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Descendió al infierno junto con Astaroth, jamas había intentado ir antes. Era un lugar sombrío. El suelo era de mármol blanco, no se veía un principio ni final. Hacia arriba solo se veía una oscuridad infinita. El infierno tenía columnas altas, las cuales estaban perfectamente talladas. Allí no había brisa, el ambiente era frío y seco. No había nada que iluminará el lugar, el suelo y las columnas parecían tener brillo propio. Sven estaba asombrado por la majestuosidad del lugar. Rápidamente se dio cuenta de que ese era el lugar con el que había soñado tiempo atrás, se empezaba a convencer de que lo que parecia haber sido un sueño, en realidad fue una premonición.
Astaroth había desaparecido, Sven comenzó a sentirse observado y eso lo ponía muy incomodo. Saco su espada y empezó a caminar lentamente, sus pasos resonaban en el vacío. Apretó más fuerte la empuñadura de su espada, estaba esperando un ataque sorpresivo. Comenzó a escuchar susurros proveniente de todas partes. Se detuvo en un lugar abierto, abrió sus brazos, cerro sus ojos y entonces dijo:
- Mi nombre es Sven, rey de Andros. Soy el hombre que pronto gobernará este mundo. Acabaré con todo aquel que no se arrodille ante mi. Es hora de que me empiecen a rendir culto -Una sonrisa con aires de grandeza se dibujo en su rostro.
Pequeñas risas burlonas inundaron el lugar, dos esbirros saltaron hacia Sven mientras este aún estaba posando. El rey hizo un paso hacia atrás y clavo la espada en la nuca de uno de los esbirros, mientras que el otro aprovechó para intentar acertar un golpe en vano, Sven lo tomo del cuello y le clavó la espada en el medio del estomago y lo despedazo. Las risas desaparecieron. Cientos de esbirros se lanzaron sobre él. El joven rey parecia que danzaba elegantemente mientras intercambiaba golpes contra los monstruos. Cada vez había más de ellos, Astaroth y amon aparecieron para respaldar a Sven. Los esbirros caían uno a uno. Fue entonces que en un momento el rey se sintió mareado, la espada parecía que pesaba cada vez mas, sus movimientos comenzaron a ser cada vez más torpes. Astaroth y el resto de los entes que se encontraban allí, notaron lo que estaba ocurriendo. Sven se quedó quieto por un segundo, unos demonios se lanzaron hacia él. Astaroth se puso a su lado y lo protegió, Sven lo miro y le agradeció, pero en ese preciso momento, Astaroth le dedicó una sonrisa y le clavó las garras en el cuello, la sangre comenzó a brotar lentamente del rey. Estaba dejando de ser un demonio. Sven expulsó un grito ahogado en sangre. Astaroth lo levantó y le arranco un brazo. Los demonios y esbirros se quedaron mirando en silencio. Astaroth le abrió el estómago y le arranco los intestinos con su mano, un charco enorme de sangre se comenzaba a formar en el suelo. El demonio traicionero comenzó a clavarle sus garras por todo el cuerpo como si fueran puñales, se reía con demencia. Lanzo a Sven por los aires hacia la multitud, y mientras aún estaba vivo, los esbirros empezaron a alimentarse del rey, hasta que ya no quedó nada de él. En sus últimos momentos de vida, ante sus ojos, podía verse así mismo sentado en el trono blanco, perteneciente al rey del infierno. Murió con una gran sonrisa en su rostro.

El rey de los malditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora