Título: Él no cambia
Sumary: Post-Manga. Aunque había abandonado su época y a su familia por estar con él, las cosas no son como Kagome las imaginaba. Todo por culpa de un estúpidamente tímido semi-demonio. Todo seguía como antes, porque él no cambia...
Ranking: K+
Género: Romance/Humor/Comedia/Drama
Advertencia/Recomendación: Quizás un poco de OoC.
Cantidad de palabras: 1,084
Disclaimer: InuYasha sí es mío. Solo que los derechos de autor, legales y demás son de su amada creadora Rumiko Takahashi... Tan sólo es cuestión de esperar 50 años para que él pase al dominio público y lo haré completamente mío (O.o?)
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Prólogo
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La chica soltó un leve suspiro, completamente resignada.
Esa era su dulce tortura personal de cada mañana, mientras respiraba el aire antiguo de la naturaleza. Aunque casi había pasado un año desde que regresó de su época para quedarse a vivir en la era feudal las cosas no habían salido para nada como había imaginado, empezando por el hecho de que un estúpido medio demonio no se había acercado a ella para hablar sobre temas importantes entre ellos...
¿Acaso quería que ella fuera a aclarárselo? Bueno, tampoco debía precipitarse tanto... No es como si en realidad estuviera segura que InuYasha estuviera enamorado de ella...
Sus manos de porcelana jugaron un poco con las altas hojas del césped. En esa época no existía quien se encargara de cuidar esa clase de zonas para evitar riesgos de animales peligrosos. Kagome sonrió irónicamente, no debía ser lógico preocuparse por ello teniendo en su entorno a seres demoníacos que buscaban dañar por diversión. Y un problema mayor en que pensar.
Desde aquél instante en que había regresado era lo mismo de cada día y temía que siempre sería igual, anhelaba un cambio importante, y aunque la esperanza moría al último, era desalentador saber que eso era lo único que conservaba de ese sentimiento. Como tal nunca vendría. No necesitaba ser algo grande o fuera de todo lo convencional, se contentaba con sólo algo pequeño y accesible que facilitara su situación diaria y de por vida.
Suspiró pesadamente, el calor la estaba deshaciendo literalmente, el sudor ya perlaba su cuerpo casi por completo. Las brisas frescas de la mañana parecían tan lejanas al caer el Sol por el horizonte, como cada día desde que llegó. A su derecha la canasta que le encomendara la anciana Kaede lucía repleta de hierbas medicinales; recolectadas con sumo cuidado eran de gran importancia en caso de emergencia, algunas paraban los dolores de cabeza, otras los estomacales, unas más detenían ciertos síntomas relacionados con la edad. Todas y cada una de ellas yacían sobre la cesta de medidas considerables, bordada de algún extraño material de la época.
Su labor había terminado y la hora de volver a su nuevo hogar había pasado mucho atrás, pero no se sentía con la fuerza suficiente para regresar a la cabaña. No es que la detestara, si los aldeanos tan bondadosamente se la obsequiaron como recompensa por haberlos salvado, incluso era inmensamente feliz pues significaba también que ahora la querían y reconocían como su nueva sacerdotisa, les estaba muy agradecida desde el fondo de su corazón y trabajaba arduamente para compensarles en algo. Pero el llegar a ese lugar la embargaba en un torbellino de emociones y deseos que la mareaban.
El Sol estaba haciéndose el difícil al no quererse ir, aunque no lo acusaba de ello, por el contrario le encantaba cuando ese precioso atardecer se extendía más allá de unos cuantos minutos y ofrecía el tiempo necesario para excusarse de su llegada tan tardía. Agradecía que ese sitio fuera perfecto para observarlo todo.
Los fulgurantes tonos del ocre, el anaranjado, los destellos ámbar y unos pocos rojizos se entremezclaban en un tinte de belleza sobrenatural. La calma que otorgaba el conjunto de esencias abrumaba sus sentidos y la detestó, lágrimas ligeras se agolpaban en sus ojos y resultaba difícil contenerlas. Odiaba ponerse sentimental por cualquier cosa, cada objeto, cosa o persona.
