Parte 3

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Se empezó a imaginar a su personaje. ¿Tenía que ser uno de sus mejores amigos (imaginarios, claro está)? ¿O quizá su ex novia, a quien seguía guardando un amor infinito a pesar de que había roto con él cruelmente? Aunque bien pensado, era mejor tal vez un enemigo que, des de su más tierna infancia, soñaba con desbaratar todos los propósitos en la vida de José.

De pronto, le surgió. No había sido un pensamiento voluntario, si no que de hecho el cerebro de José había generado espontáneamente el rostro de una chica de veinte años recién cumplidos cuyo grado de belleza la hacía parecerse a Carla, aunque fuesen dos tipos de belleza completamente distintos. La imagen se desvaneció de su mente a los pocos segundos y José se quedó con una horrible sensación de vacío en su interior. Quizás por eso, aquella misma noche volvió a soñar con ella. Y la siguiente. Y la que le siguió. Así hasta poder cerrar los ojos y verla en su cabeza. Lo que José se había imaginado era un rostro de piel blanca pero bronceada, cabello marrón, ojos también marrones, nariz ligeramente ancha, labios estrechos y permanentemente curvados hacia arriba y pómulos ligeramente sonrosados.

A partir de aquí empezó a imaginarse el resto de su cuerpo, y más tarde el resto de su vida. Pasado un mes y medio, José tenía algo así:

Sara, la futura protagonista de la novela, era una universitaria de veintiún años que estaba estudiando Medicina. Residía en Barcelona, donde había estado toda la vida, y seguía viviendo en casa de sus padres, con quienes convivía sin ningún tipo de problema. Aunque tenía muchos amigos de la infancia, había hecho muchos otros en la universidad y eso le hacía tener que regular el tiempo para estar con todos. Además, fuera de horarios de clase, jugaba en el club deportivo de la universidad a fútbol. Por último, hacía unos cuatro meses que había conocido a su novio actual, Martín, con quien congeniaba a la perfección. Sara había incluso pensado en el matrimonio, y en aquel momento estaba reuniendo coraje para presentar a Martín a sus padres.

Por supuesto, no solo eso estaba en la cabeza de José: El intenso trabajo mental que había hecho le había dado un resumen de los momentos más importantes de la vida de Sara: El día que entró por primera vez en la escuela, como conoció a todos sus amigos, la fiesta de final de primaria, la posterior adquisición de autonomía (y tozudez) en todas sus fases, el primer día que fue a una discoteca, su primer beso en la boca con un chico y, el más reciente, su admisión en la carrera de Medicina dos años atrás. Y así nos encontramos a José empezando su historia. No tenía absolutamente nada planificado; siguiendo el consejo de Carla, había decidido relatar su novela a partir de su vida. Empezó, ¿por qué no?, imaginándose a Sara en medio de una tediosa clase. Ella estaba como podía, soportando la modorra que tenía después de haberse pasado la noche entera estudiando, tomando sus apuntes con su estilizada caligrafía, mientras otros alumnos, menos receptivos, están charlando en voz baja sobre la fiesta del viernes pasado. De pronto, uno de ellos dice:

-Tíos, vaya mierda de clase... Daniel (el profesor) se podría ir a tomar por culo un rato ya, en serio...- De repente, la clase se sume en un silencio. El profesor la ha detenido. Con un gesto de la mano, dice:

-¡Martín, fuera de clase! ¡Semejante falta de respeto no se puede tolerar en un centro de enseñanza como este!- José iba escribiendo según pensaba.

-¡Pero señor, yo no he sido!- Martín llevaba razón; toda la clase había oído la procedencia del comentario, que lo había dicho Carlos, un amigo suyo.

-Claro, ha sido un fantasma... ¡Váyase!

-¡Señor!- Todos los presentes en el aula se sobresaltaron al oír la estridente voz de Sara, enfurecida hasta el punto de tener un brillo de locura en sus ojos.

-¡Martín no ha hecho nada, de modo que si quiere castigarle a él tendrá que castigarme a mí también!-

-Nada, pues váyase con su amigo a tomar el aire un rato. ¡Que esta universidad es para estudiantes aplicados!- Sara se levantó y salió del aula, cerrándole la puerta en las narices del profesor.

José detuvo sus pensamientos en este punto, ya que había sucedido algo terrorífico: En este último pensamiento, de Sara saliendo del aula, no había sido su imaginación la que había "controlado" aquel momento; simplemente había ocurrido, pero él, por unos momentos, se había sentido como un mero espectador de una película que tenía lugar en su mente.

Tu MenteWhere stories live. Discover now