Parte Única

37 6 0
                                    


Pánico. Verdadero pánico es lo que siento ahora, en su estado más puro. No sé qué es lo que te atreves a llamar pánico, ya que no es comparable a lo que estoy sintiendo ahora mismo. 

Tal vez tu mayor miedo, que no pánico, sea al ahogamiento; es muy común. Sentir como el aire huye de tus pulmones, sin poder hacer nada más que aguantar el ardor de estos, hasta tragar agua para tener una muerte más rápida. O, qué sé yo, a estar en una habitación pequeña y oscura, dónde, de repente sientas como pequeñas y viscosas cosas, que rezas para que no sean patitas, empiezan a subir por tus piernas y brazos hasta llegar a la cabeza. Sentir como intentan meterse en tu boca, antes abierta en un grito de auxilio y repugnancia, ahora cerrada herméticamente, cosa que no impide a los bichos más pequeños pasar por ella, colarse sin tu permiso por nariz y orejas, y como, con curiosidad, se te pegan a los ojos. Sentir como bajan, arrastrándose algunos, por tu garganta, cómo se pegan a tu mejilla por dentro y por fuera y temer que dejen crías ahí dentro. También puede ser que le tengas un miedo atroz a las agujas. Notar como se clavan sin piedad por todas partes, incluso en los ojos. Sentir el dolor agudo de alfileres en todo el cuerpo. Tal vez no sea nada de esto, o todo a la vez. 

Pero sea lo que sea que te dé esa sensación de miedo, de impotencia, el pánico es eso elevado a 1 000 000. Y lo que yo estoy sintiendo ahora es pánico elevado a un millón de pánicos. No sé cuál era mi "pánico" antes de despertar. Qué me provocaba ese miedo paralizante. No me acuerdo. Y ese es mi mayor miedo ahora. Encontrarme en la situación en la que me encuentro mismo es mi mayor pánico. Lo peor es que estoy aquí y ahora, y no es solo imaginármelo; es real. 

De lo primero que me dí cuenta, no hará mucho, y que amenazó con empezar un ataque de histeria es que no recordaba, ni recuerdo, nada. A nadie, mejor dicho. Ningún nombre, cara o relación. Y lo que vino después, antes de darme cuenta de dónde me encontraba, fue darme cuenta de que tenía una herida importante muy cerca de la sien izquierda. Primero noté el dolor y luego el rastro húmedo y caliente que empezaba en el golpe e iba bajando hasta llegar a la barbilla, donde me lo acabo de limpiar con la manga. 

Ya está, en resumidas cuentas eso es todo lo que me ha pasado. Tengo que concentrar todas mis fuerzas en evitar un ataque de histeria. También tengo que levantarme o perderé la cabeza. 

Me estoy intentando levantar, pero caigo pesadamente contra el suelo: un dolor paralizante se expande como una ola desde la pierna derecha. Intento respirar hondo. Al principio lo hago entrecortadamente, pero luego me calmo. No debo perder la calma, me recuerdo, en situaciones así hay que mantener la cabeza fría. Me siento e intento inspeccionar la negrura en la que estoy, tratando de encontrar una forma de salir. Intento decir algo, lo que sea, pero me sale un jadeo seco; tengo sed, mucha sed. Intentaré no pensar en ello y será mejor.

 Por un momento pienso en si tengo experiencia en eso de evitar ataques de histeria. Desecho ese pensamiento rápidamente, ya que mi intención es evitar uno. Intento no pensar en que me ha podido pasar, pero eso me lleva a pensar en mi familia. No sé siquiera si alguna me estará esperando, preocupada. Me empieza a costar tragar saliva, así que inspiro y expiro hasta tranquilizarme. Intento averiguar donde estoy. Acordarme de cualquier cosa; lo que sea. Pero no recuerdo nada. Cierro los ojos para concentrarme mejor en lo que me rodea: no oigo nada. Me empieza a costar respirar al imaginar cómo he podido llegar aquí. El pulso se me dispara. Vuelvo a respirar hondo, para ver si vuelve a funcionar. Lo hago repetidas veces hasta que mi pulso y respiración se acompasan. 

Me concentro en el suelo, que está húmedo y sucio, y no puedo reprimir un escalofrío. Empiezo a arrastrarme, dirigiéndome hacia el lugar donde debería haber una pared, y llego en cuestión de minutos que parecen horas. 

La idea era moverme con una mano en la pared, pero apoyo la espalda y me pongo a sollozar contra mis rodillas, las cuales abrazo antes de enterrar mi cabeza en ellas. He de conservar la calma, pero no puedo dejar de imaginar cómo he llegado aquí, aún que desecho ese pensamiento cada 2 por 3. Y cada escenario es peor que el anterior. Cuando debo llevar unas horas, me quedo sin lágrimas, y mi sed ha aumentado considerablemente. También me duele la espalda, por que la pared tiene bastantes irregularidades. 

Espera un momento, ¿y si hay alguien más aquí?, pienso. Alguien que se acabe de despertar, como yo. Intento gritar, llamar a alguien, hacer algún ruido; lo que sea. Pero no. En cambio, hago un sonido lamentable, muy parecido a un gemido de derrota. Parece que tengo las cuerdas vocales dañadas. Será mejor si no pienso que puede habérmelo causado; no pensar en que puede haber sido causado por un intento de ahogamiento. Evitaré producir sonidos para intentar escuchar alguna respiración. 

En los 30 segundos que aguanto sin respirar, no oigo nada. La verdad es que una parte de mí se alegra de que no haya nadie más aquí abajo, aunque si tampoco estuviera yo, no me quejaría. Me seco el sudor de la frente, en un vano intento por sentirme mejor. Aún que sea un poco. No puedo permitir que la desesperación me domine. No puedes rendirte; no vas a morir aquí, me repito una y otra vez, como una cancioncilla infantil algo macabra. Vale, pienso, ahora estoy bien, estoy bien. 

Aprovecho las irregularidades de la pared para intentar incorporarme. Lo uso como muleta improvisada. Me balanceo un poco para ver si podrá aguantarme. Cojeando a causa de la pierna herida, voy dando botes, con una mano firmemente cogida a la pared. Voy avanzando poco a poco, hasta que me tropiezo con algo parecido a una caja. 

Al caer, me doy con la cabeza en el suelo, lo que provoca que la herida de la sien se abra de nuevo, seguida de la ola de dolor que viene causada por el golpe. Tengo la sospecha de que, si no se viera todo negro, los límites de mi visión estarían manchados de ese color. Intento secar la sangre con la manga, pero escuece muchísimo, además de que se ha ensuciado por culpa del suelo. Debería lavarme la herida para que no se infecte, pero no hay agua cerca. Uso la caja como apoyo para que me ayude a levantarme, pero se hace astillas bajo mi peso. Cierro los ojos y la boca con fuerza para que no se me claven astillas, pero mis manos no se libran de estas. Intento ignorar el dolor agudo que me producen astillas de diferente tamaño clavadas en mis brazos y manos y vuelvo a incorporarme penosamente.

Me apoyo e la pared, provocando que los alfilerazos de dolor hagan notar que las astillas se están hundiendo en mi piel ensangrentada, pero decido hacer caso omiso al dolor. Voy cojeando unos metros, pero sé que si me caigo no me volveré a levantar. Hace mucho que tengo sed, y no resistiré mucho sin agua. Y a esto hay que añadirle que empiezo a tener hambre. 

Oigo un ruido mecánico entre el zumbido de mis oídos, y vuelvo a tropezar con otra caja, pero esta vez soy incapaz de evitar que mi pierna derecha toque el suelo. Una oleada de dolor sube tan de golpe que, si hubiera estado de pié, me habría derrumbado, gritando. Una astilla de tamaño considerable consigue clavarse en mi ojo derecho. Por suerte, no está lo suficientemente profunda como para dejarme invidente. Pero eso no me sirve de consuelo ahora.

Pánico y agonía es lo que siento ahora. De la forma más concentrada y pura en que alguien puede sentirla. Voy a desmayarme de dolor, lo sé. A no ser que... Espera...

¡La veo!¡Por fin!¡Luz! Una puerta mecánica está subiendo a pocos metros de mí, y prácticamente doy botes de alegría. Sin embargo, lo último que puedo oír antes de que todo se vuelva negro es:

-Experimento 281 fallido. Sujeto A24 inservible. Jack, buen provecho.

El arte de la crueldadWhere stories live. Discover now