Siete

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— Felicidades — Le gritaron a Nate todos sus “amigos”   y familiares.

Nate miró un  gran cartel en la pared que decía:

“felices 24, 19 de diciembre del 2006”

Globos coloridos, confeti regado y un gran pastel  en la mesa que decía su nombre.

— Gracias — Respondió más a fuerza que de gana.

—  ¿De dónde vienes? — Le preguntó su tía al abrazarlo.

— Del cementerio.

Nadie dijo nada pero todos se miraron unos a otros.

— Bien — Le respondió su  tía intentando ignorar su respuesta — Vamos a festejar.

— No tengo nada que festejar.

— Es tu cumpleaños.

— Y el aniversario luctuoso de Alice, con permiso, me voy a la cama, hace frío — Limpió las lágrimas que salían de sus ojos.

— Nate, Qué te pasó en el ojo?

— Siempre hace frió.
         
Era increíble como pasaba el tiempo y el dolor seguía dentro de él, los pensamiento que no se querían ir pese a todos los esfuerzos que él hacía por alejarlos, pensar en el comportamiento que tenía sintiéndose en un lugar equivocado, tenía una excelente familia a la que él amaba, una familia que se esforzaba por  ayudarlo pero él no lo permitía, o al menos era el dolor que no lo quería,  el sentimiento de culpa que no lo dejaba seguir adelante con su vida, el recuerdo de Alice que no se quería ir y que él no quería olvidar nunca, su primer amor, el amor de su vida, la mujer que Dios le  había entregado y que poco después le quito, le arrebato de una forma tan cruel, su Alice no merecía morir y menos de esa forma, se preguntaba una y  otra vez sí l tenía la culpa, él había elegido la feche  y eso lo hizo sentir egoísta, él había  elegido la hora, la iglesia, el salón, entonces, ¿Él tenía la culpa de que Alice estuviera muerta?

Eran las tres de una tarde nublada y Nate había decidido salir de su recamara, había pasado la noche en vela por culpa de  un llanto imparable que como consecuencia le había dejado los ojos rojos e hinchados, un rostro pálido y un dolor horrible de cabeza que tenía que eliminar pronto.

— A dónde vas? — Le preguntó Jean al verlo bajar por las escaleras.

Su tía había despedido con mucha pena a las personas que habían ido a “ Celebrar” en la mañana, ese era día más esperado por todos, y no tanto por ser el cumpleaños de Nate, sino porque en ese día él siempre perdía el control por la muerte de Alice Monett.

— A ninguna parte — Respondió serio.

— Nos preocupas demasiado — Le respondió dándole una palmadita en la mejilla — ¿Has pensado en matarte?

— Muchas veces.

— ¿Por qué no lo has hecho?

— Por miedo.

— Necesitas ayuda… pronto.

— Ya les dije que estoy bien.

— No, no lo estas.

Se escucharon las voces alegres de sus tíos quienes estaban juntos por subir la escalera principal a las recamaras, al ver a Jean y a Nate ahí dejaron de reír,  y los saludaron.

— ¿Qué te pasó ? — Le preguntó su tío acercándose a él y revisándole el rostro con la mirada.

Entonces Nate recordó la noche anterior, donde en medio de la oscuridad abrió el armario de sus cosas de valor y se le cayó una caja pegándole en el rostro y peor aún, se habían salido todas las cartas de Alice que se habían regado por el suelo por lo cual paso toda la noche ordenándolas por fecha de principio a fin.

París en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora