Era una tarde más en el paseo Mendoza, pasé la tarde con Clara, hace varios días venimos acá
a conocernos, a saber más sobre el otro, a dejar una caricia en nuestra piel.Sabemos que quiere uno del otro, vamos despacio para no apuñalar ese sentimiento.
Caminamos hasta toparnos con Avenida Villanueva, cortamos calle doblando en Ramón Falcón,
para poder llegar al departamento donde vive con su madre (Carla), una mujer viuda de cincuenta años, su hermano (Marcos) de seis años.Clara, teniendo una edad suficiente de dieciocho años, tenía que cuidarlo. Su madre trabajaba por las noches en un restaurán, y volvía recién a la madrugada. Nos despedimos con un simple beso.
Camino hacía la terminal, decido hacer un poco de tiempo fumando un cigarro en una plaza, contemplando el pasar de personas, viendo como todo el mundo va de un lado a otro, sin preguntarse a dónde van, como los autos frenan en cada semáforo. En todo este trayecto mi cigarro se convirtió en cenizas, y un filtro usado, sin embargo, este habito es exigente, no dudé mucho en sacar otro, pero esta vez no encontré el encendedor. Un chasquido logró encenderlo.
Resultó ineludible su presencia en este acto, mi atención quedó paralizada al verlo sentado en otro banco, dándole de comer a un enjambre de palomas que andaban dando vueltas alrededor de el. Esa galera roja no daba noción de rasgos faciales, de todos modos el torso y sus extremidades recompensaban todo lo anterior dando lugar a pensar que su cara era igual de flaca y pálida como su piel.
Mi torpeza esta vez fue protagonista, tan atónito, que al querer irme casi tropiezo, dejando caer el cigarro en un charco de barro que había cerca del banco, el humo fue testigo de mis últimos pasos al darle la espalda a tal situación.
Decidí ir a un bar para calmar mis nervios. Después de tomar un café, ya con la mente más tranquila, pensé, quizá era un vagabundo, o alguien que buscaba compañía para pasar la tarde. En esos instantes entró un niño que sufre la desgracia de vivir en la calle, vestido con ropa vieja, con la mirada perdida, con las manos sucias. Dejando en cada mesa una tarjeta donde se escriben mensajes de amor o referidas a la vida. Le pide al mozo un vaso de agua, pregunta si sobró comida, esos segundos bastaron para que lea en la tarjeta un "TE VEO".
Dirigí mi mirada hacía el mostrador, en cuestión de segundos el universo se detuvo, una galera con tres ojos me observaba, tres ojos... Con forma ovalada, con una pupila negra y diminuta carcomían mi piel con su intriga y nerviosismo. Con un movimiento arácnido logró llegar a la cabeza del chico, mientras el comía. De un diminuto salto marchó a la puerta del local donde con ansias lo esperó el tipo de la plaza, que tenía un traje rojo.
Presencias chocaron, y como si el sujeto del traje bajara una persiana, hizo desaparecer al chico metiendo toda esa infancia en la galera. Extendió los brazos con ella, y se la puso. Se dibujó una sonrisa en ese rostro sin cara, al mirarme sonrió más aún, empezó a bailar una especie de tap, acercándose hacía mi, pero a su vez mesas, platos, vasos, sillas, volaron por los aires, rompiendo todo a su paso.
Nos teníamos frente a frente, tomó su galera, la apoyo en mí cabeza, y con una voz muy contenta dijo, ahora te toca a vos.
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Tres ojos
HorrorTres ojos, es el Dios de tres universos. Aparece en pocas ocasiones, y cuando aparece no es una buena señal, para los mortales.