Al levantar los ojos de la novela que leía, me encontré con la cara redonda y afable de Nicolás, y con sus enormes ojos castaños. Me sobresalté y di un pequeño respingo sobre mi silla que hizo que casi se me cayeran las gafas de los ojos. Los que se sentaban alrededor mía en clase se rieron por lo bajo. Volví a colocar las gafas en su sitio, haciendo caso omiso de las risas, mientras el muchacho me formulaba la pregunta que ya había supuesto que iría a oír:
-Hola guapa – Sí. Como siempre, era guapa cuando a él le interesaba, sobre todo cuando quería pedirme algo. De todas maneras, ¿quién querría salir con Vera, la empollona de la clase?, y menos él, que aunque no era ni el más guapo, ni el más popular, era el único chico para mí, y simplemente por eso y según la ley de Murphy jamás se fijaría en mí, tampoco es que me importara mucho la verdad… - Querría pedirte algo.
-¿Y cuando no es pascua Nico? – me miró con cara de desconcierto, pero solamente me dediqué a poner los ojos en blanco y a suspirar con resignación mientras me levantaba del sitio para devolver el libro a su lugar de origen en mi cartera, detrás de mi silla.- ¡Vamos, no tengo todo el día!
-Verás, yo, sabes que siempre te pido muchas cosas, pero esta vez es diferente…- empezó un discurso ininteligible y a una velocidad pasmosa, abrí los ojos como platos intentando oír mejor, pero cada vez hablaba más bajo.
-¡Nico estás balbuceando! ¡no entiendo nada!
Se pasó una mano por el pelo castaño con reflejos rubios, para después dejarla caer por la nuca, mientras que la otra estaba en jarras sobre su cintura, tal y como solía hacer cuando estaba nervioso. Este hecho me desconcertó bastante y a la vez me hizo sentir un extraño cosquilleo por dentro - <<…Imposible…>> - pensé. Inspiró hondo, soltando de seguido un pesado suspiro. Comencé a temblar y reprimí varias sonrisas nerviosas.
-Verás Vera, me gustaría, bueno sería increíble que vinieses conmigo al baile del día de la lluvia de estrellas – Ya no pude reprimir la sonrisa, además mis ojos se habían abierto de par en par y estaba tan contenta que quería gritarlo a los cuatro vientos, pero intenté parecer serena – y bien… ¿qué me dices?
Uff… ¡por supuesto que iré contigo!, ¡Claro me encantaría!, ¡sería genial Nico!, Muchas respuestas, todas afirmativas, se me pasaron tantas cosas por la cabeza en el momento que no sabía bien qué responder.
-Mmmm… Es que no se si iré… - La sonrisa se desdibujó del rostro de Nicolás por un momento.
Había advertido la presencia de mis amigas hacía un rato y sentía sus miradas llameantes en la nuca. Me volví para mirarlas y las tres me hicieron señas con cabeza manos y ojos que decían << ¿pero qué haces? Adelante, ¡si lo llevas esperando siglos! >> Y bueno, en parte así era, me volví otra vez hacia Nicolás, que me miraba con incomprensión, duda y algo de desesperanza.
-Sí Nico, si iré contigo. – Sonrió enseñando una fina hilera de dientes blancos, me reí, y empecé a ser consciente de lo que un baile significaba: vestido, maquillaje, tacones, compras, ¡cómo odio las compras!, bailar, lo cual no se me da tan mal, y lo peor hablar a solas con él. << ¿¡De qué vamos a hablar?!>>. Cuando me giré mis amigas estaban abrazándose entre ellas, gritando de alegría y celebrándolo por mí.
-Bien entonces el sábado estaré a por ti a las ocho más o menos, ¿te va bien?- Me dijo Nicolás
-Claro estaré lista para entonces.-
-Eso espero, no me gustan las mujeres tardonas- me guiñó el ojo y se despidió con una tierna sonrisa. Sonó el timbre. Y se fue jovialmente con su grupo de amigos, quienes lo estaban jaleando y le revolvían el pelo.