Incluso el simple recuerdo del dorado de aquellos ojos despertaba un sufrimiento que a veces consideraba irrazonable. Después de todo, ambos estaban juntos, no existían más obstáculos, él por fin la había escogido a ella del modo en que fuere, había regresado para quedarse a su lado y ser felices para siempre... ¿Qué más podría pedir?
—Kagome, de nuevo te has quedado aquí... —Aquellas palabras contestaron su pregunta, y de nuevo quiso llorar. —Tonta, sabes que es peligroso estar tan alejada y sin protección.
—Deseaba ver el atardecer...—Comentó con calma, tratando de esbozar una sonrisa. — ¿No te parece hermoso? —Al parecer, disimuló bien la tristeza, además de encontrar la mentira perfecta para disfrazar el hecho de que no quería volver, pues InuYasha mostró poco interés.
—Feh, como sea...—Dio media vuelta y comenzó a andar sin esperar un segundo más a la joven sacerdotisa que ahora pasaba por un cambio radical en sus emociones. Ya no quería cambiarlo... Quería matarlo. Desde que regresara a esa época su actitud a pesar de ser algo más tolerante era la misma. InuYasha era el mismo. —Muévete ya. —Y cumplió la orden con una sonrisa perversa en los labios, mil ideas de un semi-demonio ahorcado por sus manos, enterrado cien metros bajo la tierra o en lo profundo de un pozo parecían perfectamente aceptadas en esos instantes.
—InuYasha...—Su voz escapó sombría pero él no pareció percatarse. Eso o no le importó. — ¡Abajo! —Un estruendo se escuchó frente a ella y le arrancó una sonrisa, por suerte aún poseía ese conjuro rodeando su cuello.
La carta perfecta para desquitar aquellas actitudes tan frías.
Sin importarle demasiado cuán herido resultó el dueño de su atormentado corazón pasó de lado. Total, nunca parecía dolerle lo suficiente para hacerle entender el verdadero motivo de su enfado, y por supuesto ella nunca se lo confesaría sólo por orgullo de pedirlo. Deseaba que fueran una pareja en toda la extensión de la palabra y no sólo compañeros con sentimientos declarados en la mirada, eso no era suficiente.
Los primeros días con eso vivió feliz, a pesar de que la palabra que siempre él lograba ocultar era el amor. Los momentos que pasaban juntos los dos, sus miradas cuando se fundían la una entre la otra, chocolate derretido en el ámbar puro, la indiferente amabilidad, nada de eso le bastaba ahora.
Se detuvo unos segundos en su apurada carrera y lo volteó a ver, con el ceño fruncido y sus labios apretándose tenuemente en una mueca de reclamo, esperaba los gritos, los insultos y reclamos pero nada llegó. InuYasha se levantó y continúo sin decir nada, aunque si le dedicó una significativa mirada de rencor. Para su desgracia las cosas seguían igual que antes, nada cambiaba.
InuYasha siempre sería InuYasha...
La batalla entre emociones se desató de nuevo, era aquello por lo que buscaba el modo de perderse en el bosque la mayor parte del día. Porque amaba a InuYasha tal y como era, a la vez que lo detestaba por ser él mismo. Una sonrisa dulce y amarga se dibujó en sus labios entreabiertos mientras lo veía partir rumbo a su hogar.
—Él no cambia...
OoOoO
Notas de Kou: Una historia viejita que no había subido por acá. Ay, me trae muchos buenos recuerdos de mis tiempos en el fandom de InuYasha , cuando todavía había muchos fics basados en la historia original y no puros universos alternativos. En fin, no tardaré porque el fic está casi completo, sólo faltó aquél epilogo que nunca terminé xD
)3)
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Él no cambia | InuYasha | InuxKag
FanfictionPost-Manga. Aunque había abandonado su época y a su familia por estar con él, las cosas no son como Kagome las imaginaba. Todo por culpa de un estúpidamente tímido semi-demonio. Todo seguía como antes, no eran amigos pero tampoco amantes, todo por...