Shanghái.

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Capítulo 26

Estaba aterrada, no, lo que le sigue de atemorizada. La última vez que había estado en uno llore el tiempo que estuve despierta, y me aferre al brazo de mi hermano, después me tome dos tranquilizantes y me desperté hasta llegar a Los Ángeles.

Le tenía pavor a los aviones, desde que mis padres murieron en uno para mí se me hacen máquinas mortales. Ya sé, sonara exagerado pero en verdad tenía pánico a viajar por miedo a morir de la misma manera que ellos. Estar en un avión me hacía preguntarme si habían muerto rápido, o habrán agonizado...

Me senté en un cómodo sillón de piel que daba a la ventana y me puse el cinturón de seguridad. No serviría de nada si el avión colapsaba, pero me hacía sentir un tanto "más segura". Cuando despegó la porquería esa, aferre mis uñas a las recargaderas y comenzaron las lágrimas.

"Les habla el capitán, el tiempo estimado de vuelo es de dieciséis horas treinta minutos debido a una ligera turbulencia. El clima en nuestro destino es de veintisiete grados y en cuanto estemos en el aire se les servirá el desayuno. Buen viaje"

El aire sacudió ligeramente el transporte y lance maldiciones.

—Mierda, mierda, mierda.

Con cuidado me deshice del cinturón y cogí mi bolso que estaba lejos, después volví a atarme al asiento. Busque, busque, busque... nada. No estaban mis pastillas. Por la prisa no tome en cuenta que necesitaría dormirme en el camino. ¡Doce horas en un avión de porquería, junto a una persona que no se molestaba en hablarme, y con los nervios de punta!

Estaba viviendo un infierno, sin contar que seguía preguntándome como habría sido la muerte de mis padres, en qué lugar habrán caído, que habrán pensado... Todas esas cosas me torturaban pero me era imposible no pensar en el rubio cabello de mi madre lleno de sangre y tierra, o su delgada cintura y abdomen plano atravesados por un fierro. O aún peor, el cuerpo de mi padre encajado en algún lugar, o su sonrisa opacándose al saber que moriría junto a su esposa y nos abandonaría... Seguí lanzando pequeños ruiditos histéricos hasta que el rizado se levantó de su asiento y camino hasta el mío.

NARRA HARRY

Había olvidado por completo que sus padres murieron en un avión; por estar tan enojado había olvidado algo básico de mi Camille. ¡Grandísimo tonto!, como diría ella. Me levante del asiento y fui hasta el suyo, le quite el cinturón y después de pararla y yo sentarme en su lugar, la hice sentarse encima de mí. Era una posición bastante cómoda, así que dándome por satisfecho puse la maldita franja de tela encima de nosotros para hacerla entrar en calor y sentirse menos nerviosa.

Camille se sorprendió, tampoco es que mi actitud ayudará a que confiara en mí. Aún sorprendida, se dejó llevar, acomodando su cabeza en mi pecho.
Le tomo un tiempo, pero logró que su respiración se igualará con la mía, distrayendo su atención y logrando calmarla. Mientras llenaba mis pulmones con aire y mi pecho se inflaba, la cabeza de Camille subía al mismo tiempo.

—No puedo subirme a los aviones... Por eso no viajó a menso que sea en barco o auto... –Admitió avergonzada y con la voz ronca.

—Lo olvide por completo, lo lamento.

—Por lo regular tomo unas pastillas y me calmo, pero no las traigo, que tonta –Continuó hablando como si no hubiera escuchado mi comentario—. Y no puedo dormir.

Tal como anunció el capitán, el avión se vio sacudido fuertemente. Ya me había acostumbrado a la turbulencia, por los continuos viajes de negocios, pero ella se sobresaltó y aferro su delgado cuerpo al mío, enterrándome las uñas en los brazos.

Durmiendo con el Enemigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora