Ping pong

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Rebota, rebota, rebota.

Hay muchas luces en el cielo, mis pies descalzos están sobre la nieve helada, pero no siento frío. No hay nada a mi alrededor, solo veo horizontes blancos, pero las luces me indican un camino y yo les hago caso.

Rebota, rebota, rebota.

Mi pelota de ping pong cae al suelo y vuelve a mi mano. No sabía que las pelotas de ping pong rebotaban en la nieve pero me alegra que lo hagan o mi viaje, hacia donde sea que vaya, sería muy aburrido si mi pelota de ping pong no rebotara.

Rebota, rebota, rebota.

Siento algo en mi pecho, no sé cómo explicarlo, siento un calorcito que me pone la piel de gallina. Me alegra que mi pelota rebote, quiero llegar pronto al lugar que las luces marcan.

Y el horizonte ¿Hasta cuándo será tan blanco?  Esa línea que divide el azul del cielo y el blanco suelo me pone nervioso. Quiero que termine.

¡Ya, por favor, que pare! Estoy cansado, me duele el cuerpo ¿Hasta cuando debo seguir?

Rebota, rebota, rebota.

Me siento un poco más tranquilo, quiero llegar pero sé que debo esforzarme, la pelota de ping pong me acompaña, todo va a estar bien, mi mamá me espera con una chocolatada caliente.

Rebota, rebota, rebota.

Una mancha oscura se asoma a lo lejos, ya casi llego, no debo parar tan cerca.

Rebota, rebota, rebota.

La mancha toma forma de árbol. Estoy muy cansado sino empezaría a correr. Hace ya varios días que camino, necesito descansar cuando llegue.

¡Tan cerca y a la vez tan lejos! Quiero que pare, que termine. Quiero llegar cuanto antes a ése árbol y dormir.

Rebota, rebota, rebota.

Un árbol de manzanas, con verdes y relucientes hojas. Me siento contra el tronco y me quedo profundamente dormido.

Lucas quiere volver a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora