferrados a un recuerdo que jamás iba a volver. Aferrado a alguien que nunca más iba a tener.

La cafetería cerraba 9:30pm para hacer la limpieza y prepararse para servir café desde las 7:00am, ya era muy tarde para entrar por su ropa normal e irse, además, las otras chicas se burlarían de ella por haberse gastado todo su dinero en un atuendo fino que, al final no había valido la pena.

¡Eso no podía pasar!

Pese al frío que sentía,  tomó la poca dignidad que había quedado en la puerta de la cafetería, se abrazó a si misma frotándose los brazos para darse calor y caminó lentamente por la acera evitando llorar, el frío era insoportable, las venas ya se le marcaban y el rostro lo tenia helado y enrojecido por el viento.

Nate había estacionado su auto frente a la cafetería, bajó del auto a toda prisa, se asomó por el cristal y vio todo en calma y sin nadie adentro, miro a su al rededor y a lo lejos vio a una chica caminar, era la inconfundible Annie, delgada y pequeña con un lindo vestido.

Se sintió un patán.

— Annie — Gritó mientras corría hacia ella — Annie, espera.

Annie se detuvo al instante que escuchó la fría voz de Nate, pero estaba lo suficientemente dolida como para voltear, sabia que si hacia eso se iba a desbordar en un mar de reproches y lágrimas, ella no quería eso, no en ese momento, no a Nate.

— Annie — Dijo Nate tomando aire al alcanzarla — Annie, lo siento — Dijo mirándola a los ojos.

— Ya es tarde — Le dijo intentando no sonar lastimada, sonar como si no le importara.

— Lo sé, lo siento — Respondió frotando sus pequeños hombros — Estás helada — Exclamó.

En seguida Nate se quitó rápidamente el abrigo y se lo puso sobre la espalda y hombros como si fuera una cobija, la cubrió bien para después abrazarla y frotarle la espalda.

Annie se sentía maravillada, su abrigo tenía un olor diferente, ese olor era a café, ese café que sólo se sirve en las noches frías de invierno.

— De verdad lo siento — Dijo apenado.

— Está bien — Dijo en paz.

— Aún quieres ir? — Le preguntó serio al momento de verla a los ojos.

— Ya no quieres que vaya? — Preguntó ella con un brillo en los ojos.

— Claro que si, vamos.

Una vez estando dentro del carro, Nate prendió el aire acondicionado para que Annie entrara en calor y así poder un poco liberarse de la culpa por dejarla esperando.

Aunque la realidad era que Nate no quería ir.

París en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora